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La política no hay que dejarla sólo a los políticos. Todos debemos participar en la sociedad según nuestro talento para el bien común


Por: Javier Pueyo Usón | Fuente: Catholic.net 



Los ciudadanos vamos desconfiando cada vez más de la clase política. “Son todos iguales” se suele escuchar. Sin embargo, hay políticos honrados en todos los partidos y con vocación de servir a los demás, que debe ser la finalidad de los que detentan el poder. Se ha calificado a la política como de noble arte y muchas veces de noble ha tenido poco, ha sido más bien el arte del medro y enriquecimiento personales y de la artimaña para alcanzar y permanecer en el poder. El poder corrompe, se dice, pero eso, creo yo, depende más de persona que de la estructura. Como veremos más adelante, la corrupción no se da sólo en el poder político.

“A la corrupción política se le ha definido como el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. Su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país. La corrupción hace peligrar seriamente el desarrollo. En el terreno político socava la democracia y el buen gobierno ya que supone un desacato e incluso una subversión de los procesos formales”. (Tomado de Wikipedia)

Pero la política no hay que dejarla sólo a los políticos. Todos debemos participar en la sociedad según nuestro talento para el bien común, bien en partidos o sindicatos, bien en organizaciones intermedias, como asociaciones de barrio, colegios profesionales, clubs deportivos, etc. que tejen el entramado social. No basta con votar cuando hay elecciones, los que votamos, sino debemos interesarnos por la cosa pública, cada uno a su nivel, en todo tiempo. La democracia o es participativa o no es verdadera democracia. Es verdad que se requiere de cierta formación, también de tipo moral. Además, ahora las nuevas tecnologías permiten un debate virtual añadido al “real”

Tristemente la juventud, salvo tal vez algunos “indignados”, pasa de política, a diferencia de los que éramos jóvenes en la transición. ¿A quién beneficia este hecho?

La corrupción también incluye al sector privado, en cuyo caso se puede hablar de corrupción empresarial o de tráfico de influencias entre el sector privado y el público. También hace falta participar en la empresa. Las cooperativas (como el grupo Mondragón) lo consiguen más fácilmente que las sociedades anónimas. La gestión de la empresa corresponde a la dirección, pero los trabajadores también deben poder participar en las decisiones importantes e incluso en el capital. En los sindicatos puede pasar lo mismo que en los partidos. Criticarlos es fácil y se dan abusos, pero dentro de ellos también hay gente trabajando por los demás. Habiendo cauces como éstos señalados no se emplean por pereza o pasividad.

El Concilio Vaticano II ha fomentado en la Iglesia Católica la participación de los laicos en la Catequesis, la Liturgia y la acción caritativa comunitaria, como Caritas, y a través de los Sínodos y Consejos Pastorales el seglar puede intervenir en el discurrir de la parroquia o de la diócesis, algo normal en nuestros hermanos protestantes. El Concilio Vaticano II también anima al compromiso público de los católicos en todo el entramado social.

En resumen, se debe criticar constructivamente a partidos y sindicatos y meter en la cárcel a los culpables de la corrupción, pero también debemos participar por las vías que tenemos en la política, la empresa y la Iglesia. Porque, y me lo pregunto yo el primero, tú que criticas ¿qué haces?, ¿en qué participas?, ¿cómo contribuyes al bien común?

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