Autoridad y Disciplina
Estudiar es algo difícil y exigente. Ofrecemos algunas ideas para encontrarle sentido a los estudios.
Por: Sebastian Campos | Fuente: Catholic-link.com
Por: Sebastian Campos | Fuente: Catholic-link.com
Hay muchas cosas que podemos usar como motivaciones para realizar nuestros quehaceres y cumplir con nuestros deberes; no solo con los académicos, también con los laborales, los familiares y los espirituales.
En Chile cuando algo es muy pesado, tedioso o no dan ganas de hacerlo, decimos que es “más pesado que tren a pedales”. Para ti, ¿cumplir con tus estudios es así? Quizá lo sientes como una carga pesada de llevar, difícil de mover y por lo tanto con la que te cuesta mucho avanzar.
Estudiar es algo difícil y exigente. Si a eso le sumamos que no te sientes motivado, no tienes ganas y parece que no hay un “porque” para hacer las cosas; entonces te queremos ofrecer algunas ideas para encontrarle sentido a tus estudios, que no serán más que ideas, sino abres tu corazón y permites que Dios entre en ellas y te ayude a encontrar esa motivación que necesitas.
Podemos hacer una lista infinita de cosas que podrían motivarte, pero queremos establecer una premisa fundamental para discernir estas motivaciones: a la gente la mueve el temor o la mueve el amor, casi podríamos asegurar que no hay puntos intermedios. ¿Haces las cosas por temor a las consecuencias que conlleva el no haberlas realizado, o las haces sin pensar en las consecuencias negativas o positivas, considerando solo el hecho de amar al destinatario de aquello que estas realizando? Nos quedamos con la segunda. El amor es la clave.
1. Amor a ti mismo
Estoy seguro que conoces las instrucciones de Jesús sobre el amor al prójimo y que Él pone como punto de referencia a “uno mismo” (Cf. Mateo 22, 39). Es decir, lo primero es amarme a mí para poder amar al otro. Pero, ¿y que pasa si me amo mal?, ¿qué ocurre si me permito la mediocridad, la flojera, el desánimo, la desesperanza?
Amarte a ti mismo es la primera parte. Estudia por amor a ti, Dios desea que te ames y cuides de ti mismo, y luego que hagas lo mismo con los demás. Dios desea lo mejor para ti, ¿qué tal si te pones en camino de desear lo mismo y lo haces con amor? Qué lindo y agradable es ir superándote, ir pasando asignaturas, cursos, grados, qué satisfactorio es mirar hacia tu interior y no tener nada que reprocharte. Estudia como un gesto de amor hacia ti mismo.
Amarte a ti mismo es la primera parte. Estudia por amor a ti, Dios desea que te ames y cuides de ti mismo, y luego que hagas lo mismo con los demás. Dios desea lo mejor para ti, ¿qué tal si te pones en camino de desear lo mismo y lo haces con amor? Qué lindo y agradable es ir superándote, ir pasando asignaturas, cursos, grados, qué satisfactorio es mirar hacia tu interior y no tener nada que reprocharte. Estudia como un gesto de amor hacia ti mismo.
2. Amor al trabajo bien hecho
Un buen amigo siempre me dice: no hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Yo por mi parte descubrí que cuando me quiero sacar una selfie en una ocasión especial, si no lo hago bien, ya perdí la oportunidad de capturar el momento. Hacer las cosas bien o hacerlas mal no es lo mismo, y no debes permitirte el acostumbrarte a que te de lo mismo. Las cosas bien hechas tienen un tremendo valor.
Un cuento corto: los “Reyes Magos” no eran cristianos, no eran judíos, ni siquiera eran reyes o magos (según las escrituras eran sabios de oriente) y podemos deducir que se dedicaban a la astrología (estudiar los astros y la mitología). Estaban tan comprometidos con hacer un trabajo bien hecho, que cuando vieron la estrella se pusieron en marcha rápidamente. Eran unos apasionados por su trabajo. Tanta fue su pasión que eso los llevó a encontrarse con el mismo Jesús envuelto en pañales y en los brazos de su Madre. El trabajo bien hecho llenará tu corazón de satisfacción y orgullo, pero sobre todo, te llevará a Dios, incluso si no lo estás buscando.
Un cuento corto: los “Reyes Magos” no eran cristianos, no eran judíos, ni siquiera eran reyes o magos (según las escrituras eran sabios de oriente) y podemos deducir que se dedicaban a la astrología (estudiar los astros y la mitología). Estaban tan comprometidos con hacer un trabajo bien hecho, que cuando vieron la estrella se pusieron en marcha rápidamente. Eran unos apasionados por su trabajo. Tanta fue su pasión que eso los llevó a encontrarse con el mismo Jesús envuelto en pañales y en los brazos de su Madre. El trabajo bien hecho llenará tu corazón de satisfacción y orgullo, pero sobre todo, te llevará a Dios, incluso si no lo estás buscando.
3. Amor a tus padres
Estudia por amor, no por temor a tus padres. Míralo en positivo: es mejor poner todo de ti pensando en que tus padres estarán alegres y orgullosos si te va bien, que pensar poner todo de ti, porque si no lo haces recibirás una sanción o un castigo. Ama a tu padres, demuéstraselo con tu esfuerzo y que ese esfuerzo (independiente del resultado) sea por amor a ellos y no por miedo a sus reacciones. (Aquí tal vez añadiría que tus padres te exigen porque te aman y quieren lo mejor para ti).
4. Amor a los planes que Dios tiene para ti
No somos producto de una casualidad, ni del deseo de nuestros padres, ni de un error de planificación: nuestra existencia tiene su origen en la voluntad de Dios. Si Él nos ha puesto acá, no está improvisando. Es una buena idea preguntarle qué planes tiene para mí a mediano y a largo plazo. Si mi corazón es capaz de reconocer la voz de Dios y descubrir cuál es llamado particular que Él hace en mi vida (vocación), seguro me será más fácil esforzarme con alegría en mis estudios, pues sé que esto es parte de algo más grande que el Señor tiene preparado para mí.
5. Amor a los demás (mis estudios como oportunidad de servicio)
Es un poco egoísta pensar que solo estudias para ti. Que tus calificaciones, tus títulos universitarios y tus grados académicos tienen como único fin el acomodarte bien en la vida y que no te falte nada. No debes olvidar que la oportunidad de aprender, de estudiar y de rendir, es un don para poner al servicio de los demás. Los dones son para compartirlos, y tú estás estudiando no solo para ti, sino para todos los que en un futuro (y también hoy mismo) están a tu alrededor.
6. Amor al apostolado
Si eres de los que lleva adelante algún apostolado y con todas las cosas que tienes que hacer en la parroquia, en tu casa, con tus amigos y todas tus responsabilidades… probablemente las horas de estudio son las que quedan al final del día, cuando ya estás cansado y con pocas ganas de poner a trabajar tus neuronas. Te cuento que tu tiempo de estudio puede ser una ofrenda que Dios recibirá con agrado y amor. Ofrécele a Él este tiempo, eso le dará un sentido distinto a ese momento de aprendizaje, sobre todo, si lo ofreces por alguna causa noble o por alguna persona en necesidad.
“Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración” (San Josemaría Escrivá, Camino, 335).
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