Es más que oportuno que el cristiano, además de participar de la Santa Misa, santifique el domingo dedicando mayor tiempo a la oración: personal, familiar, comunitaria.
¿Por qué es importante el domingo para el cristiano?
Porque Cristo resucitó en domingo. Y de hecho era domingo el día en que las mujeres, que habían asistido a la crucifixión de Cristo, se acercaron al sepulcro, “muy de mañana, el primer día de la semana” (Mc 16, 2), y lo encontraron vacío.
¿Por qué la resurrección de Cristo es tan importante?
- Porque la resurrección de Jesús es el dato fundamental, central y originario sobre el cual se apoya la fe cristiana: “Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación es vana y vana también la fe de ustedes” (1 Cor 15, 14).
- La resurrección de Cristo es el evento admirable que no sólo se distingue en modo absolutamente singular en la historia de la humanidad, sino que incluso se coloca al centro del misterio del tiempo y de la historia. A Cristo le pertenecen el tiempo y los siglos. El constituye el eje que atraviesa la historia, al cual se unen tanto el misterio del origen como el misterio del fin del mundo.
¿Con cuáles expresiones se indica el domingo?
El domingo es llamado también: el Día del Señor, de la Iglesia, del hombre, del sol, el primer día de la semana, el octavo día.
¿Por qué el domingo es llamado:
- El día del Señor?
Porque el domingo es el día de la celebración de la Pascua (Pasión-Muerte-Resurrección-Ascensión) del Señor para la salvación del mundo. De esta Pascua la Eucaristía, que se celebra el domingo, es el memorial (es decir, hace presente y eficaz hoy la Pascua del Señor, que El ha realizado hace dos mil años). Por esto el domingo es llamado también la Pascua semanal. Al mismo tiempo el “día del Señor” es también llamado el “señor de los días”, “fiesta primordial” en cuanto “todo ha sido hecho por medio de El y sin El nada ha sido hecho de todo lo que existe” (Jn 1, 3).
Porque el domingo es el día de la celebración de la Pascua (Pasión-Muerte-Resurrección-Ascensión) del Señor para la salvación del mundo. De esta Pascua la Eucaristía, que se celebra el domingo, es el memorial (es decir, hace presente y eficaz hoy la Pascua del Señor, que El ha realizado hace dos mil años). Por esto el domingo es llamado también la Pascua semanal. Al mismo tiempo el “día del Señor” es también llamado el “señor de los días”, “fiesta primordial” en cuanto “todo ha sido hecho por medio de El y sin El nada ha sido hecho de todo lo que existe” (Jn 1, 3).
- El día de la Iglesia?
El domingo es también llamado día de la Iglesia, en cuanto, en la celebración dominical, la Comunidad cristiana reencuentra su fuente y su culmen, la razón de su existencia, el origen de su bienestar, su verdadero e insustituible principio de acción. Es entorno a la eucaristía del domingo que crece y madura la comunidad, la cual tiene la misión de comunicar el Evangelio y de compartir la intensa experiencia de comunión entre todos sus miembros.
El domingo es también llamado día de la Iglesia, en cuanto, en la celebración dominical, la Comunidad cristiana reencuentra su fuente y su culmen, la razón de su existencia, el origen de su bienestar, su verdadero e insustituible principio de acción. Es entorno a la eucaristía del domingo que crece y madura la comunidad, la cual tiene la misión de comunicar el Evangelio y de compartir la intensa experiencia de comunión entre todos sus miembros.
- El día del hombre?
Como día del hombre, el domingo, con su dimensión de fiesta, envuelve al hombre en su identidad personal, familiar y comunitaria en la lógica de un modo trascendente de ser y de actuar.
Como día del hombre, el domingo, con su dimensión de fiesta, envuelve al hombre en su identidad personal, familiar y comunitaria en la lógica de un modo trascendente de ser y de actuar.
- El primer día de la semana?
El domingo es también llamado el primer día de la semana, porque en la concepción hebrea, el día de fiesta es el sábado, y el domingo es el primer día de la semana.
El domingo es también llamado el primer día de la semana, porque en la concepción hebrea, el día de fiesta es el sábado, y el domingo es el primer día de la semana.
- ¿Por qué es importante esta denominación?
Indicando el domingo como el primer día de la semana viene evidenciada la singular conexión que existe entre la Resurrección y la creación, entre “el primer día de la semana” en que sucedió la Resurrección de Cristo y el primer día de la semana cósmica en que Dios creó el mundo (cfr Gn 1, 1-2.4). De hecho la Resurrección constituye como el inicio de la nueva creación, de la cual Cristo, “generado antes de toda criatura” (Col 1, 15), constituye también la primicia, “el primogénito de los que resucitan de entre los muertos” (Col 1, 18).
