Los fieles deben rboyst lanzarse a la aventura de buscar su propio significado en los textos bíblicos.
Católicos y protestantes coincidimos en una cosa: la Verdad está en la Biblia. Entonces ¿por qué si todos tenemos la misma Biblia vemos en ella cosas tan diferentes? Incluso los protestantes no se ponen de acuerdo entre sí sobre cuál es esa verdad que está allí escrita. Esta situación de confusión ha empujado a más de uno al ateísmo al convencerse de que si los propios cristianos no son capaces de ponerse de acuerdo en cuál es la verdad, entonces la Biblia no sirve para nada. Copio aquí un fragmento que un ateo ha escrito en su blog, recordando la búsqueda de la verdad que realizó en la adolescencia y que tan patética le resultó:
… Así que para aclarar todo esto nos dirigimos a varias de las organizaciones religiosas cerca de nuestra zona. Visitamos la iglesia de la parroquia, templos evangélicos y adventistas, hablamos con amigos testigos de Jehová e inclusive hasta con Mormones. Pero parecía que ninguno de ellos se ponía de acuerdo sobre lo que decía la Biblia y que normas debíamos acatar y cómo. Allí surgió la mágica palabrita que enredaba todo y hacía que hubiesen tantas visiones e iglesias diferentes: “Interpretación Bíblica”. A cada persona de una corriente eclesiástica que le preguntábamos invariablemente nos respondían: “¡No!… ese versículo hay que interpretarlo”. Y me di cuenta que mientras más loco y absurdo pareciese el versículo, mas “interpretación” necesitaba. Claro, también pasaba lo contrario, algunos nos decían que tal o cual versículo era “literal” y que simplemente había que obedecerlo sin objetar. ¿Cuál era la verdad?, ¿Debíamos tomar los versículos Bíblicos literalmente? O ¿Debíamos interpretarlos?… y en el segundo caso: ¿Cuál de todas era la interpretación correcta?
Pero no se trata aquí de que los cristianos ofrecen miles de interpretaciones y la católica es una más entre esas miles. En realidad hay dos bloques, los católicos y todas las demás iglesias apostólicas (ortodoxos y orientales) por un lado, y los protestantes por otro. En el bloque católico-ortodoxo hay una sola interpretación (con raras excepciones), en el bloque protestante hay miles. De eso trataremos en este artículo. Veremos por qué hay tantas interpretaciones diferentes y razonaremos cómo hallar la interpretación correcta.
Los protestantes afirman que toda la Verdad necesaria para la salvación está en la Biblia y solo en la Biblia (doctrina de la Sola Scriptura). Ellos creen que un cristiano ferviente y devoto que pida sinceramente la ayuda del Espíritu Santo, es capaz de interpretar la Biblia sin error y encontrar en ella la Verdad. Consideran que los católicos seguimos “tradiciones humanas” porque no interpretamos la Biblia por nuestra cuenta sino que aceptamos la interpretación que nos da nuestra Iglesia. Conociendo las herramientas que se utilizan para interpretar un texto bíblico podremos entender mejor por qué hay tanta diversidad de resultados y por qué cuando un protestante le intenta convencer a usted de tal o cual interpretación, puede resultar convincente y al mismo tiempo estar totalmente equivocado.
Para ello vamos a definir seis maneras de razonar que se usan constantemente en las interpretaciones bíblicas. No son maneras erróneas por sí mismas, pero tampoco son en sí mismas garantías de verdad, así que a partir de un texto bíblico y utilizando estas seis herramientas lo mismo podemos encontrarnos con la verdad que caer en un disparate. La solución no sería el no aplicar estas herramientas, porque entonces no podemos interpretar, sino aplicarlas de manera que evitemos conclusiones erróneas. Eso lo veremos al final.
Índice
Herramientas de interpretación
Católicos y protestantes usan estas herramientas porque son elementos del pensamiento humano en general. Sin embargo hay una diferencia muy grande entre cómo las aplican unos y otros. Primero veremos de qué manera estas herramientas pueden llevarnos al error, y luego veremos cómo conseguir depurar el error para quedarnos solo con la verdad. Pero cuando uno tiene convicciones profundas, es difícil hacerle ver que un razonamiento suyo no es correcto, así que para que resulte mucho más claro vamos a ver estas herramientas funcionando en un contexto bíblico pero también en un contexto no bíblico.
SEIS HERRAMIENTAS HABITUALES DE INTERPRETACIÓN
.A- GENERALIZACIÓN – Consiste en suponer que un rasgo aplicado a una persona o situación sirve igualmente para todas las personas o situaciones.
Antonio es muy pobre y sus hijos pasan hambre. Le hice un gran favor y él quiere agradecerlo, así que un día me regala una gallina. Yo no le acepto el regalo. Al día siguiente me regala un reloj de oro robado. Yo no le acepto el regalo. Al día siguiente me regala un caballito de madera que él mismo ha tallado de un tronco. Le acepto el regalo encantado.
Si este pasaje fuera bíblico y Antonio fuera Abraham y yo fuera Dios, sería frecuente que muchos usaran este texto como prueba de que a Dios no le gusta que le ofrezcan sacrificios de animales ni objetos robados, pero le encanta que le regalen cosas de madera. Eso sería generalizar: Como con Antonio ocurrió así, igualmente ha de ocurrir con cualquier persona en cualquier situación.
En ese argumento hay tres generalizaciones. La primera es un error; yo no rechazo la gallina porque no acepto animales, sino porque Antonio necesita dar de comer a sus hijos y yo no quiero matarles de hambre, pero si alguien sin necesidades me regalara una gallina yo la aceptaría agradecido. La segunda es un acierto; yo no acepto regalos robados en ninguna circunstancia, ni de Antonio ni de nadie. La tercera es un error parcial; yo he aceptado un regalo de madera, pero no por el hecho de que sea de madera sino porque es un regalo que no fue robado ni le supuso a Antonio despojarse de lo poco que tenía. Así que las generalizaciones no son de entrada ni correctas ni incorrectas, simplemente no sirven por sí mismas para demostrar nada.
EJEMPLO BÍBLICO
Uno de los 10 mandamientos entregados a Moisés dice que hay que santificar el sábado. Esto no afectó a los hebreos anteriores al pacto con Moisés ni tampoco afecta a los cristianos, posteriores al nuevo pacto de Jesús, que celebramos el día santo en domingo por ser cuando Jesús resucitó. Los adventistas sin embargo consideran que ese mandamiento no solo afecta a los judíos del pacto mosaico, sino a todos, así que ellos creen que los cristianos debemos santificar el sábado y no el domingo. Los demás protestantes no aceptan esta generalización, pero sí la aplican a otro de los 10 mandamientos, el que prohíbe hacer imagen alguna de persona, animal o cosa. Solo lo aplican parcialmente, pues si esa imagen no es para adorar entonces sí la aceptan (aunque hay alguna iglesia evangélica que reclama la prohibición total). Su razonamiento es el mismo que el de los adventistas con el sábado pero lo aplican a este mandamiento y no al otro. Los católicos consideran que esa prohibición también quedó derogada en el nuevo pacto porque la encarnación de Jesús hizo que lo invisible se hiciera visible y por tanto representable, y si Jesús, que es Dios, puede ser representado, con mayor motivo cualquier otra cosa o persona. También ordenó Dios a Abraham la circuncisión y sin embargo ni adventistas ni protestantes la consideran vigente para los cristianos, aunque hay una denominación de corte judaico que sí cree que sigue vigente para nosotros.
En el ejemplo de Antonio y yo, la manera de saber qué elementos se pueden generalizar y cuáles no es preguntarme a mí. Pero en el tema de los mandamientos no podemos preguntarle a Dios, así que cada uno saca sus propias interpretaciones, y ese mismo problema lo tendremos con el resto de herramientas que veremos a continuación.
.B- EXTRAPOLACIÓN – Si una cosa es cierta en esta circunstancia, también lo será en esa otra.
Por ejemplo, soy hombre y voy a un país de África en misión oficial. Me recibe el alcalde del pueblo con un abrazo, y su hijo me da otro abrazo. Me conmueve lo acogedora que parece esta gente.
