Poder, éxito y placer
Por: Remedios Falaguera | Fuente: Catholic.net
"¡Qué dé un paso al frente aquél a quien no le guste mandar! A juzgar por el ansia que los políticos, profesionales o aficionados, ponen en lograr y mantener una posición destacada, el poder debe ser un placer subyugante"[1]
Vivimos tiempos de una gran crisis moral, de un deterioro, una "esquizofrenia" individual y social, que nos debería llevar – como hombres y mujeres de bien-, cuanto menos a reflexionar sobre ella.
Una crisis moral que, como bien decía el profesor Rafael Alvira , "los aspectos generales de la crisis se pueden resumir en las tres tentaciones básicas que se presentan a todo ser humano: el poder, el éxito y el placer".
Y puntualizaba: "El poder es un principio desde el cual, y sólo desde el cual, podemos hacer algo. El éxito es mediación, comunicación, y resulta imprescindible para llegar, para alcanzar lo que buscamos. El placer es término, es el gozo en lo conseguido.
(…) El que busca el poder como fin último es un soberbio, y la "sociedad del poder "consiguiente es una sociedad arrogante.
El que busca el éxito como fin último es un vanidoso, y la "sociedad del éxito" consiguiente es una sociedad de apariencia.
El que busca el placer como fin último es un sensual y la "sociedad del placer" consiguiente es una sociedad hedonista (…)
Por eso dice bien Séneca que la virtud por antonomasia, la más bella y mejor, es la grandeza de ánimo, sin la cual resulta, a la corta o a la larga, imposible el ejercicio básico de la moralidad, es decir, la realización de la justicia".[2]
Y hacer justicia consiste, no solo en tener un hondo sentido de la responsabilidad del "deber hacer" que tenemos nosotros mismos, en nuestra vida cotidiana; sino también del "deber hacer" en la atención y respeto al prójimo. Hacer justicia implica trabajar, a esforzarnos con valentía, en el conocimiento y la práctica del bien del otro, de ser capaces de ponernos en lugar del otro, de defender tus derechos y los de los demás.
La sociedad será lo que nosotros queramos que sea, pues como bien leí una vez "sin justicia el mundo se convierte en un sitio cruel y peligroso. Hace falta valor para ser un paladín de la justicia. A veces, cuando se defiende la justicia uno se queda solo".
A mi modesto entender los puntos esenciales, el camino a seguir, para la mejora de esta "crisis de valores" en la que estamos inmersos son:
La primera y fundamental es la familia donde cada uno de sus miembros es aceptado y querido como es y por el hecho de ser. En el seno de familia lo más importante es el bien de cada uno y no su riqueza, poder o éxito. En la familia se recibe el amor y se aprende a darlo a los demás.
La segunda es la educación. Una educación basada en los valores y virtudes como la generosidad, gratitud, sinceridad, lealtad,…. Como dice Javier Vidal-Quadras, en su libro A las alfombras felices no les gusta volar, "Los valores, todo el elenco de cualidades que vamos adquiriendo durante nuestra vida, son las que dan sentido a nuestro día a día y nos permite alcanzar metas grandes y realizar nuestros sueños.
Para adquirir hábitos y virtudes hace falta: elección, repetición y apropiación (hacerlas nuestras). Las virtudes forman un sistema que se mantiene en pie por la energía compartida de todas ellas. La debilidad de una sola puede hacer quebrar toda la estructura personal" [3]
Y tercero, y no por ello menos importante, es el hacer patente el sentido sobrenatural de nuestra vida en general y en la vida cotidiana en particular. Sin esto, la solución de los problemas morales no es posible.
"Enfréntate con los problemas de este mundo, con sentido sobrenatural y de acuerdo con las normas morales, que no amenazan ni destruyen la personalidad, aunque sí la encauzan.
—Conferirás así a tu conducta una fuerza vital, que arrastre; y te confirmarás en tu marcha por el recto camino".[4]
———
Notas
[1].Alejandro Llano, La vida lograda, Edt. Ariel,2002
[2].Rafael Alvira, Lo común y lo específico de la crisis moral actual, Cuadernos Empresa y humanismo, n.57,Pamplona, 1995
[3].Javier Vidal-Quadras, A las alfombrasFELICES no les gusta volar, Desclée de Brouwer, 2014
[4].San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, n.709
Una crisis moral que, como bien decía el profesor Rafael Alvira , "los aspectos generales de la crisis se pueden resumir en las tres tentaciones básicas que se presentan a todo ser humano: el poder, el éxito y el placer".
