EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

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Lectio Divina

Adviento. Oración con el Evangelio. Ciclo C.


Por: P Martín Irure | Fuente: Catholic.net 



Lucas 1, 39-45

1. INVOCA
Dedicamos este tiempo a relacionarnos con el Señor, a escuchar su Palabra, a presentarle nuestras personas, tal como somos, tal como deseamos ser.
Deseamos vivamente escuchar la Palabra, el mensaje que quiera decirnos nuestro Padre.
  • Orar es: descubrir cuáles son nuestros deseos más íntimos. Vivimos en tanto en cuanto deseamos. El deseo es la fuerza de nuestros impulsos, vivencias, pasos, actos.
  • Orar es: descubrir y alentar el deseo de encontrarnos con Él, para vivir envueltos en su Amor.
  • Orar es: tener "un santo deseo de Él. ¿Quieres no dejar nunca de orar? No dejes nunca de desear" (San Agustín).
Invocamos al Espíritu, para que aliente nuestros buenos deseos de estar en diálogo con Él, que pone en nuestros corazones la oración adecuada.
Recitamos: Palabra y abrazo
El origen de todo ser y vida
y la Palabra dicha eternamente
y un Espíritu-Amor, Abrazo ardiente:
son tres Fuentes en una Fuente unidas.

La Fuente trinitaria está escondida,
pero nacen los ríos de esta Fuente.
En ellos nos bañamos diariamente
y sus aguas bebemos sin medida.

Acuñados en sello trinitario,
la Palabra y el Amor reverberamos,
superados los muros y los lazos.

Soñamos a nivel comunitario,
los abrazos y besos renovamos,
en espera de un Beso y un Abrazo. 
(R. Prieto)

2. LEE LA PALABRA DE DIOS Lc 1, 39-45 (Qué dice la Palabra de Dios)

1. El niño saltó en su seno (v. 41)


  • La visita de María, llevando en su interior al mismo Jesucristo, produce alegría y gozo en Isabel. María es la verdadera arca de la alianza, que lleva al verdadero Dios hacia el pueblo. El arca del Antiguo Testamento alegró al rey David que bailó ante ella (2 Sm 6). Juan Bautista goza, incluso da saltos, porque María es el arca que lleva al Señor.
  • La presencia de Jesús, aun antes de nacer, suscita alegría en Isabel, inspirada por el Espíritu, y en todos aquellos que descubren la presencia de Dios en sus vidas.
  • Jesús viene para traernos la felicidad, para superar los pecados y los signos de muerte. Sólo hace falta tener los ojos de la fe abiertos para descubrir su presencia y experimentar el gozo de la salvación que Él nos regala.
  • Juan Bautista representa al Antiguo Testamento, que se alegra por la prolongada espera del Mesías, ya presente en la historia de los hombres.
  • Isabel representa a la humanidad. Ella, anciana y estéril, es figura de los humanos que sufren carencias de muchos tipos, pero que, al esperar y percibir la presencia del Señor, prorrumpen en acción de gracias, porque reconocen todo el bien que Dios nos trae en su Hijo Jesús.
  • Dios siempre aporta a la humanidad el consuelo, la superación de los sufrimientos, la alegría, la felicidad. Él viene siempre para destruir en nosotros los signos de muerte: enfermedad, complejos, depresiones, pecado, muerte.
2. Dichosa tú que has creído (v. 45)
  • Isabel reconoce la fe de María. En contraposición de Zacarías, que se quedó mudo por no creer el anuncio del nacimiento de su hijo Juan (Lc 1, 22).
  • María creyó el mensaje de Dios, expresado por el ángel Gabriel. Y se inclinó totalmente al proyecto del Señor: Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú dices (Lc 1, 38).
  • El mismo Jesús alabó a su propia Madre, al decir: Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 28).
  • María fue dichosa porque creyó en Dios, que es fiel a su Palabra, a sus promesas. No le habría sido fácil mantener viva su fe cuando vio a su Hijo tan pequeño, tan desprovisto y perseguido, tan necesitado de los cuidados maternales y, más tarde, calumniado, incomprendido, sentenciado, crucificado, muerto. Sólo María creyó en su Hijo totalmente. Sólo María confió en Él y en su misión, aun cuando todo le decía que su Hijo había fracasado como Mesías.
  • Lucas en este relato destaca la fe de María, la disponibilidad para transformar su fe y sus ratos de contemplación en caridad y en servicio a su prima necesitada en el sexto mes de su embarazo. Y para descubrir lo que el Señor realiza en la historia de los demás.
  • María e Isabel saben dialogar y comunicarse las maravillas que en ellas está realizando el Señor. Por eso, Isabel alaba a María.
3. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (v.42)
  • La bendición es reconocer la obra que Dios hace en las personas. Una bendición "descendente", de Dios hacia los humanos, la bendición que el sacerdote imparte al final de cada Misa. También hay una bendición "ascendente", la que se dirige a Dios para alabarlo y glorificarlo y también, la bendición a las otras personas por reconocer su dignidad como instrumentos de la bondad y amor del Señor.
  • Isabel bendice a María, porque ha confiado totalmente en el Dios. María en el Magnificat, bendice a Dios por las maravillas que derrama sobre los humanos, poniendo de relieve la "pequeñez" del ser humano y la "grandeza" del Poderoso.
  • Cuando se mira las personas, la historia, las criaturas con los ojos de la fe, todo es digno de bendición y de agradecimiento. Así lo expresa María en su cántico del Magnificat. Así lo vivió y cantó Francisco de Asís en su "Cántico al hermano sol": Loado seas, mi Señor.
3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
  • He de experimentar mi fe, viviendo en confianza y en alegría. El encuentro con Dios ha de hacerme crecer en la contemplación de su Belleza y de su Amor.
  • Mirar con ojos de admiración y reconocimiento las obras que el Padre está realizando en mi pequeña historia. Vivir el gozo de la presencia de mi Dios en toda mi historia.
  • Experimentar que este gozo hace vencer y superar todas mis deficiencias, limitaciones y pecados. Que, en medio de las contradicciones, puedo encontrar la alegría: Dichosos... los pobres, los que sufren...

4. ORA (Qué le respondo al Señor)
  • Te alabo y te bendigo, Padre, porque en tu Hijo Jesús te has entregado a Ti mismo.
  • Te doy gracias y te bendigo, Jesús, porque Tú lo diste todo por mí y me has enseñado el camino de la felicidad.
  • Te alabo y te doy gracias, Espíritu, porque levantas mi ánimo, me perdonas los pecados, me fortaleces para resistir las fuerzas del mal y me animas a vivir alegre.
5. CONTEMPLA
  • A Jesús que, antes de nacer, ya lleva la alegría y la salvación a Juan Bautista y a Isabel.
  • A mi mismo, que, con frecuencia, vivo desanimado, cuando el Señor me regala su misma vida y todos sus tesoros.
  • A los demás, descubriendo los dones y cualidades, regalo de Dios, y alabar al Señor por ello.
6. ACTÚA
  • Como Isabel, bendeciré a María porque creyó y confió: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
  • Con María, alabaré al Señor, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales... movido por su amor (Gal 1, 3-4).
  • Con María, exclamaré agradecido: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador... porque ha mirado la humillación de su esclava (Lc 1, 47-48.
     
Recitamos el Magnificat:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

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