En esos primeros momentos mi única experiencia de saludo y acogida en esa extraña cultura es el abrazo que he recibido del alcalde y su hijo. Al poco rato entra en la habitación su esposa y su hija. Yo no sé cuál sería la forma adecuada de saludarles a ellas, pero como algo tengo que hacer, decido extrapolar el saludo aprendido y aplicarlo también a ellas. Me levanto y les doy un buen abrazo a cada una. Ellas ponen cara de horror, los hombres se tensan, el aire casi se puede cortar. Está claro que he metido la pata, la extrapolación aquí ha fallado. Pero eso no lo podía saber yo. En España puedes dar dos besos para saludar a una desconocida que te acaban de presentar, eso mismo en Japón sería impensable. En Marruecos un nuevo amigo puede tomarte de la mano al andar por la calle, eso en Inglaterra sería impensable. Al enfrentarnos a lo desconocido o nos paralizamos o nos arriesgamos y aplicamos reglas como la generalización y la extrapolación, y luego observamos las consecuencias para ver si hemos acertado o no. Pero hacer eso mismo al interpretar la Biblia puede tener graves consecuencias, pues si metemos la pata no tendremos ese feedback posterior que nos diga si hemos acertado o no, así que nuestras interpretaciones serán suposiciones, pero no certezas. Lo cierto es que en la mayoría de los pasajes bíblicos, no podemos saber si lo que se dice en esa escena es extrapolable a otras situaciones (y a cuáles) o se refiere solo a una circunstancia muy concreta.
EJEMPLO BÍBLICO
En el Concilio de Jerusalén, los apóstoles ordenan a todos los cristianos “abstenerse de la sangre”: “Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación [= sexo fuera del matrimonio].” (Hechos 15:28-29)
Los testigos de Jehová consideran esa prohibición vigente y por eso se niegan a hacerse transfusiones. Esta idea de abstenerse de la sangre proviene del Levítico, y allí vemos claramente que se trata de alimentación (abstenerse de comer o beber sangre o animales que no han sido desangrados). Si los apóstoles no especifican el contexto es porque en aquellos momentos todos saben perfectamente a qué se refiere lo de la sangre.
Por eso les digo: Ninguno de ustedes deberá comer sangre, ni tampoco deberá comerla el extranjero que viva entre ustedes. (Levítico 17:10)
Los Testigos de Jehová hacen una extrapolación de este precepto, lo sacan de la alimentación y lo trasladan a la medicina, y como consecuencia de ello se niegan a hacerse transfusiones de sangre porque creen que con ello están violando el mandato divino. Algunos se niegan no solo a comer morcilla, hecha con sangre, sino incluso filetes poco hechos. El resto de cristianos, protestantes incluidos, ya ni siquiera seguimos este mandato en la comida, pues los apóstoles terminaron por derogarlo, o al menos esa es la interpretación que damos a pasajes como estos de las cartas paulinas en Colosenses 2:16 y 1 Timoteo 4:3-6 “Pues todo cuanto Dios ha creado es bueno, y nada hay que sea pernicioso si se come dando gracias“. Al margen de que estamos simplificando el argumento, estas citas tampoco son 100% concluyentes, pues no hablan en concreto de “comer sangre” y siempre es posible interpretar que está rechazando el concepto de animales impuros, pero no el de la sangre en sí. Por eso mismo un testigo de Jehová puede usar la Biblia para defender su postura, aunque ello le suponga chocar de frente con casi todos los demás cristianos. Si solo nos quedamos con la Biblia, este asunto, igual que muchos otros, se convierte en un callejón sin salida y termina por ser una cuestión de opinión sin nada que se pueda demostrar con absoluta certeza. Y lo mismo ocurre con todas las herramientas en mayor o menor medida. Veamos otra.
C- ADICIÓN POR SIMILITUD – Esto consiste en añadir elementos a un grupo basándose en la similitud. El problema de esto es que todo lo que sea añadir es modificar el grupo original, y además el concepto de similitud es muy relativo y personal, lo que para una persona es muy parecido para otra puede que sean cosas totalmente diferentes. A veces el añadido refuerza la idea original, y a veces la modifica o incluso desvirtúa.
Por ejemplo, se nos dice que Luisa, soltera de 20 años, es una mujer maravillosa, buena, trabajadora, inteligente, sensata, simpática, divertida, habilidosa y ocurrente, llena de virtudes.
Yo leo ese pasaje, me hago mi propia imagen mental de esa Luisa increíble y por similitud añado cualidades que me parece a mí que estarían en perfecta armonía con ese conjunto. A una mujer tan perfecta me la imagino hermosa. Ese rasgo no está ni explícito ni implícito en el texto original, pero para mí es natural suponerlo. Si Dios la ha adornado con tantas virtudes positivas, las otras cualidades que no menciona seguro que también son positivas.
Esta herramienta puede dar lugar a interpretaciones muy diferentes. Por ejemplo, dependiendo de mis valores y mi cultura, yo podría añadir por similitud la idea de que si Luisa es tan estupenda y virtuosa, y está soltera, sin duda tiene que ser virgen. Otra persona que considere la virginidad como una imposición machista del pasado y propio de mujeres frustradas o poco agraciadas estaría segura de que si Luisa es tan estupenda y todos la adoran, sin duda no puede ser virgen. Por cierto, inadvertidamente acabo yo de hacer otra adición aquí, he añadido que “todos la adoran”, pero eso no estaba en el texto original, lo he supuesto yo porque si tantas virtudes positivas tiene, sin duda todo el mundo la debe adorar. Pero ahora imaginemos el desgraciado caso de que Luisa, de raza negra, vive en un país super-racista. Ella sería estupendísima pero todo el mundo la despreciaría. Un buen ejemplo de cómo la técnica (muy humana) de adición por similitud nos puede llevar al acierto o igualmente llevar al error.
EJEMPLO BÍBLICO
San Pablo nos enumera 9 dones del Espíritu Santo (1 Corintios 12:8-10): sabiduría, conocimiento, fe, curación, milagro, profecía, discernimiento, lenguas, interpretación de lenguas. Muchos protestantes utilizan este pasaje como apoyo a su idea de que el Espíritu Santo les ilumina para interpretar la Biblia correctamente. Lo que hacen es partir de las ideas de “sabiduría, conocimiento, discernimiento, interpretación” y por similitud añaden un don nuevo: “infalibilidad en la interpretación de las escrituras”. Ahora lea el texto original y observe si por algún lado aparece ese nuevo don de la infalibilidad bíblica:
El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas.
La única interpretación de la que se habla es la de lenguas, no la de textos bíblicos, y por mucho que un hombre sea sabio eso no le garantiza una interpretación correcta de las escrituras, pues como estamos viendo, el problema de fondo es que para entender un texto siempre hay que hacer suposiciones sin garantías de acertar. Alertados por el mal uso de la Adición, parece aquí claro que esta cita de ningún modo se puede utilizar como demostración de que un cristiano puede leer la Biblia con infalibilidad. Tampoco es que lo esté negando, simplemente que este texto no demuestra nada en ese sentido, no habla de eso.
D- EXCLUSIÓN. Este es el procedimiento contrario al anterior, y casi siempre conduce al error. Consiste en suponer que un texto no solo afirma lo que en él se dice, sino que además excluye algo porque allí no se dice. Es quizá el error más aparatoso y no lo cometemos demasiado en la vida “normal”, pero es muy frecuente en las interpretaciones bíblicas protestantes. Veamos un ejemplo.
Mi instructor me ha dicho que para aprender a conducir bien, es necesario mantener la calma y no ponerse nerviosos ni alterarse continuamente.
No creo que nadie vea nada raro en esta afirmación, parece correcta. Como nosotros conocemos bien en qué consiste la conducción, todos sabemos que además de mantener la calma es necesario aprender las normas de circulación, el funcionamiento de los elementos del automóvil y sobre todo practicar mucho. Esos otros factores que son incluso más importantes que el arriba citado, no están en esa afirmación, pero esa afirmación no los excluye, simplemente no los menciona. En realidad si no los menciona es precisamente porque son más importantes y se dan por sentados, no hace falta decirlos. Pero si esa frase fuera bíblica y no supiéramos qué es eso de la conducción, muchos dirían que para conducir bien solo se necesita una cosa: estar relajado, pues esa frase lo dice muy claramente y no se puede dudar, pues Dios no miente. No, si quien ha dicho esa frase no mentía, simplemente está dando por sentado cosas que su oyente conoce perfectamente.
