Reflexiones dolor y la muerte
Pero a veces no comprendo por qué tardas, porque estoy pidiendo cosas buenas.
Te pido, Señor, que termine esta crisis, que mejore la salud de un pariente, que un amigo deje de emborracharse, que lleguen a tiempo las lluvias para la nueva cosecha, que inicie la paz en tantos lugares que sufren por la guerra.
Te pido tantas cosas, para mis seres queridos y para quienes viven lejos. Te pido también para mi propia vida: paz, fortaleza, perdón, esperanza.
Pero a veces no comprendo por qué tardas, por qué no llega tu respuesta. Quisiera que tocases, que sanases, que limpiases, que concedieses eso que tanto necesitamos. Porque, espero no equivocarme, estoy pidiendo cosas buenas.
Tú, sin embargo, tienes un modo de actuar que me supera. Si no llega la lluvia, si la enfermedad avanza, si la muerte arrebata a un padre de familia, lloraré, pero aceptaré humildemente tu voluntad.
También Tu Hijo, oh Padre, te pidió que apartases ese cáliz. Luego, llegó la hora de las burlas, de los azotes, de la condena, del Calvario. ¿Por qué? Solo lo sabremos en la mañana de Pascua.
Por eso ahora respeto, Dios mío, lo que Tú decidas. Un día comprenderé por qué esperaste, por qué permitiste una guerra injusta, por qué no bajaste a curar a aquel enfermo.
Seguiré rezando: Tú mismo nos has dicho que pidamos. Y seguiré esperando: sé que todo lo que ocurre es para nuestro bien, aunque ahora no entienda casi nada.
Como me enseña María, la Virgen humilde, y como rezamos en el Padre nuestro, acepto. “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo...”
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