VATICANO, 12 Abr. 15 / 10:35 am (ACI/EWTN Noticias).- En la Misa celebrada en la mañana del Segundo Domingo de Pascua en la Basílica de San Pedro, Fiesta de la Divina Misericordia, el Papa Francisco alentó a los fieles a “entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso”.
El Papa comentó el Evangelio del día en el que Jesús resucitado se presenta a los discípulos que estaban encerrados en una casa y les dijo “Paz a vosotros” y les enseñó las manos y el costado. “Así ellos se dieron cuenta de que no era una visión, era Él, el Señor, y se llenaron de alegría”.
Pero también “ocho días después, Jesús entró de nuevo en el Cenáculo y mostró las llagas a Tomás, para que las tocase como él quería, para que creyese y se convirtiese en testigo de la Resurrección”.
Así, “también a nosotros, hoy, en este Domingo que San Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, el Señor nos muestra, por medio del Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia”.
“Es verdad: las llagas de Jesús son llagas de misericordia. Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso. A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena –llena de compasión por los más pequeños y los enfermos–, su encarnación en el seno de María”.
El Papa aseguró que de esta manera “podemos recorrer hasta sus orígenes toda la historia de la salvación: las profecías –especialmente la del Siervo de Yahvé–, los Salmos, la Ley y la alianza, hasta la liberación de Egipto, la primera pascua y la sangre de los corderos sacrificados; e incluso hasta los patriarcas Abrahán, y luego, en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que grita desde la tierra”.
En referencia a las grandes tragedias de la historia del hombre, manifestó que “nos sentimos a veces abatidos, y nos preguntamos: ‘¿Por qué?’”. “La maldad humana puede abrir en el mundo abismos, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bien, vacíos de vida. Y nos preguntamos: ‘¿Cómo podemos salvar estos abismos?’ Para nosotros es imposible; sólo Dios puede colmar estos vacíos que el mal abre en nuestro corazón y en nuestra historia. Es Jesús, que se hizo hombre y murió en la cruz, quien llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia”, respondió él mismo.
Francisco puso de ejemplo a San Bernardo, que en su comentario al Cantar de los Cantares “se detiene justamente en el misterio de las llagas del Señor, usando expresiones fuertes, atrevidas, que nos hace bien recordar hoy”. Dice que “las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de nuestro Dios”.
El Papa afirmó que éste “el camino que Dios nos ha abierto para que podamos salir, finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte, y entrar en la tierra de la vida y de la paz. Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y Resucitado, y especialmente lo son sus llagas llenas de misericordia”.
Sobre los santos dijo que “nos enseñan que el mundo se cambia a partir de la conversión de nuestros corazones, y esto es posible gracias a la misericordia de Dios”.
“Por eso, ante mis pecados o ante las grandes tragedias del mundo, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, ‘fue traspasado por nuestras rebeliones’. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo?”, se preguntó. “Con los ojos fijos en las llagas de Jesús Resucitado, cantemos con la Iglesia: ‘Eterna es su misericordia’” dijo en alusión al Salmo 117.
La Eucaristía fue concelebrada por Su Beatitud Nerses Bedros XIX Tarmouni, Patriarca de Cecilia de los Armenios Catholicos y contó también con la presencia de Su Santidad Karekin II, Supremo Patriarca y Catholico de Todos los Armenios, y de Su Santidad Aram I, Católico de la Grande Casa de Cilicia.
Estuvo también presente en la celebración el Presidente de la República de Armenia, Serž Sargsyan.
Durante la misma, el Papa proclamó Doctor de la Iglesia a San Gregorio de Narek, que nació precisamente en Armenia.
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