VARIANTE: Exclusión general
La herramienta de exclusión no solo se puede aplicar a un texto concreto, sino que los protestantes la aplican sistemáticamente a la Biblia entera. “Lo que no está no existe” (a nivel de religión) es lo que genera el constante estribillo de “¿Dónde está eso en la Biblia?”. Para un protestante, si algo no aparece claramente en la Biblia entonces no tiene cabida en el cristianismo, al menos en teoría, y de un plumazo rechazan muchas cosas del catolicismo porque no aparecen en la Biblia, o al menos no aparecen con claridad y con las mismas formas actuales. Por eso es frecuente oír a protestantes decir que el papado no tiene base bíblica porque en la Biblia nunca se menciona al papa, e igual con el rosario y otras muchas cosas. Eso es llevar la exclusión un paso más allá, y los teólogos protestantes no siempre van tan lejos, pero entre los protestantes de a pie sí es muy frecuente llevar la exclusión tan lejos como para negar la validez de cualquier cosa que no aparezca explícitamente en la Biblia. Rectifiquemos, la validez “de cualquier cosa católica” que no aparezca explícitamente en la Biblia porque también ellos tienen creencias o costumbres que no están en la Biblia, como por ejemplo “la Trinidad” o la doctrina de la Sola Scriptura o la Sola Fides y muchas cosas más.
VARIANTE: Exclusión radical
El suponer además que cuando una cosa no está en la Biblia es automáticamente opuesta a la Biblia (antibíblica) es otra variante radical de la herramienta de exclusión. Según esto, todo lo que no aparece en la Biblia no solo no es parte del cristianismo sino que además va en contra del cristianismo. De nuevo esta herramienta no es muy usada por los teólogos protestantes pero es muy frecuentemente usada por los protestantes de a pie, aunque solo cuando se trata de aplicarla a los católicos.
Por ejemplo, según el principio de exclusión general el rosario católico no sería un elemento cristiano porque no aparece en la Biblia. Cierto que se usa para rezar, pero dejando aparte la polémica sobre María, da igual que se utilice para hacer oraciones cristianas, lo importante para ellos es que ese “artilugio” no puede formar parte del cristianismo porque no aparece en la Biblia, así que su valor es nulo.
Pero según el principio de exclusión radical, se va un paso más allá. El rosario no solo es un objeto inservible que nada tiene que ver con el cristianismo, sino que como no aparece en la Biblia, entonces se convierte en un objeto antibíblico y pagano, o sea, rezar el rosario no solo no sería de utilidad, sino que es un elemento de condenación, un instrumento de Satanás creado para la perdición de las almas (son ideas textuales que a menudo nos dicen). Y todo porque en la Biblia no aparece. Por eso hay protestantes que van más allá y rechazan la doctrina de la Trinidad porque no aparece explícitamente en la Biblia, o rechazan la música o las velas en las celebraciones religiosas porque en la Biblia no aparecen. A la hora de decidir con qué intensidad se aplica la exclusión, cada denominación es libre de ser tan radical como desee, así que lo que para unos es aceptable para otros es anatema, aunque ninguno aplica este principio al 100%, sería imposible, entre otras muchas cosas habría que prohibir a los hombres asistir al culto con pantalones, pues ese es claramente un elemento “antibíblico”, o leer la Biblia en libro o formato electrónico, pues en la Biblia los textos sagrados solo se leen en rollos.
EJEMPLO BÍBLICO
Cuando un protestante interpreta la Biblia por su cuenta, es muy frecuente que aplique la herramienta de exclusión y suponga que lo que no se menciona es porque se niega. Lo que se hace con ello es afirmar que “lo que no está no existe”. Como además el lector moderno no suele estar familiarizado con la cultura de aquella época, se limita a interpretar lo que lee, sin saber nada más que lo que allí está escrito. Veamos un ejemplo práctico:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1)
Un protestante suele usar esta cita para “demostrar” que nos salvamos por la fe y no por las obras (Sola Fide). Pero en realidad este caso es exactamente el mismo que el del coche arriba mencionado. San Pablo está ahí diciendo que la fe nos salva (también lo afirmamos los católicos), pero no está diciendo que las obras no nos salvan, para llegar a esa conclusión tenemos que aplicar la herramienta de la EXCLUSIÓN. Esa cita solo habla de la fe, para saber si las obras salvan o no o si son más o menos importantes que la fe, tendríamos que recurrir a otros textos bíblicos que hablen sobre las obras, pero esta cita por sí misma no demuestra nada sobre las obras, y sin embargo se usa frecuentemente para intentar demostrar que las obras no sirven para salvarse. En este caso tenemos muchos textos que afirman que las obras sí nos salvan, como por ejemplo “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?” (Santiago 2:14). Aquí claramente se ve que la fe, sin obras, no sirve de nada. Podríamos suponer por tanto que las obras, sin fe, tampoco sirven, pero eso sería una extrapolación hecha sobre la afirmación de Santiago. Otros textos habrá que traten el asunto, y si no los hubiera, igualmente no podemos forzar en un texto significados que no están en él.
E- DEDUCCIÓN- Consiste en sacar una conclusión a partir de lo que el texto dice (si A y B, entonces C). Esta herramienta no solo es frecuente, sino que además es muy necesaria para entender un texto, y a menudo nos ayuda a encontrar la verdad del texto. El problema es que como siempre, esta herramienta por sí sola no garantiza la verdad. Si tuviéramos todos los datos (contexto completo de la situación, contexto histórico y cultural, contexto literario, etc. etc.) podríamos sacar una conclusión muy probablemente válida, pero incluso los eruditos expertos en Biblia nunca tienen todos los datos de todos los contextos y en cualquier caso siempre faltaría saber un dato clave más: la intencionalidad del autor. Así que existe la posibilidad de que una deducción aparentemente correcta nos lleve a una conclusión equivocada, o bien porque no disponemos de datos clave o bien porque la deducción no se hace de forma correcta. Veamos ejemplos evidentes de ambos casos.
DEDUCCIÓN CON FALTA DE DATOS
Un día llegué a una mansión victoriana a entrevistarme con el dueño, ya mayor. Mientras admiraba la belleza del edificio y los jardines que le rodeaban el señor me explicó que esa casa había pertenecido a su padre, al padre de su padre y así durante tres siglos. Yo, tal vez con poco tacto, añadí “y pertenecerá a sus hijos y a los hijos de sus hijos”. Entonces él con la mirada ensombrecida murmuró “Yo no tengo hijos”.
Está claro, ¿no? Ese señor no tenía hijos, lo dijo él mismo con toda claridad, no hay ahí nada que interpretar, solo información directa y evidente. Sin embargo más tarde supe que sí tenía un hijo, el cual había abandonado los estudios para fugarse con una mujer casada y vivía en una comuna instalada en un bosque de Escocia. El padre desheredó al hijo y desde ese día renegó de él. Como no sabía ese contexto, interpreté las palabras del padre de forma literal, ni siquiera era consciente de estar aplicando una deducción, pues la afirmación del padre en apariencia era algo que no necesitaba interpretación. Estas deducciones que ni siquiera nos parecen deducciones, son las más peligrosas, pues parece que solo existe una interpretación posible.
Alguien puede decir que en la Biblia nunca hallaremos nada semejante porque Dios no pretende engañarnos. Se equivocan. La afirmación de ese señor a mí me confundió porque no sabía nada de él. Sus amigos y vecinos sin embargo sí conocían su historia, así que cuando este señor les decía “yo no tengo hijos”, todos entendían perfectamente lo que quería decir, a nadie engañaba. El que resultó engañado fui yo por no conocer sus circunstancias. Así mismo en la Biblia los escritores sagrados están dirigiéndose a unos lectores concretos, y estos lectores ya comparten mucha información con el escritor, así que los textos a veces pueden decir cosas que la gente de aquella época entiende perfectamente pero que nosotros, que no tenemos esa información compartida, no entendemos ya. Si solo tuviéramos la Biblia entonces esa información presupuesta se habría perdido por completo, pero más adelante veremos que no es así, que esa información no escrita sí se ha conservado, y los católicos la usamos. No podría Dios dejarnos sin todos los recursos necesarios para entender perfectamente su verdad.
DEDUCCIÓN INCORRECTA
Un ejemplo sencillo de deducción incorrecta podría ser el siguiente: En este país los hombres llevan el pelo corto y las mujeres llevan el pelo largo. A mi lado pasa alguien con el pelo largo, luego es una mujer. Cierto que no tiene pechos pero… lleva el pelo largo luego es una mujer. Cierto que tiene barba y la voz ronca y facciones angulosas pero… lleva el pelo largo luego es una mujer.
