Desde hoy 13 marzo hasta el día de mañana se llevará a cabo en todo mundo la segunda edición del evento “24 horas para el Señor”.
Esta jornada de oración y confesión es una iniciativa del Papa Francisco, organizada por el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. Se realiza durante el cuarto viernes y sábado de Cuaresma y es una invitación a todos los católicos no practicantes y alejados de la Iglesia para “volver a casa”.
Bajo el lema: “Dios es rico en misericordia” numerosas las iglesias del mundo estarán abiertas para todos los fieles que deseen confesarse. Es una oportunidad para que aquellos hermanos alejados e indiferentes a la Iglesia vuelvan.
El Papa Francisco recuerda constantemente que la confesión es importante porque está en el centro del camino de la Nueva Evangelización en toda la Iglesia.
Francisco también exhorta a orar y salir al encuentro de los que están en las periferias existenciales.
En el Vaticano habrá una liturgia penitencial presidida por el Papa en la Basílica de San Pedro y se ha preparado una
“Somos ministros de la misericordia gracias a la misericordia de Dios; no debemos perder nunca esta mirada sobrenatural que nos hace de verdad humildes, acogedores y misericordiosos hacia todo hermano y hermana que pide confesarse”. El Papa Francisco explicó así la misión del sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación durante su discurso a los miembros de la Penitenciaria Apostólica a los que recibió el jueves por la mañana en el Vaticano. Este organismo de la Santa Sede ese encarga también de la administración de las indulgencias.
El Santo Padre dijo en su discurso que “no olvidemos nunca, sea como penitentes o como confesores, que ¡no existe ningún pecado que Dios no pueda perdonar! Solo aquello que es escondido a la divina misericordia no puede ser perdonado, como quien se oculta del sol no puede ser iluminado ni recibir calor”. “Los sacramentos, como sabemos, son el lugar de la proximidad y de la ternura de Dios para los hombres; ellos son el modo concreto que Dios ha pensado para venir a nuestro encuentro, para abrazarnos, sin avergonzarse de nosotros y de nuestro límite”. El Santo Padre aludió a la Reconciliación como el sacramento que “muestra con especial eficacia el rostro misericordioso de Dios: lo concretiza y lo manifiesta continuamente, sin detenerse”.
El Papa subrayó que este Sacramento es “un don de Dios” y subrayó tres exigencias: “vivir el Sacramento como medio para educar a la misericordia; dejarse educar por cuanto celebramos; custodiar la mirada sobrenatural”. Sobre el primer punto, explicó que significa “ayudar a nuestros hermanos a hacer experiencia de paz y de comprensión, humana y cristiana”. Así, la confesión “no debe ser una 'tortura', sino que todos deberían salir del confesionario con la felicidad en el corazón, con el rostro radiante de esperanza, también si a veces -lo sabemos- es bañado de las lágrimas de la conversión y de la alegría que se deriva”. Sobre la misión del confesor, Francisco destacó que "no implica que se convierta en un pesado interrogatorio, fastidioso y que invade”.
Al contrario, “debe ser un encuentro libertador y rico en humanidad, a través del que poder educar en la misericordia, que no excluye, sino que comprende también el justo trabajo de reparar, en lo que sea posible, el mal cometido”. “Así el fiel se sentirá invitado a confesarse frecuentemente y aprenderá a hacerlo de la mejor manera, con la delicadeza que hace tanto bien al corazón, también al de confesor.
De esta manera nosotros sacerdotes hacemos crecer la relación personal con Dios, para que así se dilate en los corazones su Reino de amor y de paz”. Sobre dejarse educar por Sacramento, el Pontífice resaltó que en muchas ocasiones los sacerdotes escuchan confesiones que les edifican, “hermanos y hermanas que viven una auténtica comunión personal y eclesial con el Señor y un amor sincero por los hermanos”. Se trata de “almas sencillas, almas de pobres en espíritu que se abandonan totalmente al Señor, que se fían de la Iglesia y por tanto también del confesor”.
También, a menudo, “se asiste a auténticos milagros de conversión”. “Personas que durante meses, a veces desde hace años, han estado bajo el dominio del pecado y que, como el Hijo Pródigo, vuelven en sí mismos y deciden levantarse y regresar a la casa del Padre para implorar el perdón”. El Papa también se refirió a la posibilidad de “aprender de la conversión y del arrepentimiento de nuestros hermanos” que muchas veces “nos hacen también un examen de conciencia”.
Francisco aconsejó que cuando se escuchen las confesiones de los fieles, “se debe tener siempre la mirada interior dirigida al cielo, a lo sobrenatural. Debemos ante todo reavivar en nosotros la conciencia que ninguno que ninguno ha puesto en tal ministerio por sus propios méritos; ni por las propias competencias teológicas o jurídicas, ni por el propio trato humano o psicológico”. “Todos hemos sido constituidos ministros de la reconciliación por pura gracia de Dios, gratuitamente y por amor, a la vez que por misericordia”. Sobre la actitud a tener cuando se escuchen los pecados, el Papa indicó que “también debe ser sobrenatural, respetuosa de la dignidad y de las historias personales de cada uno, para que pueda comprender qué quiere Dios de él o de ella”.
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