VATICANO, 17 Ene. 16 / 07:01 am (ACI).- A las 12 horas de Roma, el Papa Francisco se asomó como cada domingo a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para el rezo del Ángelus, que dedicó a hablar del Evangelio de las Bodas de Caná de la liturgia de este día.
“Los milagros son signos extraordinarios que acompañan la predicación de la Buena Noticia y tienen el objetivo de suscitar y reforzar la fe en Jesús”.
En concreto, el de Caná “es un signo de la bendición de Dios para el matrimonio”. “El amor entre un hombre y una mujer es un buen camino para vivir el Evangelio, es decir, para encaminarse con alegría al camino de la santidad”.
El Papa destacó que este milagro no solo atañe a los matrimonios, porque “toda persona humana está llamada a encontrar al Señor como esposo de su vida”.
“La fe cristiana es un don que recibimos con el Bautismo y que nos permite encontrar a Dios”, indicó Francisco.
En definitiva, “el relato de las Bodas de Caná nos invita aredescubrir que Jesús no se presenta ante nosotros como un juez dispuesto a condenar nuestras culpas, ni como un comandante que nos impone seguir ciegamente sus órdenes”, al contrario: “se manifiesta como Esposo de la humanidad: como Aquél que responde a las esperas y a las promesas de alegría que habitan en el corazón de cada uno de nosotros”.
El Papa invitó a preguntarse si cada uno conoce al Señor “como Esposo de mi vida” y si “¿le estoy respondiendo con ese amor esponsal que me manifiesta cada día a mí y a todo ser humano?”.
“Se trata –añadió– de darse cuenta de que Jesús nos busca y nos invita a hacerle espacio en lo íntimo de nuestro corazón”.
Para recorrer este camino, Francisco señaló que “hemos recibido el don de la Sangre de Cristo”. Como en las Bodas de Caná, en las que transformó el agua en vino como “signo del paso de la antigua alianza a la nueva”.
Además, subrayó que los sacramentos “infunden en nosotros la fuerza sobrenatural y nos permiten saborear la misericordia infinita de Dios”.
Al concluir, el Pontífice pidió a la Virgen María “que nos ayude a descubrir con fe la belleza y la riqueza de la Eucaristía y de los otros sacramentos, que hacen presente el amor fiel de Dios por nosotros”.
“Así, podremos enamorarnos cada vez más del Señor Jesús, nuestro Esposo, e ir a su encuentro con las lámparas encendidas de nuestra fe alegre, convirtiéndonos así en sus testimonios en el mundo”, terminó.
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