EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ


Es muy duro llamar a un hombre deicida y echarle todo el peso de la muerte de Jesús.


Es difícil escribir sobre Pilato, el gobernador romano que oficialmente condenó a muerte a Jesús. De él se ha dicho todo. Se le han aplicado toda clase de epítetos, desde deicida a débil. Además, está mencionado en el Credo: “Y padeció bajo Poncio Pilato”.
Es muy duro llamar a un hombre deicida y echar todo el peso de la muerte de Jesús a un gobernador que tenía un quinto puesto de responsabilidad dentro de la administración romana: el emperador Tiberio, el Senado, la Cancillería de Asuntos Exteriores, el legado de Siria y, en un quinto lugar, un modesto gobernador o prefecto que vigilaba una pequeña región con apenas un millón de habitantes.
Los Evangelios nos lo presentan como un hombre que, ante la inocencia de Jesús, no quiso condenarle y trató una y otra vez de salvarle, valiéndose de todos los resortes a su alcance. Si es cierto que el juicio de Jesús lo llevó al principio con ecuanimidad, al final la ecuanimidad fue empañada con la condena a muerte del Nazareno.
¿Cómo ha juzgado la historia a Pilato?
Veamos la personalidad de quienes hablaron mal de Pilato:
  • El rey Herodes Antipas - citado por Filón - decía de Pilato que era un hombre “venal, violento, rapaz, extorsivo y tirano”. Pero era fama y corría la voz entre la gente que el propio rey ejercía el oficio de espía del emperador Tiberio. Esto lo sabía el mismo Pilato. De ahí la enemistad entre los dos según señala el evangelista San Lucas (23,12). Esta enemistad se incrementó a causa de la muerte de unos galileos, súbditos del rey Herodes Antipas, que habían venido a Jerusalén a “ofrecer sacrificios” en el Templo. Pero es lógico pensar que harían algo más que ofrecer sacrificios, pues todos los años, e incluso ese mismo año, vinieron decenas de miles de galileos a celebrar la Pascua a Jerusalén y a ofrecer sacrificios y no les sucedió nada. Esta enemistad alcanzó cotas máximas al enterarse Pilato, por sus espías, que Herodes acumulaba gran cantidad de armas en lugares ocultos de Galilea. ¿Para qué?
  • El historiador Flavio Josefo lo cita para relatar ciertos hechos acontecidos en la región durante el tiempo de sus mandato, sin recalcar tintas negras sobre su persona.
  • El filósofo Filón, que vivió en un tiempo en que habían abrazado la fe cristiana numerosos intelectuales que emplearon la pluma en defensa del cristianismo. Los romanos no intervinieron en estas luchas religiosas porque o no conocían la fe cristiana o la tomaban como una de tantas creencias existentes en el imperio. Los judíos sí intervinieron ante la acusación de los cristianos de ser los responsables de la muerte de Jesús. Uno de estos judíos era Filón, quien para aminorar el golpe de los cristianos, recalcó tintas negras sobre Pilato, haciéndole responsable de ella, por ser un gobernador de naturaleza implacable, corrompido y cruel que no retrocedía ante nada, haciendo todo por orgullo y, a su vez, corrompido.
  • El historiador romano Tácito no conoció a Pilato, pero lo describe como “arbitrario y despiadado”. No sabemos las fuentes que tuvo Tácito para afirmar esto. Lo que sí sabemos es que la buena imagen que Pilato presenta en el juicio de Jesús, en el que quiere ser recto, no corresponde a un hombre despiadado.
  • Los apologistas cristianos de los primeros siglos son inmisericordes con Pilato por su debilidad.
  • Por su parte los judíos, atacaron duramente a Pilato como defensa ante las acusaciones de los cristianos que cargaban sobre ellos el peso de la muerte de Jesús.
¿Qué sabemos de Pilato?
La historia nos dice que fue enviado como gobernador a Palestina por Tiberio en el año 26 de nuestra era. Sucedía en el cargo a Valerio Grato y era el quinto gobernador de Roma en esta zona. Roma lo puso al frente de una circunscripción de segunda categoría a la que pertenecían tres pequeñas provincias: Judea, Samaría e Idumea. Esta última tenía fronteras poco definidas por lo que necesitaba vigilancia especial. Era una región difícil y problemática. En ella había frecuentes revueltas. No era procurador, como muchas veces hemos oído, sino un simple prefecto, como lo demuestra la lápida encontrada en Cesarea Marítima en 1961.
Su residencia oficial estaba en Cesarea, ciudad construida por Herodes el Grande, a la que puso tal nombre para congraciarse con el emperador César Augusto. El ambiente de la ciudad era helenizado, por lo que podía llevar una vida regalada, sin oler constantemente a carne asada de los sacrificios, como ocurría de residir en Jerusalén. Pero durante las grandes festividades judías en las que se congregaba gran número de peregrinos, se trasladaba a Jerusalén con el fin de evitar revueltas, ya que las aglomeraciones eran caldo de cultivo para ellas. La guarnición militar de Jerusalén no superaba los 4.500 soldados. No eran legionarios romanos sino tropas auxiliares, reclutadas entre sirios, griegos y samaritanos. Se dividían en “cohortes” y “alas”. En casos excepcionales el prefecto podía recurrir al legado de Siria, su superior inmediato, para pedir refuerzos.

