EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

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Seguir a Cristo, nadie dijo que es fácil. Pero de lo que estamos seguros, es que seguirle nos hace auténticamente felices.


Mi última Semana Santa estuve en misiones por octavo año consecutivo, y pude escuchar a un responsable de un  equipo de misioneros, quien en la primera actividad con sus muchachos les lanzó la siguiente pregunta: ¿por qué soy católico?
La verdad, en mis ocho años de misiones, llevando la palabra de Dios, yo jamás me había hecho esta pregunta. ¡Qué gran error! No había sacado el tiempo para contestarme a mí mismo, convencerme quizás; ¿Por qué soy católico?
Es entonces que revisando las redes sociales como Facebook o Twitter en los últimos meses me he ido topando con dolorosas noticias que usualmente llevan por título: “masacre de cristianos”, “quemados vivos”, “conversión o la muerte”… ¿Por qué esto no ha sido reportado en los medios de comunicación internacionales? ¿Por qué no lo he visto en los noticieros más relevantes de mi país?
Lo que más me confundía es que tan sólo semanas antes de que saliera la primera noticia sobre cristianos asesinados, recién había sucedido la masacre de Charlie Hebdo que no paraba su replicación alrededor del mundo en prensa y redes sociales.
¿Es que es válido ubicar en segunda categoría la masacre de cientos de cristianos?

“Sálvanos Jesús”

El pasado Jueves Santo fueron asesinados 140 estudiantes de la Universidad de Garissa (Kenia), por su fe cristiana.
“Estaba rezando con ellos (sus amigos) cuando escuchamos los disparos y dos jóvenes armados y con capuchas irrumpieron. Yo pude escapar porque estaba cerca a la puerta posterior. Escuché a mis amigos orar e invocar el nombre de Jesús. Otros gritaban”. “Mataron a mis amigos, pero sé que todos están en el paraíso porque murieron rezando a Dios”.
Así lo describe un artículo de ACIPRENSA del pasado 4 de abril de 2015.
La dura pregunta que podemos hacernos es: ¿qué haríamos? ¿Qué haría yo en el lugar de estos hermanos cristianos que mueren por su fe? ¿Negaré a Cristo?
El único sentimiento que me llega, es que, son mis hermanos. Es mi familia. Compartimos un bautismo. “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13) ¡Qué orgullo! ¡Qué honra! Si tan sólo pudiera mi fe alcanzar la de estos jóvenes. Alcanzar su amor tan generoso.
Otro ejemplo que me deja la boca abierta  lo escuché de un amigo sacerdote. Él me contaba que a una madre de estos mártires, un reportero le preguntó: ¿qué haría si viera en frente a uno de los asesinos de su hijo? Y la madre contestó sin vacilar: le abrazo, le perdono y le invito a comer a mi casa.
Con estos testimonios, creo que no soy el único que está recibiendo la más dura y grande catequesis de su vida a ejemplo de estos mártires contemporáneos y sus familias.
“La sangre de los mártires es semilla de cristianos” San Pedro Chanel
No podemos parecer desinteresados ante esta realidad. Muchos de nosotros vivimos en países de los que podemos estar seguros, nuestra fe será respetada la mayoría del tiempo, y que, morir por ella es algo que vemos lejos.
Sin embargo, les invito a que esta sangre valga la pena. Que estos hermanos nuestros, nos vean desde el cielo y sientan orgullo por los pequeños o grandes detalles que hagamos.
El otro día mi hermana tuvo la oportunidad de ir a un museo judío en mi país donde la comunidad explica y mantiene vivo el recuerdo del holocausto que sufrieron el siglo pasado. Ella me contó que le preguntó al guía del museo: ¿por qué recuerdan esto? A lo que el guía respondió: porque si lo olvidamos corremos el riesgo de volverlo a sufrir. No lo podemos olvidar. Es nuestro pueblo. Son de nuestra sangre.
Regreso a la pregunta del inicio. ¿Por qué soy católico? ¿Por qué eres católico? Trata de responderte esto ahorita, y si no suenas muy convencido de tu respuesta, comienza a discernir por qué no lo estás. ¿Qué puntos de mi vida cristiana necesitan más atención?
Quizás el desconocimiento de nuestra fe, nuestro poco testimonio o coherencia de vida hagan dudar nuestra respuesta. Volvamos la mirada a estos hermanos nuestros que han dado su vida en el nombre de Cristo, ojalá sean una chispa inicial para renovar, iniciar o enriquecer más nuestra propia vida cristiana.

¿Qué puedo yo hacer por estos hermanos? Quiero sugerir lo siguiente:

  1. Oración. A pesar de la fuerza de su fe, claro que necesitan más oración. Y el lugar donde todos nos podemos unir es desde el sagrario.
  2. Anunciar al mundo: ¿Por qué soy católico? Y que esta respuesta sea respondida con nuestra propia vida.
  3. Ponte un crucifijo cada día. He de confesar que yo no suelo utilizar a diario medallas, crucifijos o un escapulario dentro de mi camisa, pero cuando me recuerdo de colgarme un crucifijo, cuando lo siento, me recuerdo que soy cristiano. A todos nos puede ayudar llevar colgado nuestro pequeño crucifijo.
  4. Seguir medios de comunicación católicos. Esto nos dará la oportunidad de leer noticias como estas que no nos podemos perder, y otros temas de interés que nos pueden ayudar a crecer. Sugiero medios como: Aciprensa, Catholic.net, Zenit.org…solo por mencionar algunos.
  5. Compartir la noticia en nuestras redes. El Papa nos pedía hacer lío en Brasil. Que tu familia y amigos se den cuenta en tu Facebook, Twitter, Google Plus…
Seguir a Cristo, nadie dijo que es fácil. Pero de lo que estamos seguros, es que seguirle nos hace auténticamente felices. Esos momentos en que nos gana el respeto humano, decir: ¡yo sigo a Cristo! Cuando se le ofende a Él, a Su madre o a la Iglesia, decir: ¡yo sigo a Cristo!
Tal vez no siempre tengamos una respuesta para nuestros amigos o familiares para todas las preguntas. Solo mira el crucifijo que tengas puesto, sácalo si quieres y responde con él:
“No tengo esa respuesta, pero que este hombre haya sufrido y muerto por mí, me basta para seguirle. Yo sí me fío de quien ha apostado su vida sólo por mí y por ti”.
Que nunca los olvidemos, a nuestros santos del siglo XXI.
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Acerca del autor

José Pablo Vargas

Del país más feliz del mundo, Costa Rica. Estudiante de Comunicación y aficionado a la música, a la guitarra, y una buena cerveza artesanal compartida entre amigos. Me apasiona ayudar a la gente de cualquier manera, acercándolos a lo que me hace feliz: Cristo. Mucho de mi tiempo se va en aprender sobre la Iglesia y su magisterio. Mi meta: el Cielo.

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