- El octavo día?
El domingo es también llamado el octavo día porque en la concepción hebrea el sábado resulta ser el séptimo día de la semana, y por tanto el domingo es también el octavo día.
El domingo es también llamado el octavo día porque en la concepción hebrea el sábado resulta ser el séptimo día de la semana, y por tanto el domingo es también el octavo día.
- ¿Qué cosa evidencia el domingo llamado como octavo día?
El octavo día evidencia la unión del domingo con la eternidad. De hecho el domingo, además de primer día, es también “octavo día”, puesto, respecto a la sucesión septenaria de días, en una posición única y trascendente, evocadora no sólo del inicio del tiempo, sino también de su fin en el “siglo futuro”. El domingo en tal sentido:
El octavo día evidencia la unión del domingo con la eternidad. De hecho el domingo, además de primer día, es también “octavo día”, puesto, respecto a la sucesión septenaria de días, en una posición única y trascendente, evocadora no sólo del inicio del tiempo, sino también de su fin en el “siglo futuro”. El domingo en tal sentido:
· significa el día verdaderamente nuevo, único, que seguirá al tiempo actual, el día sin fin que no conocerá no tarde ni mañana, el siglo imperecedero que podrá envejecer;
· es el preanuncio incesante de la vida sin fin, de la vida eterna hacia la cual el cristiano se proyecta;
· prefigura el día final, el de la Parusía, ya en cierto modo anticipada por la gloria de Cristo en el evento de la Resurrección. En efecto, todo cuanto sucederá, hasta el fin del mundo, no será más que una expansión y una explicitación de lo que ha sucedido el día en que el cuerpo martirizado del Crucificado ha resucitado;
· es invitación a mirar hacia delante, es el día en que la comunidad cristiana grita a Cristo su “Maranathá: ven, Señor!” (1 Cor 16, 22). En este grito de esperanza y de espera, ella se hace compañía y sostén de la esperanza de los hombres.
- El día del sol?
Esta expresión día del sol, atribuida al domingo, viene de muy atrás.
Al inicio de la historia del cristianismo, una oportuna intuición pastoral sugirió a la Iglesia de cristianizar, para el domingo, la connotación de día del sol, expresión con la cual los romanos denominaban este día y que todavía emerge en algunas lenguas contemporáneas (p. ej. en inglés sunday: día del sol). De este modo la Iglesia de los orígenes sustraía los fieles a la seducción de cultos que divinizaban el sol, y dirigía la celebración de este día a Cristo, verdadero “sol” de la humanidad, “sol que surge para alumbrar a los que están en las tinieblas y en sombra de muerte” (Lc 1, 78-79), venido como “luz para iluminar a las gentes” (Lc 2, 32), y que regresará al final de los tiempos, para ser y transfigurar todo y a todos con el fulgor de su luz.
Esta expresión día del sol, atribuida al domingo, viene de muy atrás.
Al inicio de la historia del cristianismo, una oportuna intuición pastoral sugirió a la Iglesia de cristianizar, para el domingo, la connotación de día del sol, expresión con la cual los romanos denominaban este día y que todavía emerge en algunas lenguas contemporáneas (p. ej. en inglés sunday: día del sol). De este modo la Iglesia de los orígenes sustraía los fieles a la seducción de cultos que divinizaban el sol, y dirigía la celebración de este día a Cristo, verdadero “sol” de la humanidad, “sol que surge para alumbrar a los que están en las tinieblas y en sombra de muerte” (Lc 1, 78-79), venido como “luz para iluminar a las gentes” (Lc 2, 32), y que regresará al final de los tiempos, para ser y transfigurar todo y a todos con el fulgor de su luz.
¿En qué sentido el domingo revela al hombre el significado del tiempo?
El domingo, surgiendo de la Resurrección de Cristo, atraviesa los tiempos del hombre (los días, meses, años y siglos) como una flecha direccional que los une sea al primer día de la creación como al último día (el octavo) del mundo, en el cual el Señor Jesús vendrá en gloria y hará nuevas todas las cosas.
¿Cuál relación existe entre el domingo y el año litúrgico?
El domingo es el modelo natural para comprender y celebrar, en el curso del año litúrgico, todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y Natividad hasta la Ascensión, al día de Pentecostés y la gozosa espera del retorno del Señor. El domingo, con su ordinaria “solemnidad”, recorre, de año en año, el tiempo de la peregrinación de la Iglesia, hasta el domingo sin ocaso. De hecho la Iglesia, de domingo en domingo, iluminada por Cristo, camina hacia el domingo sin fin de la Jerusalén celestial, cuando se realizará en todos sus lineamientos la mística Ciudad de Dios, que “no tiene necesidad de la luz del sol, ni de la luz de la luna porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero” (Ap 21, 23).