Un ejemplo muy básico, puede que nadie cayera en ese error, pero para ver en qué consiste este mecanismo nos sirve. En el ejemplo anterior, a pesar de que hemos visto que todos los hombres llevan el pelo largo, es obvio que ese caso que nos encontramos debe de ser una excepción a la norma, y sería absurdo ignorar la excepción y seguir apegados a la norma a pesar de que la evidencia lo contradice. En realidad errores así de grandes no son tan infrecuentes cuando se trata de utilizar citas bíblicas para demostrar tal o cual doctrina. Veremos ejemplos reales más abajo.
EJEMPLO BÍBLICO
La Biblia habla varias veces de los “hermanos de Jesús”. No parece que esa frase necesite nada que interpretar, si Jesús tiene hermanos es que tiene hermanos, y la deducción lógica es que María tuvo varios hijos y por tanto no fue virgen “antes, durante y después” de nacer Jesús. Pero tal interpretación supone una falta de datos de tipo cultural y lingüístico. En oriente medio (incluso hoy en día) a menudo se llamaba “hermanos” a todos los parientes de primer grado, incluidos los tíos y los primos, así que esa expresión podía referirse a hermanos carnales o también a primos carnales, ambas interpretaciones son válidas. Nos hallamos ante un error de deducción por falta de datos.
Ahora supongamos que esa expresión se refiere realmente a hermanos y no primos. Imaginemos que en otro sitio de la Biblia se nos hablara de “los hijos de María” (lo cual no ocurre), con lo que sabríamos que eran realmente hermanos de Jesús en nuestro sentido del término. Nuestra conclusión entonces sería que María no pudo ser virgen “antes, durante y después” del nacimiento de Jesús, puesto que tuvo más hijos. Pero esa conclusión sería otro caso de deducción con falta de datos. Entre los ortodoxos hay muchos que piensan que los llamados hermanos de Jesús eran verdaderamente sus hermanos, pero solo de padre, hijos de un matrimonio anterior de José, y por tanto hijastros de María. En tal caso la virginidad de María sigue intacta ¿verdad? Bueno, sí, pero siempre que aceptemos la idea de que el nacimiento de Jesús no afectó a esa virginidad, porque la Biblia dice que María era virgen cuando concibió a Jesús, pero podría haber perdido la virginidad durante el parto ¿no?, pues la Biblia nada menciona de eso y por tanto los protestantes usan aquí la exclusión para negarlo, aunque hasta no hace mucho también muchos de ellos lo defendían. Lo cierto es que hay interpretaciones para todos los gustos, y todos usan el mismo texto, pero haciendo deducciones diferentes. Solo una de esas interpretaciones puede ser correcta, y para saberlo no podemos apoyarnos solo en el texto porque el texto bíblico permite todas ellas, habrá que apoyarse en otra cosa.
En cuanto a la deducción errónea, como su propio nombre indica es problema de hacer un razonamiento que rompe las leyes de la lógica, una deducción mal hecha. Podríamos pensar que esto sería algo propio de gente poco inteligente, pero la convicción puede cegar a una persona que acaba viendo en un texto lo que quiere ver en lugar de lo que realmente hay, y podemos encontrarnos con alguien muy inteligente que en la Biblia hace deducciones que nunca haría en otros ámbitos de su vida. Usaré un ejemplo real de un comentario que han escrito en nuestro blog.
-> Así mismo nos enseña biblicamente en: Lucas 11:13 Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, >¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Biblicamente asi esta escrito en: 1 Corintios 2:10-11 Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios.… Observa: El Espiritu Santo conoce y todo lo escudriña aun las profundidades de DIOS, ¿lo que me quieres decir es que DIOS es un DIOS de desorden y de confusión, que por eso permitirá que algunos hombres pienses una cosa y otros otra y se confundan entre sí, para no poder llegar a la VIDA ETERNA PROMETIDA POR DIOS PARA TODO AQUEL QUE LO BUSCA Y CUMPLE SUS MANDAMIENTOS BIBLICOS?. ->Esta escrito en: 1 Corintios 14:33 porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz,..
La discusión en curso era sobre si realmente el Espíritu Santo ilumina a todo el cristiano que se lo pide para poder interpretar la Biblia de forma infalible. Su opinión era que sí y la mía que no, que si en el protestantismo hay miles de interpretaciones diferentes es porque el Espíritu Santo no se ocupa de iluminar a cada uno para esa función. Los católicos creemos que el Espíritu libra a su Iglesia (la católica) de interpretaciones erróneas, pero esa protección va dirigida a la Iglesia, no a cada cristiano que lo solicite. Para demostrar su posición y rechazar la mía nuestra lectora, como buena protestante, recurre a una serie de citas bíblicas las cuales, según su interpretación, demuestran que el Espíritu ilumina en la infalibilidad a cualquier lector bíblico que se lo pida. Son esas tres citas que acabamos de ver, cada una expresa una idea:
1- Dios da el Espíritu Santo a quien se lo pida
2- Dios, por medio del Espíritu Santo, nos revela la verdad para que no caigamos en el error
3- Dios no es confusión
2- Dios, por medio del Espíritu Santo, nos revela la verdad para que no caigamos en el error
3- Dios no es confusión
Con estas tres ideas nuestra lectora hace una deducción: Si pides el Espíritu Santo, Dios te lo dará. El Espíritu te revelará la verdad y evitará que pueda existir confusión, para que todos interpreten la Biblia según la verdad y no según el criterio de cada uno.
Supuestamente esas tres citas no solo demuestran que su postura es correcta sino que la mía (la católica) es falsa. Sin embargo esa deducción es errónea. En realidad esas tres citas demuestran que la postura católica es la correcta. Veamos.
1- Dios enviará al Espíritu a todo el que se lo pida: efectivamente, pero esa cita no explica cómo. Los protestantes creen que basta con pedirlo, los católicos creemos que es necesario una preparación y un sacramento, la Confirmación. Por tanto esta cita apoya igualmente la interpretación protestante y la católica.
2- El Espíritu Santo nos revela la verdad para que no caigamos en el error. Ciertamente, pero el contexto de esa cita no se refiere, como nuestra lectora pretende, a la interpretación de las escrituras, sino a la comprensión de los misterios de Dios, que es de lo que ese pasaje está hablando. Pero supongamos que la interpretación bíblica sí que quedara incluida en ello (que pudiera ser). Los católicos también pensamos que el Espíritu Santo evita que caigamos en el error doctrinal. La diferencia es que los católicos creemos que esa protección se da en la Iglesia como comunidad (por eso si una persona intenta interpretar la Biblia por su cuenta podrá caer en el error) y los protestantes creen que la inspiración se da en cada individuo que lee la Biblia. De nuevo nos encontramos con una cita que sirve igual para protestantes que para católicos.
3- Dios no es confusión. Con esto pretende nuestra lectora demostrar que no es posible que varias personas iluminadas por el Espíritu Santo puedan interpretar la Biblia de formas diferentes. Totalmente de acuerdo, pero si observamos la realidad veremos que aunque todos los protestantes afirman que el Espíritu Santo les ilumina al leer la Biblia, tenemos sin embargo miles de interpretación diferentes, o sea, tenemos confusión.
Y la conclusión correcta sería: puesto que Dios no es confusión, donde hay confusión no está la acción de Dios. Como es un hecho que los protestantes hacen interpretaciones muy diferentes de la Biblia (o sea, viven en la confusión), entonces está claro que Dios no está ahí iluminando a nadie para que encuentren la interpretación correcta. O sea, cuando uno decide interpretar la Biblia por su cuenta, lo hace con sus propios recursos, sin la ayuda de Dios. Por lo tanto la única posibilidad de que la cita 1 y 2 sigan siendo verdaderas es si suponemos que el Espíritu Santo nos libra del error doctrinal, sí, pero en el seno de la Iglesia, puesto que a nivel individual ya vemos que no. Y esa es la postura católica.
Y otro caso, de deducción errónea. Este argumento lo encontré en un vídeo protestante declarando lo absurdo de interpretar literalmente las palabras de Jesús en la Última Cena. El argumento básicamente era este:
1- Jesús dijo: “Tomad y comed porque este es mi cuerpo” (Mateo 26:26), “yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre” (Juan 6:51)
2- Jesús dijo: “Yo soy la vid” (Juan 15:1), “Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:7)
2- Jesús dijo: “Yo soy la vid” (Juan 15:1), “Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:7)
Cuando Jesús dijo que era la vid o la puerta, evidentemente era una metáfora. Cuando dijo “este es mi cuerpo” o “yo soy el pan”, evidentemente era también una metáfora.
