EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

                               El Papa Francisco en la Misa de Pentecostés hoy en la Basílica de San Pedro. Foto Petrik Bohumil / ACI Prensa
VATICANO, 24 May. 15 / 07:09 am (ACI/EWTN Noticias).- “El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo” que luchen contra el pecado y la corrupción. Es el mensaje que el Papa Francisco lanzó este domingo al presidir en la Basílica de San Pedro la Misa por la Solemnidad Pentecostés.
En su homilía el Pontífice habló sobre los dones del Espíritu Santo, cómo ponerlos en práctica y la importancia de hacerlo en medio del mundo sin cerrarse a su acción. Pero, ¿cómo se puede cerrar uno al Espíritu? El mismo Francisco dio la respuesta asegurando que “existen muchos modos”: “en el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido –como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas–, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas”.
En nuestros días, prosiguió, “el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita los frutos del Espíritu Santo” que son “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí”.
Por ello, “el don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz”.
De tal forma que “reforzados por el Espíritu Santo y por sus múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado y la corrupción, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz”.
Explicando el Evangelio, el Pontífice recordó cómo “en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles”. Y, “en consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo”.
Trayendo de nuevo la Palabra a cómo se puede aplicar en la actualidad, indicó que “hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él: guía hasta la verdad plena, renueva la tierra y da sus frutos”.
Por ejemplo, “a los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación” y “ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos”.
Gracias al soplo del Espíritu “comprenden ‘toda la verdad’, esto es: que lamuerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios” y que por tanto se trata del “amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, de la historia y del mundo”.
En definitiva, “se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos”.
Hablando en concreto sobre este don, el Papa Francisco explicó que “renueva la tierra” y el Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo”.
En este punto, habló de nuevo de la necesidad de cuidar la creación, “una exigencia de nuestra fe” porque  “el ‘jardín’ en el cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto”. Algo que sólo es posible “si Adán –el hombre formado con tierra– se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán”.
“En la carta a los Gálatas, San Pablo vuelve a mostrar cual es el ‘fruto’ que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu. Por un lado está la ‘carne’, acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios”.
El Papa dijo que “en cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama ‘fruto del Espíritu’".

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