¿Por qué el domingo está ligado a nuestro Bautismo?
El domingo, celebración de la Muerte y de la Resurrección de Cristo, recuerda, más que los otros días, que somos, con Cristo y gracias a El, muertos al pecado y resucitados a la vida nueva de los hijos de Dios, precisamente en el día de nuestro bautismo. “Con El, de hecho, han sido sepultados en el bautismo, en El han sido también resucitados de entre los muertos” (Col 2, 12). La Iglesia subraya esta dimensión bautismal del domingo exhortando a celebrar los bautismo, además de en la Vigilia Pascual, también en este día de la semana, el domingo, en el que se conmemora la Resurrección del Señor.
¿Cómo se santifica el domingo?
- Participando, antes que nada, de la celebración eucarística, la cual es verdaderamente, para todo bautizado, el corazón del domingo. “Sin domingo no podemos vivir”: así proclamó uno de los cristianos que sufrió el martirio bajo Diocleciano en el siglo IV, precisamente porque no quiso renunciar a celebrar la Eucaristía dominical.
- Y también mediante la oración, las obras de caridad y la abstención del trabajo.
¿Cómo se debe vivir la Santa Misa dominical?
- La Santa Misa dominical es, para el cristiano, un compromiso irrenunciable, que se debe vivir no por un cumplir un precepto, sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente.
- Los fieles el domingo se reúnen en asamblea porque, escuchando la Palabra de Dios y participando de la Eucaristía, hacen memoria de la Pasión, de la Resurrección y de la Gloria del Señor Jesús y dan gracias a Dios que los ha regenerado para una esperanza viva por medio de la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos (cfr 1 Pe 1, 3). En toda Santa Misa bendecimos al Señor, Dios del universo, presentándole el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre.
- Cuando además los padres de familia participan con sus hijos de la Santa Misa, las familias cristianas viven una de las expresiones más cualificadas de su identidad y de su “ministerio” de iglesia doméstica.
¿Cuándo está obligado el cristiano a participar de la Santa Misa?
“El domingo y las otras fiesta de precepto, los fieles tienen la obligación de participar de la Santa Misa” (can. 1247 del Código de Derecho Canónico). Tal ley implica una obligación grave, y bien se comprende el motivo, si se considera la relevancia que el domingo y la Eucaristía tienen para la vida cristiana. Quien deliberadamente no cumple esta obligación comete pecado mortal.
¿Quién puede estar dispensado de participar de la Santa Misa dominical?
Quien está justificado por un serio motivo (por ejemplo, estar enfermo) o haya sido dispensado por el párroco.
¿Cómo santificar el domingo con más oración?
- Es más que oportuno que el cristiano, además de participar de la Santa Misa, santifique el domingo dedicando mayor tiempo a la oración: personal, familiar, comunitaria. Tales momentos particulares de oración preparan y completan en el ánimo cristiano el don propio de la Eucaristía.
- Particularmente recomendada es la celebración solemne y comunitaria de las Vísperas. Importantes son también expresiones antiguas de religiosidad, como la peregrinación: con frecuencia los fieles aprovechan del descanso dominical para acercarse a los Santuarios donde vivir, preferiblemente con toda la familia, alguna hora de más intensa experiencia de Fe, de momentos de gracia.
- El tiempo donado a Cristo no es jamás tiempo perdido, más bien tiempo ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones, de nuestra vida y la vida del mundo.
¿Por qué la santificación del domingo requiere del reposo, de las abstención del trabajo?
- El alternarse del trabajo y el descanso, inscrito en la naturaleza humana, ha sido querido por Dios mismo, como se resalta en el relato de la creación en el libro del Génesis (cfr Gn 2, 2-3; Ex 20, 8-11): el descanso es algo “sagrado”, siendo para el hombre la condición para sustraerse al ciclo, a veces demasiado absorbente, de los compromisos terrenos y retomar consciencia que todo es obra de Dios. Si es ejemplar para el hombre, en la primera página del Génesis, el trabajo de Dios, también lo es su “descanso”: “Cesó en el día séptimo de todo su trabajo” (Gn 2, 2).
- La interrupción del ritmo, con frecuencia oprimente, de la dependencia expresa, con la novedad del descanso y el destaco del trabajo, el reconocimiento de la dependencia propia y de la creación de Dios. Todo es de Dios! El día del Señor torna continuamente a afirmar este principio. Este reconocimiento es mucho más urgente en nuestra época, en la cual la ciencia y la técnica han extendido increíblemente el poder que el hombre ejerce a través de su trabajo.