Me sorprendió encontrar un argumento tan defectuoso en un vídeo de tanta calidad. Si uno está de acuerdo con esa deducción, es probable que este razonamiento le parezca sólido y adecuado (así funcionamos los seres humanos), pero cuando no estás de acuerdo es muy fácil ver el fallo de lógica. Sería comparable a esto otro:
Puesto que Antonio no es un mono y lo dijo en sentido figurado, cuando afirmó que era un hombre también lo dijo en sentido figurado.
.F- ALEGORÍA – Consiste en utilizar imágenes simbólicas para describir una realidad. Es lo contrario a una interpretación literal.
Cuando ella me miró a los ojos todo mi cuerpo tembló y mi corazón se detuvo en seco. Mi estómago se llenó de mariposas y tambores atronadores sonaban en mis sienes. En un momento estaba clavado al suelo y al siguiente flotaba en el aire.
Todos entendemos sin problemas que esta descripción es metafórica, una alegoría. Sería absurdo interpretar estas palabras de forma literal. Pero cuando se trata de la Biblia la cosa cambia. Una cosa increíble puede ser real (Jesús caminando sobre las aguas) y una cosa de lo más normal puede ser metafórico (el prójimo es tu hermano). Por eso cualquier texto, sea fantástico o sea prosaico, es susceptible de ser interpretado literal o metafóricamente. Y este problema es una de las principales causas de separación doctrinal en los protestantes desde su inicio. Todos leerán la misma frase, pero basta con decir “esto es una alegoría” o “esto es literal” para acabar con doctrinas bien diferentes. Por eso un católico puede usar citas muy obvias sobre que el pan eucarístico es realmente el cuerpo de Jesús, y a un protestante le bastará con decir “eso es alegórico” para desestimar todas las pruebas. Y sin embargo más de un protestante te dirá que en el futuro aparecerá un dragón de 7 cabezas y obligará a todo el mundo a adorarle, porque así lo dice el Apocalipsis y así lo defienden los fundamentalistas americanos.
Un Testigo de Jehová me decía una vez que los católicos no entendíamos la Biblia porque interpretábamos muchas cosas alegóricamente, y ellos creían que la interpretación correcta es siempre la literal, porque la Palabra de Dios no engaña y siempre es recta. Entonces yo le recordé lo del dragón de 7 cabezas y me dijo que ahí “claramente” sí era alegórico porque era evidente. Y le recordé lo de que el mundo fue creado en 6 días y me dijo que esos días también eran alegóricos. Total, que ellos, igual que nosotros, hacen interpretaciones alegóricas y literales, pero en diferentes sitios. Hay evangélicos que piensan que el dragón y los 6 días sí son literales, y no estarían de acuerdo con ese parecer de que “evidentemente” son alegóricos. Y lo malo es que la Biblia en ningún momento te va a decir cuál de los dos enfoques tienes que aplicar en cada caso.
EJEMPLO BÍBLICO
Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al infierno. (Mateo 5:29)
¿Habla aquí Jesús literal o simbólicamente?
Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. (Mateo 5:39)
¿Y esto, es literal o simbólico?
EL DILEMA
Un elemento fundamental para poder interpretar correctamente un texto bíblico es conocer todo el contexto en el que Jesús habla y actúa y en el que esos textos se escriben. Basta con que visitemos un país diferente para que haya muchas cosas que no entendamos. Si vas a un país norteafricano y la gente eructa en la comida tú pensarías que son gente sin modales, y ellos pensarán que el que no tiene modales eres tú por no hacerlo. Pues imagínate si nos vamos a la Palestina de hace 2000 años, otra cultura, otra lengua, otra manera de vivir… Los malentendidos y las incomprensiones son tantos que es imposible emitir un juicio de valor sobre nada sin meter la pata. Hoy en día tenemos muchos datos sobre aquella época, pero aún así es más lo que desconocemos que lo que conocemos. Incluso los mejores eruditos bíblicos no pueden sino conjeturar, y por ello a menudo no están de acuerdo en muchas interpretaciones. Así que imagínese el resultado si un adolescente de la selva de Nigeria se sienta en su choza a leer la Biblia para interpretarla. Las posibilidades de que entienda bien el mensaje de Jesús son totalmente nulas. Y si eso mismo hace un profesor en su despacho de la Universidad Pontificia de Salamanca, las posibilidades de que lo entienda bien aumentan mucho, pero las posibilidades de que encuentre allí la verdad por su cuenta siguen siendo nulas. Errará menos pero aún así errará mucho.
Incluso si conociéramos bien todo el contexto cultural, histórico, literario, etc. del texto, siempre existe la posibilidad de malinterpretar la intencionalidad lingüística de quien habla o escribe (de ahí que en nuestra vida cotidiana experimentemos a menudo malentendidos incluso con nuestros seres más cercanos). Por tanto para interpretar correctamente las palabras de una persona no hay más remedio que acudir al autor y preguntarle qué es lo que quería decir exactamente aquí y allá. Pero en el caso de la Biblia eso no es posible así que si lo único que tenemos es el texto, la única manera de interpretarlo es usar las herramientas de las que hemos hablado, y ya hemos visto quecada una de esas herramientas o es claramente defectuosa o en el mejor de los casos nos ayuda a sacar una conclusión probable, pero nunca una conclusión indiscutible. O sea, solo con el texto bíblico no podremos nunca estar seguros de la verdad que nos enseña. Si usamos las herramientas a menudo caeremos en el error, si no las usamos no podremos interpretar nada. Veamos cómo reaccionan los católicos y los protestantes ante tal dilema.
CÓMO RESOLVER EL DILEMA
Cuando los protestantes utilizan textos bíblicos para demostrar una doctrina, hay que estar muy alertas a estos seis métodos vistos. Tenemos que ser conscientes de que por muy bien explicado que esté su argumento, en realidad no ofrece ninguna garantía ni sobre la verdad ni sobre la falsedad del argumento. El problema es que si eliminamos estas herramientas la mayoría de los textos quedan inservibles y nos vemos obligados a acudir a algo externo que nos diga cuál es el verdadero sentido del texto:
– Los católicos podemos usar esas herramientas pero siempre que nos mantengamos en el marco de la Tradición apostólica. Si los primeros cristianos creían que este pasaje quería decir X, entonces es que X es el sentido correcto de ese texto, pues ellos sí que pudieron preguntar a los apóstoles por el verdadero sentido de las cosas y por tanto conocían las doctrinas correctas. Si un católico saca una interpretación bíblica que contradice la Tradición apostólica, entonces por muy bien razonado que parezca, esa interpretación será errónea; y si persiste en ella, se está apartando del catolicismo y convirtiendo su interpretación en una más de las miles que el protestantismo ha generado, aunque sin duda su ego y su autoimagen de genio se inflarán en el proceso.
– Los protestantes pueden usar esas herramientas bajo la inspiración del Espíritu Santo, el cual (según ellos creen) les ilumina en su lectura y les evita todo error. Si al leer un texto, bajo la inspiración del Espíritu, tú sientes con claridad que el verdadero sentido es X, entonces es que X es el sentido correcto de ese texto. Sería algo así como preguntar al mismo Dios por el significado del texto, así que la interpretación queda garantizada porque estaría inspirada por Dios mismo. Al igual que en el caso de los católicos, la verdadera garantía de la interpretación de un pasaje no estaría en el razonamiento seguido (pues ya vimos que siempre puede caer en el error), sino en el hecho de que ese razonamiento ha sido guiado por Dios y librado del error.
Y esta es la cruda realidad, por mucho que un católico y cien protestantes discutan sobre sus diferentes interpretaciones, en el fondo ninguno de sus razonamientos por sí mismos pueden garantizar la verdad. Por muy convincente que resulte un razonamiento, nunca tendremos garantías al 100% de que sea acertado, aunque sí es posible demostrar con un razonamiento sólido y correcto que tal o cual interpretación está equivocada. Por tanto en la interpretación bíblica solo podemos discutir sobre si una interpretación es incorrecta (Demostración Negativa), pero no podemos discutir sobre si es correcta. Para ver la corrección, la verdad de una interpretación, ya no basta con usar razonamientos humanos, tenemos que recurrir a algo más. Los católicos, como hemos visto, recurren a la Tradición apostólica, que es histórica, demostrable, y protegida por el Espíritu Santo según nosotros. Los protestantes recurren a la inspiración divina, que según ellos guía sus pasos en el proceso de interpretar. O sea, ambos recurrimos a la inspiración divina, pero unos la encuentran en la historia y en la comunidad, y otros en el presente y en el individuo.
