EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

                                                       
Juan Pablo Duarte es el dominicano por excelencia. Su vida ha sido un testimonio radiante, el de un ser humano que supo descubrir cuál era el propósito de su vida: forjar una Nación con los más sublimes valores que fueron consignados por la eternidad en el Escudo cobijado por la Santa Cruz y la Palabra de Dios que ampara la bella bandera dominicana: Dios, Patria y Libertad.
Su ideal lleno de amor hacia aquellos con quienes compartía esta bella tierra. Así lo reflejan sus palabras inmortales: “Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar mi Patria libre, independiente y triunfante”.
Una vez que supo cuál era su misión, no descansó hasta lograrla. Con gran propiedad declaraba la importancia vital de contar con hombres de buena voluntad y de fe, de la siguiente forma: “Los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas”.
Duarte era un hombre de trabajo y sabía que esta es la mejor vía de desarrollo de una nación. Veamos de nuevo sus palabras: “Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”. “Trabajemos, trabajemos sin descansar, no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos”.
Por su fe, Duarte es el referente más próximo en el que los dominicanos de todas las edades debemos escudarnos para lograr, mantener y consolidar los mayores anhelos de superación, bienestar y progreso.
Sólo una fe sin límites pudo pensar que en 1838, en un territorio con algo más de 50 mil kilómetros cuadrados de extensión, 20 mil familias y menos de 100 mil habitantes, se podría llevar a cabo un proceso de libertad.

Para la fecha, el territorio que hoy día ocupa la República Dominicana estaba incomunicado entre sí y con el exterior, sin carreteras, por lo que creer en el nacimiento de un país con esas características no era más que una muestra de una profunda fe.

La fe sin límites en el destino de su raza, es lo que pudo llevar a Duarte a pensar en que aquello podía ser una nación independiente y soberana; enfrentando todas las dificultades que se le presentaron para lograr sus objetivos.

Por su fe, Duarte es el referente más próximo en el que los dominicanos de todas las edades debemos escudarnos para lograr, mantener y consolidar los mayores anhelos de superación, bienestar y progreso.

Juan Pablo Duarte es el Padre de la Patria Dominicana que, encarnando los valores del humanismo cristiano ofrendó su vida para dar a los dominicanos “una Nación libre, soberna e independiente de toda dominación extranjera”. 

El valor de la libertad no solo está contenido en el Juramento Trinitario sino también en el Escudo Nacional que integra el Libro de los Evangelios abierto en el Capítulo VIII de La Buena Noticia según San Juan, que en sus versos 31 y 32 nos enseña: “Ustedes para ser de verdad mis discípulos, tienen que atenerse a ese mensaje mío; conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

Si cotejamos el contenido del Juramento Trinitario, el discurso de Duarte en diversas ocasiones y su estilo de vida, encontraremos armonía y fidelidad con los valores del humanismo cristiano, enraizamos en normas de convencía social. Y más aún,  como virtud, que es la práctica de los valores y principios.

Hoy día gracias a la fe de Duarte, que con un panorama desolador pensó en un himno, bandera, soberanía y dignidad, podemos decir y exhibir con orgullo que somos dominicanos.

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