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 (ACI/EWTN Noticias).- La hermana Paciencia Melgar, la religiosa que donó su sangre para salvar a una enfermera española infectada por el ébola hace casi un año, asegura que “la vida no es para guardarla, sino para darla” y reconoce que “hice lo que debía hacer”.
En declaraciones a la agencia Efe, la religiosa de la Inmaculada Concepción, ahora misionera en Guinea Ecuatorial y antes en Liberia, uno de los focos de la terrible enfermedad, ha hecho un balance de lo ocurrido meses atrás cuando logró salvar su vida y la de otros del virus del ébola.
Es una de las pocas personas que ha logrado sobrevivir a la letal enfermedad que en toda África se ha cobrado la vida de 11.000 personas.
Gracias a los anticuerpos que tiene su sangre, el gobierno de España la trasladó hasta Madrid para utilizar su sangre en la curación de la enfermera auxiliar Teresa Romero, infectada al atender a otro misionero, el Padre Miguel Pajares, que finalmente murió luego de permanecer ingresado en un hospital de la capital española varios días.
“Antes de que llegara este (primer) aniversario, todo el tiempo para mí ha sido como un sueño, como si nada hubiera pasado; he pensado que todas las personas con las que durante muchos años hemos compartido la lucha juntos, ayudando a los demás y ya no están, estaban de vacaciones”, explica en referencia a todos los que conoció y murieron por el virus.
Sin embargo, ahora reconoce haber despertado y sentir “una enorme tristeza”.
Yo hice lo que debía hacer, ayudar a los demás y si eso ha ayudado, estoy muy contenta, sobre todo si pronto hay una vacuna para luchar contra esa enfermedad mortal”, dice la religiosa.
La hermana Paciencia no fue repatriada en un primer momento desde Liberia junto a sus compañeros Miguel Pajares y Juliana Bonoha. Los expertos consideraron que ya era tarde para que superara la enfermedad, pero no fue así. Superó el ébola en Monrovia y viajó hasta España para donar su suero, que se utilizó para tratar a la auxiliar de enfermería Teresa Romero, primera contagiada por el virus fuera de África.
Recordando la razón de que donara su sangre asegura que “la vida no es tanto para guardarla, como para darla; tenemos que estar siempre disponibles y ayudar a nuestros hermanos, estar atentos para descubrir las necesidades de los demás y no hacer oídos sordos. Si intentamos cada uno hacer lo mismo, el mundo podrá ir cambiando”.
Ahora continúa su labor entre los más pobres de Guinea en los campos de la enseñanza y la sanidad pero lanza un llamamiento para no olvidar otras enfermedades. “Son muertes que podrían evitarse, como las que provoca el hambre y la desnutrición, o la de las madres que mueren en los partos”, dice Paciencia.
Su vocación precisamente está muy unida a este dar la vida por los demás y confiesa que desde joven “siempre llevé algo dentro” que le impulsó a ello.
La situación actual del ébola
La actual epidemia del Ébola, que se desencadenó en Guinea en diciembre de 2013, es la más grave en África occidental desde que se identificó este virus, en 1976 en África central. Ha dejado 11.279 muertos de los 27.748 casos detectados. Más del 99 por ciento de los diagnósticos se concentran en Guinea, Sierra Leona y Liberia.
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Desde que se conociera la epidemia, la labor de la Iglesia ha sido elogiada en todo el mundo. Los misioneros de estos países no dudaron en permanecer en ellos para tratar a los enfermos aún a riesgo de contagiarse y morir.
El pasado 7 de enero, la Santa Sede hizo público el documento “Potenciar el compromiso de la Iglesia Católica en la respuesta a la crisis del ébola”, del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
El texto afirma que “la Santa Sede expresa su más vivo aprecio a las Iglesias Católicas locales de Guinea, Liberia y Sierra Leona por su rápida respuesta a la crisis causada por el ébola” y asegura que “para potenciar todavía más sus esfuerzos y como respuesta concreta a la epidemia, la Santa Sede ofrece una aportación económica”.
El mensaje destaca que la Iglesia no ha querido irse de esos lugares y ha permanecido en ellos ayudando. “Las personas se vuelven al Señor en los momentos de miedo y de necesidad”, afirma.
“La Iglesia está siempre en medio suyo, testimonios visibles de la presencia de Jesucristo. Lo está particular en los momentos de adversidad”.
El documento aborda también los fondos con los que la Iglesia contribuye a paliar esta terrible enfermedad.

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