Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el
que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que
crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán
serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las
manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después
de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos
salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y
confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.
¿Qué
es un Misionero?
Los misioneros son personas que van a otros lugares para hablar a los
hombres de Jesús, para enseñarles a rezar, para decirles que todos debemos
amarnos y ayudarnos los unos a los otros, para anunciarles la buena nueva: que
Dios nos ama y quiere que todos los hombres se salven.
También
se entiende por misionero a una persona que decide seguir una misión.
Usualmente, el concepto de misionero se relaciona con los individuos que forman
parte de una comunidad religiosa y que tienen por tarea evangelizar o difundir
los preceptos de su fe tanto en la misma comunidad en la que viven como en
comunidades muy lejanas en las que probablemente hay que empezar de cero. Un
misionero es, por lo tanto, una persona que está completamente dedicada a esa
tarea y por lo general lo hace con completo compromiso, devoción y amor. La
historia nos brinda numerosos ejemplos de misioneros que dejando atrás toda su
vida se entregaron a tal tarea, siendo Jesús quizás uno de los más importantes.
Perfil del misionero
Las cualidades que deben
tener los misioneros
I.
Espiritualidad del misionero
1. El misionero busca conocer cada día más a Cristo y a su fe.
2. El misionero es un hombre apasionado por la salvación de las almas.
3. El misionero es portador del mensaje de Cristo.
4. El misionero es apóstol copado y polarizado por la misión.
5. El misionero es el hombre- líder, guía de sus hermanos en la fe.
6. El misionero actúa con urgencia en la misión.
7. El misionero es celoso promotor de nuevos apóstoles para la Evangelización.
8. El misionero es un hombre de oración que busca crecer en santidad.
9. El misionero se entrega sin cálculo ni medida, con audacia e intrepidez.
10.
El misionero trabaja con método, disciplina y deseo de superación constante.
11. El misionero fundamenta su fe en la resurrección de Cristo.
12. El misionero es testimonio de alegría que convence.
13. El misionero cuida la fe católica de sus hermanos y lucha por incrementarla
en su propia vida.
II. Las cualidades de los apóstoles de la
Nueva Evangelización
Para salir a predicar el Evangelio es necesario ante todo formar un corazón apostólico. Y hay que recordar que se es apóstol desde dentro.
Se es apóstol, como lo fue San Pablo, por
vocación, porque Cristo nos ha
llamado a extender su Reino, porque la vocación cristiana es esencialmente
vocación al apostolado, porque quien ha renacido como hombre nuevo en Cristo
por el bautismo, se compromete a dar testimonio de Él ante los demás. Se es
apóstol en la medida en que el hombre está unido a Cristo por la gracia, y se
identifica con su misión redentora.
La urgencia del apostolado viene desde dentro, desde el amor que cada uno de
ustedes profese a Cristo en su corazón. Ser apóstol es, pues, un componente
esencial del ser cristiano. Por ello, predicar el Evangelio no es una tarea más
al lado de otras muchas. Es la misión en torno a la cual el cristiano debe
polarizar su vida. No se es apóstol por horas o por días. O se es apóstol o no
se es. O se tiene mensaje o no se tiene.
Para formar un corazón de apóstol, les aconsejo que pasen largos ratos a los
pies de Cristo Eucaristía.
Sólo el amor a Cristo da la fuerza para "salir de sí
mismo". Salir de sí: ésta es la condición indispensable para "salir a
predicar".
El mejor apóstol es quien logra ser una imagen de Cristo. Entonces la vida
misma es predicación y la evangelización es el testimonio de una vida
plenamente fundada en el Evangelio.
Movido por el amor a Cristo, el apóstol es luchador, es militante. El apóstol concibe su
misión como una lucha constante contra las fuerzas del mal que existen tanto
dentro como fuera de él. Es el Señor quien da la fuerza para pelear en este
combate. Y es Él también quien da la victoria y la recompensa.
El apóstol es magnánimo. Sabe que ha sido llamado por Cristo
para cosas grandes y que no tiene tiempo para detenerse en lamentaciones o
pequeñeces, ni puede distraerse en lo que no sea esencial. El apóstol debe
tener ante todo un gran corazón en donde quepa todo el mundo, pues a
todo el mundo ha sido enviado a predicar. Su espíritu ha de estar siempre a la
altura de la misión encomendada. Grandes deben ser sus aspiraciones, grandes
sus deseos de lucha, grande su capacidad de amar y de donarse.