Pero para demostrar esto que ambos dicen es necesario mostrar pruebas. Si un católico dice que en el pasaje de “Tomad y comed todos de él porque este es mi cuerpo” Jesús está hablando de forma literal, tendrá que mostrar textos de los cristianos primitivos y posteriores donde se vea que desde los primeros tiempos los cristianos lo creían así, y que además esa creencia no era un fenómeno aislado o puntual sino la creencia general a lo largo del espacio y el tiempo. Eso es lo que estamos nosotros intentando demostrar en muchos de los artículos que hemos escrito en este blog, mostrando que todas las doctrinas católicas se encuentran ya bien documentadas en los primeros siglos del cristianismo y que un católico actual puede estar de acuerdo con todas las creencias de los cristianos de los siglos I y II.
En cuanto a los protestantes, para demostrar que esa inspiración del Espíritu Santo es real y sucede, tendrían que demostrar que personas diferentes, aisladas entre sí y separadas en el espacio y/o el tiempo, pueden llegar a la misma interpretación de todos los pasajes bíblicos con la sola ayuda del Espíritu Santo. Si alguien puede demostrar eso, a mí me encantaría verlo. Lo que vemos, más bien, es lo contrario, que cuanto más devotos son y más estudian la Biblia, más interpretaciones diferentes florecen y más nuevas iglesias surgen constantemente, todas afirmando que todas las demás han caído en el error.
Por otra parte tenemos las iglesias apostólicas, que llevan mil años separadas y aisladas (algunas iglesias hasta 1500 años) y sin embargo han mantenido unas doctrinas que en esencia son iguales. El tiempo y el aislamiento deberían haber generado una separación doctrinal importante, pero no ha sido así. En una situación así, sí podemos decir que es el Espíritu Santo quien nos ha librado del error. Pero incluso para un ateo, sería evidente que el permanecer fieles a sus orígenes apostólicos ha evitado que estas iglesias desvirtúen y diversifiquen sus doctrinas, mientras que los protestantes, al hacer cada uno su propia interpretación, no pueden evitar generar miles y miles de doctrinas diferentes.
CONCLUSIÓN
Si Verdad solo hay una pero los errores pueden ser infinitos, no es difícil suponer que las iglesias apostólicas custodian, como siempre han custodiado, esa Verdad, mientras que las iglesias protestantes, con su Sola Scriptura, han creado una excelente maquinaria de producir errores. Lo cierto es que la Biblia, por sí misma, no puede desvelarnos su verdadero significado, con lo que la doctrina de la Sola Scriptura queda invalidada tal como vemos en la práctica. Es la Tradición apostólica la única capaz de mostrarnos la interpretación correcta de un texto, y si una interpretación contradice a la Tradición, el católico ya sabe que se ha equivocado al hacerla. Por el contrario, nada le puede indicar claramente a un protestante si está acertando o equivocándose en sus interpretaciones. La supuesta garantía divina choca frontalmente con la cruda realidad cuando encontramos a cien protestantes diciendo que el Espíritu les ha iluminado y sin embargo cada uno de ellos ha hallado una interpretación distinta. Pero cuando un católico, un ortodoxo y un copto afirman que María es madre de Dios, igual que lo afirmaba la Iglesia de las catacumbas, los tres son la prueba de que la Tradición apostólica garantiza la no desviación doctrinal.
Volviendo al ejemplo de la Transubstanciación. Con la Biblia en la mano me parece a mí que abundan las citas donde claramente se habla de que el pan y el vino se convierten real y verdaderamente en el cuerpo y la sangre de Jesús (vea nuestro artículo sobre el tema), pero ni todos los razonamientos bíblicos del mundo podrían convencer a los protestantes de que tal cosa es cierta sin lugar a dudas, porque siempre pueden recurrir a la herramienta de la alegoría y a suponer en Jesús una intencionalidad diferente a la que nosotros suponemos. Así que solo con la Biblia nunca podremos resolver esta polémica de forma definitiva. Pero si los católicos no podemos tener ni una mínima duda sobre esto no es solo porque aparece en la Biblia, sino porque el verdadero sentido de esos textos está en la Tradición apostólica, esa es la interpretación que hacían los primeros cristianos.
Juan escribió varios pasajes muy claros sobre la presencia real de Jesús en la eucaristía, especialmente este discurso sobre el pan bajado del cielo (Juan 6, 51-58) que dice, entre otras cosas “Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida“. Pero los protestantes afirman que todas las referencias de Juan sobre esto son puras alegorías. Y pudiera ser que tuvieran razón. Ahora bien, en un asunto de tamaña importancia, es evidente que San Policarpo, uno de los discípulos de San Juan, estuviera bien enterado. Policarpo habría hablado con Juan sobre esto y sería muy consciente del sentido que Juan daba a estas palabras que él mismo escribió. Cuando Juan partía el pan con sus discípulos, todos sabrían bien si lo que estaban recibiendo era el cuerpo de Cristo o un símbolo de su cuerpo. Si Policarpo tenía alguna duda sobre este tema o cualquier otro, no tenía más que preguntárselo al apóstol San Juan, y él se lo aclararía, que en eso consiste ser discípulo. Pues bien, Policarpo conocía bien la intencionalidad de Juan cuando escribió eso (y Juan conocía bien la intencionalidad de Jesús cuando lo dijo), pero por desgracia no nos dejó ningún escrito sobre ese asunto en concreto, pues de él solo conservamos una carta que escribió a los filipenses y habla de otras cosas.
Pero por suerte Policarpo tuvo a su vez un discípulo que sí escribió mucho más, se trata del obispo San Ireneo. Al igual que Policarpo con Juan, Ireneo pasó años aprendiendo la fe de Policarpo, y le preguntaría todas sus dudas. Cuando Policarpo le enseñó a Ireneo a partir el pan, le explicaría bien lo que eso realmente suponía, tal como él lo aprendió de su maestro San Juan, y éste de Jesús. Y San Ireneo sí que nos explica en uno de sus textos el significado de la eucaristía, y lo hace con estas palabras: “el cáliz es su propia Sangre” y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos elementos, terreno y celestial”. Por lo tanto yo, como católico, soy consciente de que las palabras de la Biblia siempre pueden ser interpretables de formas diferentes, pues en caso de duda no podemos preguntarle al autor qué era exactamente lo que pretendía decir con eso. Pero por fortuna soy miembro de una cadena humana ininterrumpida en la historia y que me remonta hasta el mismo Jesús. Jesús se lo explicó a Juan, Juan a Policarpo, Policarpo a Ireneo, e Ireneo nos lo escribió para que nosotros lo entendamos. Pero no solo Ireneo, también en el siglo II y posteriores tenemos muchos textos que nos dan el mismo significado, así que eso demuestra sin duda alguna que ese era el verdadero sentido que transmitió Jesús a sus apóstoles y el que ellos transmitieron a sus discípulos y así sucesivamente. Así es como la verdad pudo preservarse.
Cuando San Ireneo y San Justino nos explican en el siglo II que el pan es la verdadera carne de Cristo, ya no es necesario especular, pues ellos lo sabían porque eran los discípulos de aquellos que lo habían sido de los apóstoles, y por tanto estaban bien enterados de las verdaderas doctrinas. 1500 años más tarde, un grupo de hombres se encierran con su Biblia para comprender las verdaderas palabras de San Juan, y deciden (con la ayuda del Espíritu Santo según ellos) que ni Justino ni Ireneo (y por tanto tampoco Policarpo) sabían lo que decían. Tal vez Lutero y los suyos pensaron que San Juan era perfecto escribiendo el evangelio, pero fue un pésimo maestro, de modo que sus discípulos acabaron en el error incluso en los temas más fundamentales. Pero Calvino también se encerró con su Biblia en esos mismos días y llegó a la conclusión de que no solo Ireneo y Justino estaban en el error, sino que el mismo Lutero no supo entender la eucaristía de la forma correcta (y por tanto no fue iluminado por el Espíritu). Y así se fueron multiplicando las doctrinas protestantes en cuestión de meses. Ni siquiera los dos grandes fundadores del protestantismo fueron capaces de ponerse de acuerdo en un asunto tan trascendental. Mientras, los católicos, fieles a Ireneo y Justino y todos los cristianos de los primeros siglos, mantenían y mantienen la misma doctrina de siempre.
