EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

                              El Papa Francisco abrazando a un niño / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
 (ACI/EWTN Noticias).- Los niños son los grandes excluidos, denunció este miércoles el Papa Francisco durante la Audiencia General desde la Plaza de San Pedro, pues muchos de ellos viven en condiciones que no son dignas e incluso “a veces ni siquiera les dejan nacer”.
El Santo Padre, que en las catequesis pasadas abordó la importancia del padre, de la madre, los hijos, los hermanos y los abuelos, se dedicó hoy a hablar de los niños, quienes “son un gran don para la humanidad, pero también son los grandes excluidos”.
El Pontífice anunció además que la próxima semana hablará sobre algunas heridas “que por desgracia hacen mal a la infancia”. “Me vienen a la mente tantos niños que he encontrado durante mi último viaje en Asia: llenos de vida, de entusiasmo pero, por otro lado, veo que en el mundo muchos de ellos viven en condiciones que no son dignas”, señaló.
En este sentido, “a la sociedad se la puede juzgar por cómo son tratados los niños, pero no sólo moralmente, sino sociológicamente, si es una sociedad libre o esclava de intereses internacionales”, dijo improvisando.
El Papa explicó que los niños recuerdan a todos que “somos totalmente dependientes del cuidado y de la benevolencia de los demás”. Algo que “el Hijo de Dios no se ha ahorrado” porque también se hizo niño.
Por otro lado, indicó que “Dios no tiene dificultad en hacerse entender por los niños, y los niños no tienen problemas en entender a Dios” y aludió a las numerosas ocasiones en las que Jesús habla en los evangelios de 'los pequeños'. Un término que se refiere a “todas las personas que dependen de la ayuda de los otros, y en particular a los niños”.
“Los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y para la Iglesia, porque nos recuerdan de manera constante la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: la de no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, de amor, de perdón”.
Pero, a su vez, los niños nos recuerdan “que somos siempre hijos: también si uno se convierte en adulto, o en anciano, también se llega a ser padre, si ocupa un lugar de responsabilidad. Bajo todo esto permanece la identidad del hijo”.
“Esto nos hace ver siempre el hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido”, dijo el Papa.
“A veces corremos el riesgo de vivir olvidando esto, como si fuésemos nosotros los dueños de nuestra existencia, y al contrario, somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría sentir que en cada edad de la vida, en cada situación, en casa condición social somos y permanecemos hijos”.
Entre los dones que los niños aportan a la humanidad, se encuentran “su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en su padre y su madre; y tiene una espontánea confianza en Dios, en Jesús, en la Virgen”.
Al mismo tiempo, “su mirada interior es pura, todavía no está contaminada de malicia, de la ambigüedad, de las 'incrustaciones' de la vida que endurecen el corazón. Sabemos también que los niños tienen el pecado original, que tienen sus egoísmos, pero conservan una pureza, un simplicidad interior”.
A su vez, “no son diplomáticos, dicen aquello que escuchan, lo que ven, directamente, y muchas veces ponen en dificultad a los padres... pero dicen aquello que ven, no son personas ambiguas, no han aprendido esto que los adultos sí hemos aprendido”, dijo el Papa, ante los aplausos de los fieles.
“Llevan con ellos la capacidad de recibir y dar ternura. Ternura es tener un corazón 'de carne' y no 'de piedra', como dice la Biblia. La ternura es también poesía: es 'escuchar' las cosas y los acontecimientos, no tratarlos como meros objetos, solo para usarlos, para que sirvan...”.
Pero también “tienen la capacidad de sonreír y de llorar”.
“Cuando me encuentro con algunos, unos me sonríen y otros me ven de blanco y creen que soy el médico y que vengo a ponerles la vacuna y lloran”, dijo bromeando y despertando las risas de los miles de fieles que estaban en la Plaza de San Pedro.
Francisco llamó la atención sobre la pérdida de la capacidad de sonreír y de llorar de los adultos. “No somos capaces de sonreír, muchas veces nuestra sonrisa se convierte en una sonrisa de cartón, que no tiene vida, una sonrisa que no es vivaz, artificial, de payaso, pero los niños sonríen y lloran espontáneamente”.
El Pontífice invitó a preguntarse qué tipo de sonrisa y de comportamiento tenemos, la de los niños o la de los adultos con la sonrisa acartonada. Y añadió: “Depende siempre del corazón, nuestro corazón se bloquea y pierde a menudo esta capacidad”, y ante esta situación “los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreír y a llorar”.
Esta es la razón por la que “Jesús invita a sus discípulos a 'ser como niños' porque 'el Reino de Dios les pertenece a ellos'”.
Por último, el Santo Padre dijo ser consciente de que además de llevar alegría y esperanza “traen también preocupaciones y a veces problemas, pero ¡es mejor una sociedad que tenga estas preocupaciones y estos problemas a una sociedad triste y gris porque no ha tenido niños!”.
“Y cuando vemos que el nivel de nacimientos de una sociedad apenas llega al 1 por ciento podemos decir: 'esta sociedad es triste y gris porque no tiene niños'”.
Después de su catequesis, saludó como siempre a los peregrinos en distintos idiomas y les puso como modelo a seguir a San José, festividad que se celebra el 19 de marzo. “Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, enfermos y a los recién casados. Mañana celebraremos la Solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia Universal. Queridos jóvenes, miren a Él como ejemplo de la vida humilde y discreta; queridos enfermos, lleven la cruz con la actitud del silencio y de la oración del padre putativo de Jesús; y ustedes, queridos esposos jóvenes, construyan su familia sobre el mismo amor que unió a José y a la Virgen María”.

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