El lado positivo de los límites
Los límites están relacionados con dos dimensiones importantes de la educación: formación de la conciencia y la voluntad.
Por: Joaquín Viquiera | Fuente: Catholic.net
Por: Joaquín Viquiera | Fuente: Catholic.net
Querría comenzar esta reflexión con una imagen: las vías del tren y el tren. Las vías limitan en algún punto el andar del tren no permitiéndole que circule en cualquier dirección ni que vaya “campo atraviesa”. Sin embargo, son esas mismas vías las que permiten que el tren avance y cumpla con su función: la de transportar gente o mercadería. Los límites son a nuestros hijos, como las vías al tren. Ciertamente que en algún punto los límites limitan, pero saliendo de lo inmediato se observa que favorecen cosas más importantes en orden al desarrollo pleno de nuestros hijos.
Un buen ejercicio espiritual y moral es preguntarse ante diversas situaciones de la vida, qué haría Jesús en ese momento, ante esa circunstancia. Jesús no fue padre y no tuvo hijos de sangre pero sí los tuvo espirituales: los discípulos o apóstoles. Fueron sus mejores amigos y aquellos a quienes debió formar para la desafiante tarea de continuar con su misión. Son varias las citas en donde Jesús aparece reprendiendo y corrigiendo a sus discípulos dentro de su rol de maestro. Tal vez una de las más significativas es cuando Pedro no quiere aceptar el anuncio de la Pasión y Jesús lo reprende – a Pedro el primer Papa! – diciéndole: ¡Retírate, ve detrás de mi, Satanás! (…) tus pensamientos no son los de Dios…” (Mt 16, 22 – 23). En esta cita vemos a Jesús diciéndole que no a uno de los apóstoles de mayor confianza. Ellos eran discípulos y Él como maestro algunas veces tiene que decirles que no. Nosotros como padres y madres, somos educadores y maestros, y también en ciertas ocasiones tenemos que asumir ese lado poco amable y simpático de la paternidad: decir que no, poner límites.
Los límites están íntimamente relacionados con dos dimensiones muy importantes de la educación: la formación de la conciencia y la educación de la voluntad. Respecto de lo primero podemos decir que todo hombre nace con una ley inscripta en el corazón: hay que hacer el bien y evitar el mal. La formación de la conciencia tiene que ver precisamente con esto, y consiste en nuestra preocupación como padres por guiar a nuestros hijos en la búsqueda de aquello que es bueno y verdadero. Preocupación por enseñarles en lo cotidiano cómo se termina concretando ese gran principio de la moral llamado sindéresis. Cuando la conciencia no está animada por esta búsqueda permanente se va entenebreciendo su luz y con el paso del tiempo va perdiendo claridad para distinguir el bien del mal. En segundo lugar los límites tienen relación con la educación de la voluntad que es fundamental especialmente en lo que se refiere a la virtud de la fortaleza. Esta virtud nos permite padecer con cierta integridad los sufrimientos propios de la vida y por otro lado nos impulsa al combate contra los obstáculos que irremediablemente aparecen en la práctica del bien y de nuestros proyectos de vida.
¿Qué son los límites? Son sanciones que la autoridad (en este caso el papá o la mamá) pone cuando no se da cumplimiento a una norma, o bien se realiza una acción incorrecta. A su vez las normas están relacionadas con valores y virtudes que queremos forjar en nuestros hijos. Es una interesante tarea para la reflexión del matrimonio pensar este recorrido en camino inverso: ¿qué valores queremos trabajar este año en nuestro hijo de acuerdo a su etapa evolutiva y a su personalidad única e irrepetible? ¿Qué normas de convivencia se siguen de esos valores? Este es el sentido profundo de los límites en cuanto se relacionan con normas y acciones, las cuales a su vez se vinculan a la educación en valores que tanto pregonamos. Poner límites correctamente es educar en valores, formar ciudadanos, enseñar a vivir con otros.
El encargado de poner los límites dentro de la dinámica familiar es la autoridad, en este caso los padres. Es una tarea indelegable. Sin lugar a dudas que el tipo de límites y el modo de transmitirlos va cambiando conforme a la edad de los hijos. Nunca se deja de ser padre, pero el modo de transmitir los límites cambia. Se me ocurre la siguiente caracterización. Para la etapa de la niñez los límites suelen aparecer bajo la forma de orden y se espera del hijo que obedezca. En la adolescencia, de acuerdo a la temática, situación y gravedad del asunto conviven las posibilidades de la orden con la del consejo. Y finalmente con hijos adultos el límite cede al consejo, que no sería estrictamente hablando un límite.