El cometido del prefecto era: advertir a las autoridades religiosas locales que no se entrometieran en asuntos de la administración civil, el de recaudar los impuestos y el de evitar y reprimir levantamientos secesionistas.

El cargo de prefecto se renovaba cada tres años. Pilato estuvo diez, lo que dice mucho en su favor a pesar de las críticas severas que le han hecho y de la acusación de que no se preocupaba de los asuntos de la metrópoli. A este respecto no olvidemos que Tiberio tenía costumbre de retener a algunos funcionarios más de tres años, porque decía que al pretender enriquecerse en tan poco tiempo, podían cometer desmanes. Y ponía por ejemplo el de un hombre solo y abandonado al que acudían las moscas a chuparle la sangre por estar lleno de llagas. Pasó por allí uno que se compadeció del pobre y quiso espantar a las moscas. El llagado se opuso y gritando dijo: “Déjalas, ya me han chupado bastante y están hartas. Si las espantas vendrán otras hambrientas y me chuparán la poca sangre que me queda”.

Pilato, ¿antisemita?
La gestión de Pilato en Palestina estuvo marcada por varios hechos de cierta importancia. Nada mas llegar a esta región como reconocimiento al emperador Tiberio e influido por el ambiente antijudío del que hablaremos, mandó instalar en Jerusalén las insignias de su tropa con el estandarte del emperador, acompañado de las águilas imperiales. La presencia de representaciones humanas en la Ciudad Santa exaltó a los judíos. Fueron a protestar en masa a Cesarea, a la residencia de Pilato. Allí estuvieron vociferando durante cinco días. Al final, Pilato, cansado de tanto griterío, los amenazó con la tropa que ya tenía preparada. Ellos, lejos de temer, hicieron el gesto de desnudar sus cuellos, demostrando que estaban dispuestos a morir. Ante esta reacción inusitada, mandó quitar las imágenes y estandartes de Jerusalén. Poco tiempo después hizo lo mismo. Parece que recibió órdenes de Roma como se desprende de lo que vamos a decir.

Unos años antes, concretamente en el año 19 de nuestra era, cuatro judíos representativos de la comunidad de Roma engañaron a una tal Fulvia, esposa de un alto dignatario llamado Saturnino, amigo de Tiberio. El emperador, instigado por su amigo, mandó expulsar a todos los judíos de Roma y alrededores. El hecho de la expulsión tuvo graves consecuencias no sólo en Roma sino también en muchas provincias del imperio. Se suscitó además, un clima antijudío con repercusiones en el mal trato que se les daba y sobre todo el que los prefectos enviados a Palestina llevaban órdenes concretas de reprimirlos. Se ha de tener en cuenta esta circunstancia para comprender la actitud de Pilato en Palestina y no acusarlo de que no atendía bien los intereses de Roma en la zona, y que en vez de atraer a sus subordinados sentía hacia ellos vivo desprecio que repercutía en su proceder con ellos, buscando ocasiones para humillarlos. Además, sabemos que Tiberio sentía gran antipatía por los judíos y el todopoderoso Sejano, jefe de la guardia imperial, era el prototipo del antisemitismo.