El apóstol es tenaz, fuerte y perseverante. El apóstol ha de ser tenaz para no
desistir del esfuerzo; fuerte para combatir sin desmayo hasta el final, hasta
el "todo está consumado"; perseverante para no dejarse vencer por el
capricho o la veleidad. Sólo una voluntad firme y bien disciplinada, fundada en
el señorío de los sentimientos y emociones, podrá perseverar hasta lograr el
objetivo.
La lucha será continua. Toda la vida
hay que combatir. Por ello, se necesitan apóstoles convencidos de la necesidad
de la laboriosidad y de la paciencia como componentes intrínsecos de su misión;
hombres habituados a la tenacidad esforzada.
El apóstol es realista. El apóstol no puede dejar de ver con
claridad cuál es la situación real del campo que le toca evangelizar, ni la de
su propia vida, ni las circunstancias concretas en que debe de trabajar.
Trabajar con realismo es trabajar con inteligencia, apoyándose en el
conocimiento de las dificultades que entraña la consecución de los objetivos y
de los elementos positivos con que cuenta para lograrlos.
El apóstol es eficaz en su labor. La eficacia del apóstol viene del
hecho de que se compromete a hacer todo lo posible, humanamente hablando, para
cumplir con la misión que Cristo le confía. No se detiene ante costos ni
sacrificios. Para él no existen obstáculos infranqueables. Sabe que debe poner
al servicio del Reino sus mejores talentos y que la causa del Evangelio no le
permite trabajos ni rendimientos a medias.
El apóstol es organizado. Trabaja siempre de manera sistemática,
ciñéndose a un programa que él mismo se ha trazado. La organización permite al
apóstol rendir al máximo en su trabajo pues trabajar es el arte de la eficacia.
Todo esto requiere reflexionar antes de actuar, trazar objetivos, analizar
dificultades, planear estrategias, proponer soluciones, ponerlas en acción y
evaluar los resultados.
El apóstol está atento a las oportunidades. No pierde la mínima oportunidad que le
prepara la providencia para hacer el bien y difundir el mensaje de Cristo.
El apóstol es sobrenatural en sus aspiraciones. Al apóstol no le basta la visión
humana de la realidad. Debe saber percibir la presencia misteriosa de Dios que
lo invita continuamente a lazarse más allá de lo que parecería humanamente
aconsejable. Emprende obras de envergadura basado en la convicción de que Dios
le dará las gracias para realizarlas. Las aspiraciones y los criterios del
apóstol no son los de este mundo. Son los del Evangelio. Quien vive así tiene
asegurado el triunfo y contagia a los demás su convicción.
Conclusión
No nos podemos quedar
indiferentes al saber que millones de hombres redimidos, como nosotros, por la
Sangre de Cristo, viven aún sin conocer a fondo el amor de Dios. Es el mandato
de Cristo cuando vino a la Tierra.
La Iglesia católica es misionera por naturaleza y por lo tanto la evangelización constituye un deber, un derecho y una obligación de cada uno de sus miembros que somos nosotros, los fieles.
El Señor nos llama a compartir con otros los bienes que poseemos, en primer lugar el tesoro de la fe, que no podemos considerar un privilegio privado sino un Don que hemos de repartir con aquellos que no lo han recibido todavía. De esto se beneficiará también la fe misma, ya que esta se fortalece dándola.
Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jesuralén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la Tierra (Hech, 1,8).
Las necesidades materiales de las Misiones son muchas y aumentan cada día. Los sacrificios económicos y generosidad de los fieles son indispensables para construir esa Iglesia-Misionera y testimoniar la caridad.
"La esperanza cristiana nos sostiene en nuestro compromiso a fondo para la nueva evangelización, para la misión universal y nos lleva pedir, como Jesús nos ha enseñado: - "Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (MATG, 1O) (RM, 86)
Los sacerdotes tienen un arduo y escarpado camino a recorrer para darle a los fieles la enseñanza clara, valiosa y concreta de las verdades de la fe.