¿Por qué nos cuesta tanto poner límites? Puede haber varios motivos. El primero que surge de la experiencia es el de la comodidad. Es más cómo decir sí que decir no. Poner límites nos genera un mal momento, una discusión, a veces un distanciamiento. Es la faceta poco simpática pero necesaria de la paternidad. En segundo lugar muchas veces los hijos con sus gestos y palabras “nos compran”. Con una “monigoteada” pueden hacernos reir logrando que olvidemos o bien dejemos pasar la corrección que queríamos hacerles. En tercer lugar suele suceder que pensamos que decirles no, es no quererlos. En una vida de amor filial, no todo es color de rosas. Ciertamente que deben primar los sí a los no, los momentos de gozo y alegría a los de discusión o enfrentamiento. Pero todo esto forma parte de las dinámicas de las relaciones humanas sanas, y la relación padre – hijo no es la excepción en este punto. En cuarto lugar, no podemos dejar de mencionar el peso que tiene la cultura contemporánea sobre nuestra perspectiva de la educación. La cultura actual (light en materia de valores y relativista en materia de moral) no favorece la presencia de fuertes convicciones y valores de los que se desprenden conductas más o menos apropiadas. Esta cultura también tiende a asociar con frecuencia cualquier tipo de límite y autoridad con represión y autoritarismo.
Preguntas para reflexionar en el matrimonio
1.- ¿Qué valores queremos trabajar este año en nuestro hijo de acuerdo a su etapa evolutiva y a su personalidad única e irrepetible? ¿Qué normas de convivencia se siguen de esos valores?
2.-¿ Qué ideas de la charla iluminan mi rol de padre?
TIPS CONCRETOS PARA PONER EN PRÁCTICA LA CHARLA:
1. No des a tu hijo todo lo que te pida, aún cuando puedas dárselo
2. Cuando haga cosas graciosas pero que no corresponden, no festejarlas.
3. Corregirlo cuando se equivoca
4. No recoger lo que deja tirado y acostumbrarlo al orden: cada cosa en su lugar
5. Acostumbrarlo a cumplir con sus obligaciones
6. Seleccionar y si fuera necesario restringir lo que mira en TV o Internet.
7. No satisfacer todos sus deseos y caprichos.
8. No darle la razón a priori cuando critica o habla en contra de otro adulto, por ejemplo un docente.
9. Estar en sintonía padre y madre para transmitir un mensaje coherente
Un buen ejercicio espiritual y moral es preguntarse ante diversas situaciones de la vida, qué haría Jesús en ese momento, ante esa circunstancia. Jesús no fue padre y no tuvo hijos de sangre pero sí los tuvo espirituales: los discípulos o apóstoles. Fueron sus mejores amigos y aquellos a quienes debió formar para la desafiante tarea de continuar con su misión. Son varias las citas en donde Jesús aparece reprendiendo y corrigiendo a sus discípulos dentro de su rol de maestro. Tal vez una de las más significativas es cuando Pedro no quiere aceptar el anuncio de la Pasión y Jesús lo reprende – a Pedro el primer Papa! – diciéndole: ¡Retírate, ve detrás de mi, Satanás! (…) tus pensamientos no son los de Dios…” (Mt 16, 22 – 23). En esta cita vemos a Jesús diciéndole que no a uno de los apóstoles de mayor confianza. Ellos eran discípulos y Él como maestro algunas veces tiene que decirles que no. Nosotros como padres y madres, somos educadores y maestros, y también en ciertas ocasiones tenemos que asumir ese lado poco amable y simpático de la paternidad: decir que no, poner límites.
Los límites están íntimamente relacionados con dos dimensiones muy importantes de la educación: la formación de la conciencia y la educación de la voluntad. Respecto de lo primero podemos decir que todo hombre nace con una ley inscripta en el corazón: hay que hacer el bien y evitar el mal. La formación de la conciencia tiene que ver precisamente con esto, y consiste en nuestra preocupación como padres por guiar a nuestros hijos en la búsqueda de aquello que es bueno y verdadero. Preocupación por enseñarles en lo cotidiano cómo se termina concretando ese gran principio de la moral llamado sindéresis. Cuando la conciencia no está animada por esta búsqueda permanente se va entenebreciendo su luz y con el paso del tiempo va perdiendo claridad para distinguir el bien del mal. En segundo lugar los límites tienen relación con la educación de la voluntad que es fundamental especialmente en lo que se refiere a la virtud de la fortaleza. Esta virtud nos permite padecer con cierta integridad los sufrimientos propios de la vida y por otro lado nos impulsa al combate contra los obstáculos que irremediablemente aparecen en la práctica del bien y de nuestros proyectos de vida.
