(ACI).- El Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, señaló que, tarde o temprano, todo ser humano debería hacerse una serie de preguntas fundamentales y así vencer la “anestesia” en la que se muchos viven actualmente.
¿Por qué debemos sufrir y al final morir? ¿Por qué existe el mal y la contradicción? ¿Vale la pena vivir? ¿Tiene todavía sentido amar, trabajar, hacer sacrificios y esforzarse? ¿Dónde terminará mi vida y la de las personas que no queremos perder nunca? ¿Qué cosa hacemos en el mundo?, son algunas de las importantes preguntas que “todos se hacen, jóvenes y adultos, creyentes y no creyentes”.
En un mensaje enviado a nombre del Papa Francisco en ocasión del 36° Encuentro de Rímini (Italia) del movimiento Comunión y Liberación que se realiza del 20 al 26 de agosto, el Cardenal afirma que “tarde o temprano, al menos una vez en la vida, a causa de una prueba o un hecho alegre, reflexionando sobre el futuro de los hijos o sobre el trabajo, cada uno se debe encontrar con uno o varios de estos interrogantes”.
“Incluso el que las niegue con más fuerzas no es capaz de extirparlas del todo de la propia existencia”, afirma.
El Purpurado cuestiona luego reflexionando sobre la realidad del mundo de hoy: “¿ante tantas respuestas parciales, que ofrecen solo ‘falsos infinitos’ y que producen una extraña anestesia, cómo dar voz a los interrogantes que todos llevan dentro? Ante la insensibilidad frente a la vida, ¿cómo despertar la conciencia?”
Para la Iglesia, explica el Cardenal Parolin, “se abre un camino fascinante, como al inicio del cristianismo, cuando los hombres se afanaban en la vida sin el coraje, la fuerza o la seriedad de expresar las preguntas decisivas y, como sucedió con San Pablo en el areópago, hablar de Dios a quien ha reducido, censurado u olvidado sus porqués, resulta una extrañeza que parece alejada de la vida real con sus dramas y sus pruebas”.
El popular encuentro de Rímini tiene como tema “¿Qué te falta con esta falta, corazón, que de repente estás lleno de eso?”, que ha sido tomado del famoso poeta italiano del siglo XX, Mario Luzi.
En el texto enviado al Obispo de Rímini (Italia), Mons. Francesco Lambiasi, el Cardenal Parolin afirma que “el drama de hoy consiste en el peligro de la negación de la identidad y de la dignidad de la persona humana”.
“Una preocupante colonización ideológica reduce la percepción de las necesidades auténticas del corazón para ofrecer respuestas limitadas que no consideran la amplitud de la búsqueda del amor, la verdad, la belleza y la justicia que hay en cada uno”.
Recordando que el corazón de la persona está inquieto, como afirma San Agustín, el Purpurado asegura que “la vida no es un deseo absurdo, el vacío no es el signo de que hayamos nacido ‘equivocados’ sino al contrario una señal que nos advierte que nuestra naturaleza está hecha para cosas grandes” y que la nostalgia del alma “solo puede encontrar satisfacción en una realidad infinita”.
“Por ello Dios, el Misterio infinito, se ha acercado a nuestra nada sostenida por Él y ofrece la respuesta que todos esperan incluso sin darse cuenta, mientras la buscan en el éxito, el dinero, el poder, en las drogas de cualquier tipo, en la afirmación de los propios deseos momentáneos”.
El Cardenal Parolin subraya asimismo que “solo la iniciativa de Dios creador podía colmar la medida del corazón y Él ha salido a nuestro encuentro para dejarnos encontrarle como se encuentra a un amigo. Así podemos reposar en medio de un mar de tempestades porque estamos seguros de su presencia”.
El Secretario de Estado del Vaticano recuerda luego que en la entrevista que le hizo el director de la revista jesuita La Civiltá Cattolica en septiembre de 2013, el Papa Francisco dijo que “aunque la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tengan destruida, Dios está en su vida. (…) Aunque la vida de una persona sea terreno lleno de espinas y hierbajos, alberga siempre un espacio en que puede crecer la buena semilla. Es necesario fiarse de Dios”.
Además, resaltó el Cardenal, el Santo Padre recordó en su reciente visita a una cárcel de Bolivia en julio que Jesús “vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por nosotros. (…) Un amor activo, real. (…) Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida”.
La misión de los fieles entonces es ofrecer a todos la buena noticia del Evangelio “sobre todo con la vida” que responde al anhelo de infinito, como dice el Santo Padre en la Evangelii Gaudium.
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