Y puntualizaba: "El poder es un principio desde el cual, y sólo desde el cual, podemos hacer algo. El éxito es mediación, comunicación, y resulta imprescindible para llegar, para alcanzar lo que buscamos. El placer es término, es el gozo en lo conseguido.
(…) El que busca el poder como fin último es un soberbio, y la "sociedad del poder "consiguiente es una sociedad arrogante.
El que busca el éxito como fin último es un vanidoso, y la "sociedad del éxito" consiguiente es una sociedad de apariencia.
El que busca el placer como fin último es un sensual y la "sociedad del placer" consiguiente es una sociedad hedonista (…)
Por eso dice bien Séneca que la virtud por antonomasia, la más bella y mejor, es la grandeza de ánimo, sin la cual resulta, a la corta o a la larga, imposible el ejercicio básico de la moralidad, es decir, la realización de la justicia".[2]
Y hacer justicia consiste, no solo en tener un hondo sentido de la responsabilidad del "deber hacer" que tenemos nosotros mismos, en nuestra vida cotidiana; sino también del "deber hacer" en la atención y respeto al prójimo. Hacer justicia implica trabajar, a esforzarnos con valentía, en el conocimiento y la práctica del bien del otro, de ser capaces de ponernos en lugar del otro, de defender tus derechos y los de los demás.
La sociedad será lo que nosotros queramos que sea, pues como bien leí una vez "sin justicia el mundo se convierte en un sitio cruel y peligroso. Hace falta valor para ser un paladín de la justicia. A veces, cuando se defiende la justicia uno se queda solo".
A mi modesto entender los puntos esenciales, el camino a seguir, para la mejora de esta "crisis de valores" en la que estamos inmersos son:
La primera y fundamental es la familia donde cada uno de sus miembros es aceptado y querido como es y por el hecho de ser. En el seno de familia lo más importante es el bien de cada uno y no su riqueza, poder o éxito. En la familia se recibe el amor y se aprende a darlo a los demás.
La segunda es la educación. Una educación basada en los valores y virtudes como la generosidad, gratitud, sinceridad, lealtad,…. Como dice Javier Vidal-Quadras, en su libro A las alfombras felices no les gusta volar, "Los valores, todo el elenco de cualidades que vamos adquiriendo durante nuestra vida, son las que dan sentido a nuestro día a día y nos permite alcanzar metas grandes y realizar nuestros sueños.
Para adquirir hábitos y virtudes hace falta: elección, repetición y apropiación (hacerlas nuestras). Las virtudes forman un sistema que se mantiene en pie por la energía compartida de todas ellas. La debilidad de una sola puede hacer quebrar toda la estructura personal" [3]
Y tercero, y no por ello menos importante, es el hacer patente el sentido sobrenatural de nuestra vida en general y en la vida cotidiana en particular. Sin esto, la solución de los problemas morales no es posible.
"Enfréntate con los problemas de este mundo, con sentido sobrenatural y de acuerdo con las normas morales, que no amenazan ni destruyen la personalidad, aunque sí la encauzan.
—Conferirás así a tu conducta una fuerza vital, que arrastre; y te confirmarás en tu marcha por el recto camino".[4]
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Notas
[1].Alejandro Llano, La vida lograda, Edt. Ariel,2002
[2].Rafael Alvira, Lo común y lo específico de la crisis moral actual, Cuadernos Empresa y humanismo, n.57,Pamplona, 1995
[3].Javier Vidal-Quadras, A las alfombrasFELICES no les gusta volar, Desclée de Brouwer, 2014
[4].San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, n.709
Remedios Falaguera
Diplomada en Magisterio por Edetania (Valencia) y en Periodismo por la Universidad Internacional de Cataluña (UIC). Casada desde hace 25 años actualmente compagina su trabajo de madre y de periodista con su gran afición: reivindicar el «genio femenino» como columna vertebral que humanice al ser humano en el ámbito familiar, educativo, político, económico, cultural y eclesial.
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