VATICANO, 08 Nov. 15 / 07:56 am (ACI).- En el rezo del Ángelus, el Papa Francisco afirmó que la caridad está en dar de lo que es indispensable para uno, no de lo superfluo, por lo que “tú puedes tener mucho dinero, pero estar vacío: no hay plenitud en el corazón”.
Desde la ventada del estudio pontificio, el Pontífice comentó el Evangelio de este domingo antes de rezar el Ángelus. Señaló que el cristiano debe fiarse de la providencia de Dios y servir a los hermanos más pobres sin esperar nada a cambio. A su vez, advirtió de que una enfermedad es estar apegado a los bienes, lo que hace que el corazón se ‘baje’ a la cartera.
“La medida del juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Existe una diferencia entre cantidad y plenitud. “Piensen, en esta semana –invitó a los fieles– en la diferencia que existe entre cantidad y plenitud. No es cuestión de cartera, sino de corazón. Hay diferencia entre la cartera y el corazón… Hayenfermedades cardiacas, que hacen ‘abajar’ el corazón a la cartera… ¡y esto no hace bien!”, exclamó.
“Amar a Dios ‘con todo el corazón’ significa confiar en Él, en su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres sin esperar nada a cambio”.
A continuación, Francisco contó una anécdota sucedida en la diócesis de Buenos Aires (Argentina) de la que fue Arzobispo: “Estaban en la mesa una madre con tres hijos; el padre estaba en el trabajo; estaban comiendo filetes de carne empanados… en ese momento llaman a la puerta y uno de los hijos –pequeños, 5, 6 años, 7 años el más mayor– viene y dice: ‘mamá, hay un mendigo que pide comida’. Y la madre, una buena cristiana, le pregunta: ‘¿Qué hacemos?’ –‘Vamos a dársela mamá’– ‘Vale’. Tomó un tenedor y un cuchillo y cortó la mitad de cada uno de los filetes. ‘¡Ah no mamá, no! Así no!’. ‘Tómalos del frigorífico’ – ‘¡No, hagamos tres bocadillos así!’. Y los hijos aprendieron que la verdadera caridad se da, se hace no de aquello que sobra, sino de aquello que es necesario”.
“Estoy convencido de que en la tarde tuvieron un poco de hambre… ¡pero así se hace!” dijo a los presentes en la plaza de San Pedro.
Por eso, “frente a las necesidades de los demás somos llamados a privarnos de alguna cosa indispensable, no solo de lo superfluo; estamos llamados adar el tiempo necesario, no sólo el que nos viene bien; somos llamados a dar rápidamente y sin reservas cualquiera de nuestros talentos, no después de haberlo utilizado para nuestros propósitos personales o de grupo”.
Al comentar el Evangelio de este domingo, Francisco explicó que se compone de dos partes: “una en la que se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo” y otra “en la que se propone el ejemplo ideal de cristiano”.
“En la primera parte Jesús critica a los escribas, maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, codicia ehipocresía”.
“Bajo su apariencia solemne se esconden falsedades e injusticias”, explicó el Papa.
Así, “mientras se pavonean en público, usan su autoridad para ‘devorar las casas de las viudas’ que estaban consideradas, junto a los huérfanos y extranjeros, las personas más indefensas y menos protegidas”.
El Papa advirtió de que “también hoy existe el riesgo de asumir estas actitudes” por ejemplo “cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres, o cuando uno dice que ama a Dios pero antepone a Él la propia vanagloria, el propio lucro”.
Retomando el Evangelio, el Santo Padre explicó que “la escena está ambientada en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar donde la gente lanzaba las monedas como ofrenda”.
“Hay muchos ricos que tiran muchas monedas, y hay una pobre mujer, viuda, que da apenas dos moneditas. Jesús observa atentamente a esta mujer y reclama la atención de los discípulos sobre el fuerte contraste que hay en la escena”.
“Los ricos han dado, con gran ostentación, aquello que para ellos era superfluo, mientras la viuda, con discreción y humildad, ha dado ‘todo lo que tenía para vivir’ y por eso –dice Jesús– ella ha dado más que los otros”.
Francisco señaló que “con motivo de su extrema pobreza, habría podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse la otra para ella. Pero no ha querido ir a la mitad con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, tiene todo; se siente amada totalmente a Él y a su vez le ama totalmente”.
“Pidamos al Señor aprender de esta pobre viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los discípulos, hace salir en cátedra y presenta como maestra del Evangelio vivo. Por intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad alegre y gratuita”, concluyó.
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