EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

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¿Hay un feminismo que no destruye a la familia?


Por: Diócesis de Ciudad del Este Paraguay | Fuente: http://diocesiscde.blogspot.it 




El blanco principal de los ataques más severos de las “feministas de género” es la familia. Porque, según ellas, la familia no sólo esclaviza a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural.
En la medida en que la familia y la maternidad se oponen a la autorrealización de la mujer ésta debe ser liberada y, para ello, debe abolir su especificidad femenina e imponer una noción de ser humano indistinto y uniforme, donde la diferencia biológica resulta superada por la autoconstrucción cultural y social. Ciertamente este feminismo destruirá no sólo la familia sino también atenta contra la misma esencia de la femineidad de la mujer.
Pero, ¿Hay un feminismo que no destruye a la familia?
Es muy difundida la expresión: “el feminismo destruye la familia”, pero ¿cuál es el feminismo que destruye?
No conviene la generalización y mucho menos cuando hablamos de un tema tan delicado como es éste.


Existen mujeres que procuran tener un santo matrimonio y para esto se esfuerzan para cumplir los mandamientos de Dios, los preceptos de la Iglesia y llevan una vida honrada en el seno familiar, constituyéndose en madre ejemplar para sus hijos y joya preciosa para el esposo, a quien las doncellas llaman “bienaventurada” (Cf. Cantar de los Cantares 6,9).

Muchas mujeres son señaladas como feministas, porque luchan para que sus hijas tengan acceso al estudio, a un trabajo digno donde no se las explote y puedan tener también esa independencia económica que favorezca un mayor bienestar personal y social. Sin lugar a dudas, este tipo de feminismo no destruye a la familia, es más, tiene que ser fomentada.
El auténtico feminismo busca que cada uno pueda tener la posibilidad de ser feliz y de hacer feliz a los demás, por diferentes caminos; considerándose acá el estado o la profesión. Para una verdadera y auténtica promoción de la mujer es necesaria una reflexión cristiana sobre la misma, una suerte de “feminismo cristiano”.

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