¿Qué son los límites? Son sanciones que la autoridad (en este caso el papá o la mamá) pone cuando no se da cumplimiento a una norma, o bien se realiza una acción incorrecta. A su vez las normas están relacionadas con valores y virtudes que queremos forjar en nuestros hijos. Es una interesante tarea para la reflexión del matrimonio pensar este recorrido en camino inverso: ¿qué valores queremos trabajar este año en nuestro hijo de acuerdo a su etapa evolutiva y a su personalidad única e irrepetible? ¿Qué normas de convivencia se siguen de esos valores? Este es el sentido profundo de los límites en cuanto se relacionan con normas y acciones, las cuales a su vez se vinculan a la educación en valores que tanto pregonamos. Poner límites correctamente es educar en valores, formar ciudadanos, enseñar a vivir con otros.
El encargado de poner los límites dentro de la dinámica familiar es la autoridad, en este caso los padres. Es una tarea indelegable. Sin lugar a dudas que el tipo de límites y el modo de transmitirlos va cambiando conforme a la edad de los hijos. Nunca se deja de ser padre, pero el modo de transmitir los límites cambia. Se me ocurre la siguiente caracterización. Para la etapa de la niñez los límites suelen aparecer bajo la forma de orden y se espera del hijo que obedezca. En la adolescencia, de acuerdo a la temática, situación y gravedad del asunto conviven las posibilidades de la orden con la del consejo. Y finalmente con hijos adultos el límite cede al consejo, que no sería estrictamente hablando un límite.
¿Por qué nos cuesta tanto poner límites? Puede haber varios motivos. El primero que surge de la experiencia es el de la comodidad. Es más cómo decir sí que decir no. Poner límites nos genera un mal momento, una discusión, a veces un distanciamiento. Es la faceta poco simpática pero necesaria de la paternidad. En segundo lugar muchas veces los hijos con sus gestos y palabras “nos compran”. Con una “monigoteada” pueden hacernos reir logrando que olvidemos o bien dejemos pasar la corrección que queríamos hacerles. En tercer lugar suele suceder que pensamos que decirles no, es no quererlos. En una vida de amor filial, no todo es color de rosas. Ciertamente que deben primar los sí a los no, los momentos de gozo y alegría a los de discusión o enfrentamiento. Pero todo esto forma parte de las dinámicas de las relaciones humanas sanas, y la relación padre – hijo no es la excepción en este punto. En cuarto lugar, no podemos dejar de mencionar el peso que tiene la cultura contemporánea sobre nuestra perspectiva de la educación. La cultura actual (light en materia de valores y relativista en materia de moral) no favorece la presencia de fuertes convicciones y valores de los que se desprenden conductas más o menos apropiadas. Esta cultura también tiende a asociar con frecuencia cualquier tipo de límite y autoridad con represión y autoritarismo.
Preguntas para reflexionar en el matrimonio
1.- ¿Qué valores queremos trabajar este año en nuestro hijo de acuerdo a su etapa evolutiva y a su personalidad única e irrepetible? ¿Qué normas de convivencia se siguen de esos valores?
2.-¿ Qué ideas de la charla iluminan mi rol de padre?
TIPS CONCRETOS PARA PONER EN PRÁCTICA LA CHARLA:
1. No des a tu hijo todo lo que te pida, aún cuando puedas dárselo
2. Cuando haga cosas graciosas pero que no corresponden, no festejarlas.
3. Corregirlo cuando se equivoca
4. No recoger lo que deja tirado y acostumbrarlo al orden: cada cosa en su lugar
5. Acostumbrarlo a cumplir con sus obligaciones
6. Seleccionar y si fuera necesario restringir lo que mira en TV o Internet.
7. No satisfacer todos sus deseos y caprichos.
8. No darle la razón a priori cuando critica o habla en contra de otro adulto, por ejemplo un docente.
9. Estar en sintonía padre y madre para transmitir un mensaje coherente
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