Por tanto, a la pregunta que iniciaba este artículo, ¿Hay una manera correcta de interpretar la Biblia?, podemos responder confiados recurriendo a la fe y a la observación de la realidad: sí, y solo hay una, interpretar la Biblia sin salirse de la Tradición apostólica. Y dicha Tradición solo se conserva en las iglesias apostólicas, las cuales la han preservado fielmente durante 2000 años, y como católicos que somos, creemos que en aquellos pocos casos en los que hay alguna variación, la garantía de fidelidad al 100% se encuentra en la Iglesia Católica gracias a la acción del EspírituSanto. Pero no corresponde a los fieles el sentarse a interpretar. Si un cristiano quiere entender mejor un pasaje, no debe sentarse a usar herramienta alguna, sino acudir al Magisterio de la Iglesia (ver Apéndice al final) para que ella le explique y le aclare. En ese Magisterio, el Espíritu actúa como garantía de la verdad, fuera de ese Magisterio solo puede reinar la confusión y el error que los recursos meramente humanos inevitablemente generan.
APÉNDICE
Aquí solo hemos tratado estas 6 herramientas metodológicas, pero no queremos decir que son las únicas que se pueden usar. Además de atenerse siempre al marco de la Tradición (que es lo fundamental), hay otros tres factores imprescindibles para poder hacer una interpretación correcta.
CONTEXTO
Cualquier interpretación puede fallar si no se conoce bien el contexto cultural, histórico, lingüístico, etc. en el que aparece el texto original.
LA REVELACIÓN ES PROGRESIVA
También hay que tener en cuenta que la revelación es progresiva, así que lo que dice el Nuevo Testamento siempre está por encima de lo que diga el Antiguo, hasta el punto de poder derogarlo, matizarlo o contradecirlo. El Antiguo Testamento siempre ha de interpretarse a la luz del Nuevo y sin perder de vista que la dirección en la que se mueve toda la historia sagrada es la redención de Cristo.
EL MENSAJE BÍBLICO ES GLOBAL
Los protestantes tienen tendencia a discutir una doctrina enfocándose en una o varias citas concretas. Los católicos siempre deben tener presente la unidad de la Biblia y su enfoque debe de ser siempre global, por eso en nuestras discusiones no usamos tantísimo las citas concretas como hacen los protestantes, porque eso al final consigue que los árboles no te dejen ver el bosque. Si la interpretación de una cita concreta no armoniza bien con el mensaje bíblico en general, entonces esa interpretación no puede ser la correcta. El ejemplo más claro es una secta filipina cuyo nombre ya olvidé. Ellos afirman que Jesús es malvado, y muestran un montón de citas aisladas (del AT y NT) en las que parece muy claro que así es. Pero es evidente que el sentir general de la Biblia es el contrario, así que parezca lo que parezca un texto suelto, su verdadero significado no puede contradecir el mensaje global que la Biblia transmite. Por ejemplo usar la cita “yo no he venido a traer la paz sino la espada” (Mateo 10:34) para demostrar que Jesús era belicoso sería absurdo, pues toda la imagen que los evangelios nos dan de Jesús es la de un enorme pacifista, así que en esa cita la interpretación literal no es posible, Jesús estaba hablando alegóricamente, de conflictos provocados por la búsqueda de la justicia y la verdad, no de guerras y matanzas. Además, la Tradición así lo confirma.
LA PROTECCIÓN DEL ESPÍRITU ESTÁ DENTRO DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
Pero como ya hemos comentado, la garantía última de infalibilidad está en el Espíritu Santo. Ni siquiera un conocimiento exhaustivo de la Tradición apostólica podría asegurarnos al 100% que nuestra interpretación va a ser la verdadera. Es el Espíritu Santo quien vela por que la verdad no se desvirtúe, sino que se conserve y refine, y esa protección la efectúa a través no del individuo sino del Magisterio de la Iglesia, el cual es transmitido, defendido y aclarado por los obispos en comunión con el papa a través de herramientas como los dogmas y concilios, en los cuales el Espíritu actúa como garante. Por eso los padres de la Iglesia, teólogos etc. han interpretado las Escrituras en el marco de la Tradición, pero es cuando el Magisterio de la Iglesia las declara doctrina oficial cuando esas doctrinas quedan fijadas de forma indiscutible. Los fieles católicos, al contrario que los protestantes, no pueden sentarse a buscar doctrinas en la Biblia por su cuenta, pues por muchos conocimientos que tengan, tanto de la Biblia, de su contexto como de la Tradición, carecen de infalibilidad, por eso si necesitan aclarar algún significado tendrán que recurrir al Magisterio en lugar de analizar por su cuenta. Eso garantiza la veracidad y la unidad de la Iglesia. De ahí aquella famosa frase que aparecía en muchos catecismos divulgativos que ante dificultades doctrinales y misterios, la respuesta era que “doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”. Un proceder que, admitámoslo, no encaja bien con el pensamiento reflexivo y democrático del hombre moderno, al que se valora por su búsqueda de la originalidad y riesgo, pero es que la verdad no puede ser un asunto de votación ni de moda ni de originalidad, la verdad solo es una, es universal y es inmutable, y está custodiada por el Magisterio y protegida por el Espíritu. Si un cristiano emprende una aventura individual, su único camino sería el de alejarse de esa verdad, tal como les ha ocurrido a los protestantes.
CITAS
He aquí varias citas interesantes que nos ha ofrecido un lector (Hector R.) al respecto:
85 “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
86 “El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10).
87 Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros escucha a mí me escucha” (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.
(Catecismo de la Iglesia Católica)
Lucas 24:45: “Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras.”
Si los Apóstoles pudieran entender el mensaje de las Escrituras fue porque Jesús les “abrió sus inteligencias”, de lo contrario por sus propios recursos nunca habrían entendido el verdadero mensaje.
Hechos 8:30-31: “Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó [al eunuco]: «¿Comprendes lo que estás leyendo?» El respondió: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?»“El apóstol Felipe (equivalente a lo que luego serían los obispos) podía ayudar al eunuco a entender las escrituras, pero el eunuco por su cuenta no habría pedido. Felipe no le explicó al eunuco que debía leer las escrituras más detalladamente solicitando al Espíritu su iluminación (que es lo que los protestantes dicen que hay que hacer), sino que la Biblia nos dice: “Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús” (Hechos 8:35) Felipe, que aquí encarna al Magisterio, le explica el significado de las Escrituras, porque él, y no el eunuco, era depositario de la fe y actuaba en ese punto bajo la protección del Espíritu.
2 Pedro 1:20 “Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura.“
Un protestante diría que ellos nunca interpretan la Biblia “por cuenta propia”, sino bajo la iluminación del Espíritu Santo. Para San Pedro, eso es “cuenta propia”, frente a lo correcto que sería interpretarla según el Magisterio de la Iglesia, que en esos momentos se limitaba a lo que los apóstoles estaban enseñando. Es en las cartas de San Pablo donde los protestantes, ejerciendo su propia reflexión, han hallado buena parte de sus nuevas doctrinas, alejándose más de la Iglesia de Roma y del sucesor de Pedro por su causa. Esto es verdaderamente curioso porque al parecer ya en tiempos apostólicos hubo cristianos que quisieron analizar las epístolas de Pablo por su propia cuenta, en lugar de acudir al Magisterio apostólico para aclarar sus dudas. Y lo más curioso del caso es que es el mismo Pedro quien reprocha su proceder y nos pone en guardia contra tal despropósito, y con esa advertencia finaliza sus últimas palabras en la Biblia:
2 Pedro 3:15-18 “Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación, como les ha escrito nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada, y lo repite en todas las cartas donde trata este tema. En ellas hay pasajes difíciles de entender, que algunas personas ignorantes e inestables interpretan torcidamente –como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura– para su propia perdición. Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los anárquicos pierdan su firmeza. Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria, ahora y en la eternidad!“
Amén
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
O sea, San Pedro viene a decir, poniendo el ejemplo de las epístolas de San Pablo, que si alguien quiere entender bien lo que Pablo escribió, no debe intentar desentrañarlo por su cuenta, sino que debe escuchar lo que los apóstoles en general están explicando sobre esos temas. El mismo San Pedro en su carta nos aclara un tema que aparece en San Pablo y que algunos (los que lo interpretan por su cuenta) están entendiendo de manera equivocada. Ya en esa misma época de los apóstoles tenemos varias herejías, y no solo las gnósticas, y esos herejes no afirman tener la verdad por ser más listos que nadie (incluidos los apóstoles) sino que afirman que es Dios mismo quien les ha abierto los ojos a esa verdad. Así Marción, el primer hereje (primera mitad del siglo segundo), afirmaba que sus doctrinas estaban inspiradas directamente por el Espíritu Santo; Lo mismo que hacen hoy los protestantes cuando afirman que sus nuevas doctrinas han sido halladas bajo la inspiración del Espíritu Santo. El Magisterio de la Iglesia recoge toda la Tradición apostólica, y solo en ella se puede interpretar la Biblia correctamente, que es lo que San Pedro nos dice (siendo él mismo uno de los padres que engendraron esa Tradición).
