EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

Encuentro del Papa con los sacerdotes y religiosos de Bolivia / Foto: Captura de video
 (ACI).- Tres actitudes tiene el cristiano ante el dolor del hermano: pasar, callarlo o levantarlo como haría Jesús, señaló el Papa Francisco en su encuentro con los sacerdotes, religiosos y seminaristas bolivianos, al exhortarlos a no caer en “la espiritualidad del zapping”, esa que hace “eco de la indiferencia”.
En el evento realizado en el “Coliseo Don Bosco”, el Papa reflexionó sobre el pasaje evangélico del ciego Bartimeo, quien estaba sentado al borde del camino y al oír que se acercaba Jesús, comienza a clamar misericordia.
Francisco recordó que Jesús estaba rodeado por sus discípulos y por una gran muchedumbre. En este episodio, indicó, se ven dos realidades, “por un lado, el grito de un mendigo y por otro, las distintas reacciones de los discípulos”.
“Pensemos en las distintas reacciones de los obispos, los curas, las monjas los seminaristas a los gritos que vamos sintiendo o no sintiendo”. “Parece como que el evangelista nos quisiera mostrar, cuál es el tipo de eco que encuentra el grito de Bartimeo en la vida de la gente en la vida de los  seguidores de Jesús. Cómo reaccionan frente al dolor de aquél que está al borde del camino”, indicó.
Francisco dijo que una de estas actitudes es la de “pasar, pasar de largo (…). Estaban con Jesús, miraban a Jesús, querían oír a Jesús, pero no escuchaban. Pasar es el eco de la indiferencia (…), yo estoy acá con Dios, con mi vida consagrada, elegido por Jesús, me paga el ministerio y bueno, sí es natural que haya enfermos, que haya pobres, que haya gente que sufre, entonces ya es tan natural que ya no me llama la atención”.
“Cuántos seguidores de Jesús corremos este peligro de perder nuestra capacidad de asombro”, señaló el Papa.
Francisco dijo que a esto “podríamos llamarlo, ‘la espiritualidad del zapping’. Pasa y pasa, pasa y pasa, pero nada queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último best seller pero no logran tener contacto, no logran relacionarse, no logran involucrarse, incluso con el Señor al que están siguiendo, porque la sordera avanza”.
“Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente –advirtió–, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro interior y sea fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una vida seca”.
El Papa dijo que la segunda actitud ante el grito de Bartimeo es callarlo. “Cállate, no molestes, no disturbes”. “A diferencia de la actitud anterior, esta escucha reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo”, indicó.
El pueblo de Dios, dijo, espera que le digan que Jesús lo quiere. Sin embargo, señaló, existe “el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. En el fondo hay profundo desprecio al santo pueblo fiel de Dios”.
Estas personas “han hecho de la identidad una cuestión de superioridad. Esa identidad que es pertenencia se hace superior, ya no son pastores sino capataces”, y de manera consciente o inconsciente se dicen “no soy como él, no soy como ellos”.
Ante esto, Francisco pidió a los sacerdotes y religiosos pedir todos los días “la gracia de la memoria, de no olvidarse, de no olvidarse de dónde te sacaron, te sacaron de detrás del rebaño, no te olvides nunca, no te la creas, no niegues tus raíces”. “Hay sacerdotes que les da vergüenza hablar su lengua originaria y entonces se olvidan de su quechua, de su aymara, de su guaraní porque no, no, ahora hablo en fino”, advirtió.
Finalmente, dijo el Papa, está la tercera reacción, que es la de animar al fiel, levantarlo. Este es “un eco que no nace directamente del grito de Bartimeo, sino de la reacción de la gente que mira cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendicante”.
Francisco recordó que el evangelista relata que a “diferencia de los otros, que pasaban”, Cristo se detuvo, preguntó qué pasaba va “al clamor de una persona”.
“Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ¿Qué puedo hacer por vos? No necesita diferenciarse, no necesita separarse, no le echa un sermón, no lo clasifica si está autorizado o no para hablar. Tan solo le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía perdida”, destacó el Papa.
“La compasión no es ‘zapping’-advirtió Francisco-. No es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor, el padecer con (el otro). Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra gente”.
“Esta es la lógica del discipulado, esto es lo que hace el Espíritu Santo con nosotros y en nosotros. De esto somos testigos. Un día Jesús nos vio al borde del camino, sentados sobre nuestros dolores, sobre nuestras miserias. Sobre nuestras indiferencias, cada uno conoce su historia antigua. No acalló nuestros gritos, por el contrario se detuvo, se acercó y nos preguntó qué podía hacer por nosotros. Y gracias a tantos testigos, que nos dijeron: ‘ánimo, levántate’, paulatinamente fuimos tocando ese amor misericordioso, ese amor transformador, que nos permitió ver la luz”.
El Papa concluyó recordando a los sacerdotes y consagrados que “no somos testigos de una ideología” o “de una manera de hacer teología”, sino testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús.

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