¿Cuáles son las ventajas del descanso dominical?
Gracias al descanso dominical:
· las preocupaciones y las tareas cotidianas pueden reencontrar su justa dimensión;
· las cosas materiales, por las que frecuentemente nos agitamos, dejan puesto a los valorares del espíritu;
· las personas con las cuales vivimos retoman, en el encuentro y en diálogo más sereno, su verdadero rostro. El reposo y la distensión son necesarios a nuestra dignidad de personas: las múltiples y complementarias exigencias religiosas, familiares, culturales, interpersonales difícilmente pueden ser satisfechas si no se salvaguarda al menos un día a la semana en el cual gozar juntos de la posibilidad de descansar y hacer fiesta;
· las mismas bellezas de la naturaleza –demasiadas veces destruidas por una lógica de dominio que se vuelve en contra del hombre- pueden ser redescubiertas y profundamente gustadas;
· se puede reencontrar un poco de paz con Dios, consigo mismos y con los semejantes; un tiempo propicio para la reflexión, el silencio, el estudio y la meditación, que favorecen el crecimiento de la vida interior y cristiana;
· se pueden vivir preciosos momentos de enriquecimiento espiritual, de mayor libertad, de mayor posibilidad de contemplación y comunión fraterna. Esto empeña dada uno de los discípulos de Cristo a dar también a los otros momentos de la jornada, vividos fuera del contexto litúrgico –vida de familia, relaciones sociales, ocasiones de distracción- un estilo que ayude a surgir la paz y el gozo del Resucitado en el tejido ordinario de la vida. El encuentro más tranquilo entre padres e hijos puede ser, por ejemplo, ocasión no sólo de abrirse a la escucha recíproca, sino también a vivir juntos algún momento formativo y de mayor recogimiento;
· se ofrece la ocasión de dedicarse, con mayor disponibilidad de energías y de tiempo a las obras de misericordia, de caridad y de apostolado. La eucaristía dominical, por tanto, no sólo no exime de los deberes de la caridad, sino que al contrario empeña mayormente a los fieles “a todas las obras de caridad, de piedad, de apostolado, mediante las cuales se haga manifiesto que los fieles de Cristo no son de este mundo y todavía son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres” (C. Vaticano ii, Sacrosantum Concilium, n. 9);
· se favorecen momentos de compartir fraterno con los más pobres. “Siempre el primer día de la semana cada uno ponga a parte lo que ha logrado ahorrar” (1 Cor 16, 2) y lo done a quien tiene menos.
¿Qué trabajos se permiten el domingo?
Los que no impidan dar culto a Dios y no disturben la alegría propia del día del Señor o el debido reposo de la mente y del cuerpo. Son consentidas las actividades familiares que tengan una gran utilidad social, mientras no creen costumbres contrarias a la religión, la vida de familia y la salud. Todo cristiano debe también evitar imponer, sin necesidad, a los demás cosas que les pueda impedir la observancia del día del Señor.
¿Qué diferencia hay entre el domingo y el “fin de semana”?
A los discípulos de Cristo se les pide que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el “fin de semana”, entendido fundamentalmente como tiempo de simple reposo o de evasión. Lamentablemente, cuando el domingo pierde su significado originario y se reduce a solo “fin de semana”, puede suceder que el hombre permanezca encerrado en un horizonte estrecho que no le consciente más ver el “cielo”.
¿Por qué es importante santificar el domingo haciendo fiesta?
La exigencia de “hacer fiesta” es connatural al ser humano. Pero para el cristiano, el domingo, el día en que el Señor ha resucitado, es el día por excelencia de gozo. Al domingo, bien se le aplica la exclamación del Salmista: “Este es el día que ha hecho el Señor: alegrémonos y exultemos en él” (Sal 118). “El primer día de la semana, estén alegres” se lee en la Didascalia de los Apóstoles, de los primeros tiempos del cristianismo. En el día del Señor la Iglesia, de hecho, testimonia fuertemente el gozo probado por los Apóstoles cuando vieron al Señor resucitado la tarde de Pascua. San Agustín, haciéndose intérprete de la difusa conciencia eclesial, pone en evidencia tal característica del domingo: “Se dejan los ayunos y se ora estando de pie como signo de la resurrección; por esto además todos los domingos se canta el aleluya”. El carácter festivo de la Eucaristía dominical expresa el gozo que Cristo transmite a su Iglesia mediante el don del Espíritu.
El Primicerio
de la Basílica de San Carlos y San Ambrosio
Monsignor Raffaello Martinelli
de la Basílica de San Carlos y San Ambrosio
Monsignor Raffaello Martinelli
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