¿Quién puede interpretar la Biblia?
Pero no basta con interpretar la Biblia dentro de la Tradición. Para los católicos, solo la Iglesia (no sus individuos) puede atreverse a hacer esa interpretación. Son los papas, obispos y teólogos quienes están legitimados para escudriñar las escrituras intentando aclarar lo más posible su significado. Son ellos quienes tienen que atenerse al marco de la Tradición en sus juicios, y son los papas y obispos (ni siquiera los teólogos) quienes deben recoger y filtrar esas reflexiones e interpretaciones para dar su “nihil obstat” (nada que objetar), o sea, su aprobación de que tales reflexiones son acordes con la tradición y por lo tanto “católicas” en el más puro sentido del término.
¿Y si un obispo se equivoca?
Efectivamente, un obispo puede equivocarse en una interpretación o al dar su “nihil obstat” sobre una interpretación o reflexión que ha hecho un escritor, pensador o teólogo católico. No solo es posible, sino que tenemos múltiples casos, en los primeros siglos y también en los años actuales. En el siglo XX no son pocas las herejías que se han difundido en libros católicos poseedores de un “nihil obstat” del obispo correspondiente (por supuesto no es lo normal pero casos hay), y por dar un ejemplo clamoroso, recordemos que una de las herejías más importantes de la historia cristiana, el arrianismo, encontró en el siglo III el apoyo de un grupo de obispos que defendió esa doctrina como propia. En casos como ese los obispos errados son excomulgados y declarados herejes, o son censurados y disciplinados para que no propaguen sus errores doctrinales. Pero si los propios obispos se equivocan, ¿quiénes declaran que se han equivocado? Pues el papa y el resto de los obispos de la Iglesia. Eso ocurrió en el Concilio de Nicea (año 325), cuando la inmensa mayoría de los obispos cristianos declaró que el arrianismo era herético y por tanto los obispos que defendían esas ideas en el concilio tuvieron dos opciones, retractarse y volver a la ortodoxia o ser excomulgados y declarados heréticos. El papa, como cabeza de la Iglesia, es el único dotado de infalibilidad en cuestiones doctrinales y el garante de que aunque el error lograra extenderse por los obispos, la doctrina verdadera quedaría protegida e intacta.
¿Puede un católico leer la Biblia y buscar su propio significado?
Los católicos siempre han tenido acceso a los textos bíblicos, aunque en algunas épocas la Iglesia lo desaconsejó (desesperada por intentar contender el torrente de nuevas herejías que la doctrina protestante de la Sola Scriptura desató en Europa). Los antiguos cristianos, como los actuales, leían la Biblia buscando inspiración, intentando escuchar a Dios hablándoles a ellos a través de esos textos. Así un católico puede leer una parábola o un salmo y aplicar su mensaje a su vida personal, encontrando allí un consuelo o enseñanza que encuentra aplicación a su propia vida y circunstancias. Pero eso no es interpretación, sino inspiración. Un católico no puede sacar de ahí conclusiones universales como si hubieran encontrado una nueva versión doctrinal, un católico solo puede hacer eso como ejercicio personal aplicable solo a sí mismo en ese momento determinado. Con la misma lógica, la Iglesia considera que la Revelación terminó al morir los apóstoles y quedó completada, pero sí admite que Dios puede hablarle a los cristianos de una u otra manera (sueños, visiones, etc), y eso sería una revelación individual, válida y aplicable solo a quien la recibe pero que nada añade ni aporta a la Revelación universal contenida en la Biblia a la luz de la Tradición. Por tanto, cuando un protestante interpreta un pasaje bíblico, él piensa que está entendiendo mejor lo que la Biblia realmente quiere decir, pero cuando un católico lee un pasaje bíblico, sabe que no puede hacer su propia interpretación personal, sino solo escuchar a Dios y observar cómo su alma reacciona ante ese mensaje y qué conclusiones (personales) saca de esa lectura, sin pretender con ello añadir ni quitar nada a la doctrina recibida de la Iglesia.
¿No es la visión católica dictatorial?
Esta crítica es frecuente hoy en día. Sin duda el proceder protestante o evangélico en concreto resulta más democrático, y por tanto más al gusto de los tiempos presentes. Hay incluso un movimiento evangélico encargado de dilucidar qué frases bíblicas son fiables (atribuibles a Jesús) y cuáles son deformaciones o errores de los evangelistas. Publican una Biblia con el texto en varios colores según la fiabilidad de cada palabra o frase. ¿Cómo llegan a sus veredictos? Votando, por supuesto. No puede haber proceder más democrático que reunirse para votar qué nos parece verdadero y qué nos parece falso. Mejor una iglesia donde los fieles deciden cada cinco años cuál es la verdad que una Iglesia jerarquizada en donde una sola persona tiene, en última instancia, siempre la última palabra y exige obediencia.
El problema es que no estamos tratando con la política, sino con la religión. No se trata de consensuar unas opiniones, sino aclarar y preservar la Verdad, y la Verdad no puede ser fruto de las opiniones cambiantes de los seres humanos. La Verdad no es algo que deciden los hombres, sino algo que es, y que ha sido revelado por Dios, por eso la Verdad se puede aclarar, explicar, adaptar, actualizar, aplicar, pero nunca variar, distorsionar o cambiar. Por acción de Dios, porque la sensatez lo demanda y porque la práctica lo demuestra, la estructura jerárquica piramidal de la Iglesia Católica ha demostrado ser la que mejor preserva la Verdad con el paso de los siglos, independientemente de que su funcionamiento pueda adquirir un carácter más o menos asambleario, pero siempre con la garantía de que hay una última palabra en asuntos doctrinales a la que todos deben obediencia. Las iglesias de carácter democrático serán quizá vistas con más agrado por quienes no distinguen bien entre política (creada por el hombre) y realidad (creada por Dios), pero no podemos permitir que la Iglesia sea víctima de las modas humanas.
En ciencia, la verdad se demuestra experimentalmente, no votando. Imagínese que se hiciera una votación mundial para decidir si los agujeros negros existen o no o si la materia oscura del universo es poquita o mucha. Si la ciencia asumiera el resultado de esa votación podría ser un desastre. No, la ciencia no se vota, se investiga y se demuestra. Pero las verdades de la fe están fuera del alcance de la ciencia así que no pueden investigarse, por eso han sido reveladas, y lo que hay que hacer con ellas es preservarlas, no discutirlas. Si queremos preservar un legado sin variación, entonces el sistema democrático sería probablemente la peor de todas las opciones. Pero aclaremos que estamos hablando de doctrinas, no del funcionamiento humano de la Iglesia como organización, que como elemento humano que es, puede adoptar la organización que en cada momento se considere más idónea.
POR LO TANTO:
Para que una interpretación bíblica tenga garantías de veracidad, debe tener el nihil obstat del obispo correspondiente y además no encontrar oposición alguna en el papado, pues papa y obispo son los garantes de que dicha interpretación está enmarcada en la Tradición apostólica y por tanto conforme al Magisterio de la Iglesia, y en caso de conflicto, siempre será el papa quien tenga la última palabra y quien garantice la ortodoxia en dicha interpretación. Por eso los fieles deben aprender la verdad de la Iglesia y no lanzarse a la aventura de buscar su propio significado en los textos bíblicos a menos que pretenda simplemente buscar en la Biblia resonancias particulares en su vida personal.
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