EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

    Promesas de Jesús y de la Virgen María
Gracias para la salvación personal

Jesucristo responde de diversas maneras a la pregunta que todos nos hacemos en algunos momentos de nuestra vida sobre nuestra salvación eterna.


Por: Mariano Ruiz Espejo | Fuente: Catholic.net 



La salvación eterna es una de las cosas más importantes a la que toda persona aspira en esta vida, si no es la más importante desde un punto de vista personal con perspectiva. A lo largo de los evangelios y de la misma biblia encontramos revelaciones que dan respuesta a la pregunta de cómo salvarme eternamente.
Jesucristo responde de diversas maneras a esta pregunta que todos nos hacemos en algunos momentos de nuestra vida. Algunos textos escogidos son los siguientes:
Mateo 16,25 (dijo Jesús a sus discípulos): “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”.
Mateo 19,17 (Jesús respondiendo al joven rico): “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.
Marcos 10,29-30 (respondiendo Jesús a Pedro, ante los discípulos): Jesús dijo: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna”.
Marcos 16,16 (dijo Jesús resucitado a sus once discípulos): “El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará”.

Lucas 10,25-28 (Jesús respondiendo al legista): Se levantó un legista y dijo, para ponerle a prueba: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Díjole entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”.
Lucas 18,29-30 (respondiendo Jesús a Pedro ante los discípulos): Él les dijo: “Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y vida eterna en el mundo venidero”.
Lucas 21,19 (dijo Jesús): “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Juan 3,14-15 (respondiendo Jesús a Nicodemo): “Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna”.
Juan 4,13-14 (respondiendo Jesús a la mujer samaritana): “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”.
Juan 6,51.54.58 (enseñando Jesús a los judíos en la sinagoga de Cafarnaún): “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo… El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día… Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
Juan 8,51 (respondiendo Jesús a los judíos): “En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás”.
Por si fuera poco y en el exceso de la misericordia del Sagrado Corazón de Jesús, Nuestro Señor Jesucristo reveló a santa Margarita María de Alacoque en Francia en el siglo XVII su promesa de que quien comulgue en gracia de Dios en los primeros viernes de mes durante nueve meses consecutivos tendrá el asilo seguro de su Corazón en la hora postrera. Lo que significa una promesa de salvación a los que ofrecen esas comuniones para desagraviar las ofensas a su Sagrado Corazón por su amor todopoderoso, pues les concederá la gracia de la penitencia final, y que no morirán en desgracia suya. La Iglesia pide además tener la intención de honrar al Sagrado Corazón, alcanzar la perseverancia final, y ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.
Una promesa similar fue hecha por la Virgen María en el siglo XX. María prometió a Lucía, pastorcilla vidente de Fátima, cuando residía en su convento de Tuy en la provincia de Pontevedra de España el día 10 de Diciembre de 1925, su asistencia, con las gracias de Dios necesarias para la salvación eterna, a quienes durante cinco primeros sábados de mes seguidos:
  • Confesara.
  • Comulgara.
  • Rezara el rosario (5 misterios).
  • Hiciera compañía a María 15 minutos meditando todos los misterios del rosario con intención de reparar.
La Virgen María dijo a Lucía: “Yo prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para la salvación, a todos los que el PRIMER SÁBADO DE CINCO MESES CONSECUTIVOS, se confesaren, recibieren la Sagrada Comunión, rezaren el Rosario y me hicieren compañía durante quince minutos, meditando en los misterios del Rosario con el fin de desagraviarme”.
El niño Jesús, que estaba en brazos de la Virgen María, le dijo a Lucía que la confesión podía hacerse en otro día, con tal de comulgar en gracia de Dios el sábado y hacer todo lo demás dicho por su Madre María.
Solo me queda añadir que haciendo las dos devociones que he indicado, tenemos dos testigos en el cielo, a Jesús y a María, de que hemos hecho lo que nos pedían para concedernos sus promesas de misericordia para nuestra salvación eterna. Y también Jesús enseñó que por el testimonio de dos o tres testigos se decide cualquier causa, como puede ser nuestra salvación o condenación en el juicio que nos anunció ante Dios Padre y él mismo como nuestro intercesor.
Estas devociones privadas han sido aprobadas por la Iglesia para ayudar a vivir la fe, la esperanza y la caridad de los fieles.

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