Tomó dinero de las arcas del Templo
Otro de los casos sucedidos durante su mandato fue con ocasión del acueducto que construyó para llevar agua desde las cercanías de Belén a Jerusalén. Necesitaba dinero para costear la obra y lo tomó de las arcas del Templo de Jerusalén. Herodes el Grande también lo había hecho y, aun que fue criticado, no tuvo mayor repercusión. Pero en este caso el que lo hacía era pagano y además invasor. El hecho suscitó una rebelión. Para reprimirla Pilato usó una táctica curiosa. Envió soldados a Jerusalén, vestidos de paisano, sin espadas, pero con un garrote camuflado entre la ropa. Llevaban órdenes de entremezclarse con la gente alborotada y dar garrotazos al todo el que gritara. Como consecuencia de los golpes murieron muchos judíos, otros perdieron la vida pisoteados por la multitud que huía despavorida por las estrechas calles de la ciudad.

Pilato y los samaritanos
El peor de los casos sucedidos durante su mandato fue el del año 35 de nuestra era. Un iluminado samaritano convenció a muchos a alzarse contra los romanos ante la proximidad de los tiempos mesiánicos. El pueblo tomó las armas y se dirigió a Tarante, Monte Garizim. Pilato se anticipó y con sus tropas ocupó el camino que iba al monte sagrado de los samaritanos. Murieron muchos. Otros fueron hechos prisioneros y ejecutó a gran número de gente principal. Pilato esta vez tuvo mala suerte. La operación de su ejército en las faldas del monte coincidió con el nombramiento de un nuevo legado para Siria, del que dependía Palestina. Era Lucio Vitelio. Este, siguiendo su costumbre, quiso informarse de todo lo que había sucedido en la región revisando los archivos. A su vez, los samaritanos, repuestos del susto, enviaron una comisión para quejarse de los sucedido con Pilato, aduciendo que no se habían sublevado contra Roma.

Vitelio, mal compañero de Pilato, lo relevó de su puesto y lo envió a Roma para dar explicaciones al emperador. Tras 54 días de viaje, desembarcó en Italia días después de la muerte de su protector Tiberio, acaecida el 17 de marzo del 37. No sabemos más de él. Lo que sí sabemos es que todas las personas designadas por el emperador para un cargo, perdían sus funciones y pasaban al estado civil, si el emperador no les renovaba el nombramiento. Por eso, todo lo que después de su destitución se ha dicho de Pilato pertenece al género de la leyenda. Los franceses, por ejemplo, lo hicieron morir en Viena del Delfinado, como hicieron venir a Francia a otros personajes evangélicos, como a Marta, María y Lázaro. Son leyendas que aparecieron en los siglos X y XI.

Pilato y el proceso de Jesús
Respecto al comportamiento de Pilato en el proceso civil de Jesús, vemos que una y otra vez quiso salvar su vida. Ante una multitud que presionaba, que amenazaba con acusarlo a Roma, cedió. De haber sido Pilato plenamente contrario a Jesús, los evangelistas no hubieran recalcado tanto y tanto su voluntad de querer salvar a Jesús de la muerte en la cruz. Pilato se encontró entre la espada y la pared, por lo que cansado y asqueado del caso y de los que lo promovieron, sin saber qué hacer, lo remató con un procedimiento jurídico, valedero para las provincias del imperio, que constaba en la “Lex Iulia”, llamado “Extraordinaria cognitio”. De todos modos, condenando a Jesús, fue moralmente culpable y jurídicamente responsable: “El que me entregó a ti, tiene más culpa que tú” (Jn 19,11).

Como nota curiosa anotemos que la Iglesia de Etiopía celebra el 25 de junio su fiesta como mártir, y la Iglesia griega ortodoxa, el 27 de octubre, celebra la de su esposa Prócula.

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