Encuentro con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas en el Santuario Nacional Mariano de El Quinche. 7 julio 2015
Por: Pablo Lombó | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
“Las dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de dónde nos sacaron”. Papa Francisco se dirige de esta manera a los numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas que lo esperaron en el Santuario Mariano más importante de Ecuador, El Quinche, después de haber visitado la casa de reposo de las Misioneras de la Caridad. Estaban presentes también, además de los obispos locales, los obispos que integran el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
Este Santuario mariano fue construido en 1928 y hace treinta años proclamado santuario mariano nacional de Ecuador, y en él se venera una estatuita de 60 centímetros de la Virgen Niña, esculpida en 1586 por don Diego de Robles, artista de la escuela de Quito. Fue un encargo de los indígenas Lumbicí, pero como no lograron pagarle al escultor, la cedió a los Oyacachi, que la quisieron porque era idéntica a la Virgen que se les apareció en varias ocasiones.
Papa Francisco abandonó el discurso que había preparado ("Tengo que decirles algo, tengo un discurso preparado, pero no tengo gana de leer. Así que se lo doy al presidente de la conferencia de religiosos para que lo haga público después"), y reflexionó con ideas semejantes a las que expresó durante el encuentro mundial de los sacerdotes en Roma el pasado 11 de junio, en la Basílica Vaticana.
“Pensaba en la Virgen -comenzó Papa Francisco-, pensaba en María. Dos palabras de María… ya me está fallando la memoria, pero no sé si dijo alguna otra: ‘Hágase en mí’. Bueno, sí, pidió explicaciones: por qué la elegían a ella. Y la otra: ‘Hagan lo que Él les diga’. María no protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera discípula de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso esta es la gratuidad de Dios, religiosas, religiosos, seminaristas, consagrados y consagradas, todos los días vuelvan hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió”.
Y después recordó que nadie pagó “entrada para entrar al seminario, a la vida religiosa; no se lo merecieron. Si algún religioso o religiosa cree que se lo mereció, que levante la mano. Todo gratuito y toda la vida de un religioso, de una religiosa, de un consagrado, de una consagrada, de un seminarista que va por ese camino (y ya que estamos digamos y de los obispos), tiene que ir por este camino de la gratuidad volver todos los días: ‘Me salió bien esto, tuve esta dificultad, pero todo viene de Vos’. Todo es gratis”.
Si olvidamos que somos objeto de la gratuidad de Dios, continuó el Papa, “lentamente nos vamos haciendo importantes. ‘Y mirá vos a este, qué obras que está haciendo. Lo hicieron obispo de tal, ay qué importante’. Y ahí, lentamente nos vamos apartando de esto que es la base de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de Dios. Consejo de hermano: todos los días, a la noche quizás, es lo mejor antes de irse a dormir, una mirada a Jesús y decirle: “Todo me lo diste gratis”. Y volverse a situar entonces: cuando me cambian de destino no pataleo, porque todo es gratis, no merezco nada. Eso hizo María”. Después, el Papa recomendó leer la “Redemptoris mater” de Juan Pablo II, en donde dice que “Quizá María, no recuerdo, en el momento de la Cruz su fidelidad hubiera tenido ganas de decir: ‘¿Y este, me dijeron que iba a salvar a Israel? ¡Me engañaron!’. No lo dijo, porque era la mujer que sabía que todo lo había recibido gratuitamente”.
San Pablo, según el Papa, “intuía este peligro de perder la memoria, y a su hijo más querido el obispo Timoteo, a quien el ordenó, le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el corazón: no te olvides de la fe que tenían tu abuela y tu madre, es decir no te olvides de dónde te sacaron, no te sientas promovido, no te olvides de tus raíces. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción, y cuando un sacerdote, un seminarista, una consagrada, un consagrado entra en carrera, no digo mal, carrera humana, empieza a enfermarse de alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de dónde me sacaron”.
“Dos principios para ustedes: todos los días -aconsejó Papa Francisco- renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes; ninguno la merecimos, y pídanle la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importante. Y es muy triste cuando uno ve a un sacerdote, a una religiosa, a un religioso, a un consagrado, a una consagrada que en su casa hablaba el dialecto o hablaba otra lengua, una de esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos (Ecuador cuántas tiene), y es muy triste cuando se olvidan de la lengua, es muy triste cuando no la quieren hablar, significa que se olvidaron de dónde los sacaron”.
“Que nuestra pastoral -concluyó entre los aplausos de los presentes- sea gratuita. Y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de gratuidad y se transforma… sí hace cosas buenas, pero ha perdido eso. Y lo segundo, la segunda actitud que se ve en un consagrado, en una consagrada, en un religioso, en una religiosa, en un seminarista, que vive esta gratuidad y esta memoria es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús ese. Es un regalo que Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa que son el sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de dónde nos sacaron. Yo les deseo esto. ‘Sí, padre usted nos habló que la receta de nuestro pueblo era… somos así por lo del Sagrado Corazón’. Pero yo les propongo otra receta: el sentido de la gratuidad Él se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Pura gratuidad”.
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