Trabajo sin tregua ni descanso nos pide nuestro Papa Benedicto XVI a la Iglesia, la Iglesia que somos nosotros, aunque no seamos sacerdotes, nos corresponde a todos y cada uno extender el Reino de Cristo y llevarlo con nuestro testimonio a donde quiera que vayamos.
Este domingo dedicado a las Misiones vamos a hacer un esfuerzo en nuestra economía y vamos a dar lo más que podamos con el ánimo alegre y generoso, sabiendo que esa aportación servirá para esos misioneros que están en tan lejanas tierras dando su vida, llena de dificultades, necesidades, y gran soledad, con el amor de llevar "hasta los confines del mundo" la palabra de fe y esperanza en el conocimiento de Dios.
Necesitan de nuestras oraciones.... ¡oremos por ellos, no los olvidemos! Pero también ayudemos, con lo que podamos, con mucha generosidad, porque son inmensas sus necesidades materiales cuando están al frente de una misión perdida en lejanas tierras, con personas enfermas y con muy pocos recursos. De esta manera, con todas nuestras comodidades, podemos sentirnos.... "un poco misioneros también”.
A vivir este día con plenitud el mandato misionero de Jesús: “Vayan… vayan, prediquen mi Evangelio… bauticen a las personas… y háganles vivir en el amor…háganles vivir compartiendo sus propios bienes hasta ser comunidades vivas, florecientes, entregadas donde Cristo pueda ser para todos los hombres el PAN DE VIDA, EL PAN QUE SE ENTREGA POR LA SALVACIÒN DE TODOS LOS HOMBRES.
La Iglesia católica es misionera por naturaleza y por lo tanto la evangelización constituye un deber, un derecho y una obligación de cada uno de sus miembros que somos nosotros, los fieles.
El Señor nos llama a compartir con otros los bienes que poseemos, en primer lugar el tesoro de la fe, que no podemos considerar un privilegio privado sino un Don que hemos de repartir con aquellos que no lo han recibido todavía. De esto se beneficiará también la fe misma, ya que esta se fortalece dándola.
Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jesuralén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la Tierra (Hech, 1,8).
Las necesidades materiales de las Misiones son muchas y aumentan cada día. Los sacrificios económicos y generosidad de los fieles son indispensables para construir esa Iglesia-Misionera y testimoniar la caridad.
"La esperanza cristiana nos sostiene en nuestro compromiso a fondo para la nueva evangelización, para la misión universal y nos lleva pedir, como Jesús nos ha enseñado: - "Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (MATG, 1O) (RM, 86)
Los sacerdotes tienen un arduo y escarpado camino a recorrer para darle a los fieles la enseñanza clara, valiosa y concreta de las verdades de la fe.
Trabajo sin tregua ni descanso nos pide nuestro Papa Benedicto XVI a la Iglesia, la Iglesia que somos nosotros, aunque no seamos sacerdotes, nos corresponde a todos y cada uno extender el Reino de Cristo y llevarlo con nuestro testimonio a donde quiera que vayamos.
Este domingo dedicado a las Misiones vamos a hacer un esfuerzo en nuestra economía y vamos a dar lo más que podamos con el ánimo alegre y generoso, sabiendo que esa aportación servirá para esos misioneros que están en tan lejanas tierras dando su vida, llena de dificultades, necesidades, y gran soledad, con el amor de llevar "hasta los confines del mundo" la palabra de fe y esperanza en el conocimiento de Dios.
Necesitan de nuestras oraciones.... ¡oremos por ellos, no los olvidemos! Pero también ayudemos, con lo que podamos, con mucha generosidad, porque son inmensas sus necesidades materiales cuando están al frente de una misión perdida en lejanas tierras, con personas enfermas y con muy pocos recursos. De esta manera, con todas nuestras comodidades, podemos sentirnos.... "un poco misioneros también”.
A vivir este día con plenitud el mandato misionero de Jesús: “Vayan… vayan, prediquen mi Evangelio… bauticen a las personas… y háganles vivir en el amor…háganles vivir compartiendo sus propios bienes hasta ser comunidades vivas, florecientes, entregadas donde Cristo pueda ser para todos los hombres el PAN DE VIDA, EL PAN QUE SE ENTREGA POR LA SALVACIÒN DE TODOS LOS HOMBRES.
Copyright by: José Luis González
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