EDUCAR ES AMAR JOSE LUIS GONZALEZ

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Al paciente se le proporcionó: una nueva cara, sino que además se le dotó de nuevo cuero cabelludo, orejas, canales auditivos, parte de los huesos de la barbilla, las mejillas, la nariz entera y nuevos párpados, incluso dotándolos de los músculos que controlan el parpadeo


Por: Justo Aznar | Fuente: http://vo.mydplr.com/ 




Patrick Hardison es un paciente de 41 años, bombero norteamericano, que sufrió quemaduras en el rostro mientras intentaba salvar a una mujer en un incendio; quemaduras que le produjeron una deformación muy importante de su cara, lo que le ocasionaba grandes dificultades para la visión, respiración y alimentación, y por supuesto para su imagen estética, lo que le dificultaba su relación social, por lo que la posibilidad de solucionar dichos problemas parecía muy aconsejable por importantes razones de calidad de vida.
La intervención se realizó el 15 de agosto de este año 2015. Duró 26 horas y en ella participaron más de 100 profesionales. Se llevó a cabo en el centro médico Langone de Nueva York y estuvo dirigida por el doctor Eduardo D. Rodríguez.
En dicha intervención no solo se le proporcionó al paciente una nueva cara, sino que además se le dotó de nuevo cuero cabelludo, orejas, canales auditivos, parte de los huesos de la barbilla, las mejillas, la nariz entera y nuevos párpados, incluso dotándolos de los músculos que controlan el parpadeo.
Antes de esta última intervención, el paciente, Patrick Hardison, había sufrido más de 70 intervenciones quirúrgicas, lo que indicaba, aparte de lo anteriormente comentado, la escasa calidad de vida del paciente. Sin duda, esto también fue un factor decisivo para la decisión de practicarle el trasplante facial.
Dado que la intervención se realizó el 15 de agosto de este mismo año, hasta este momento, 17 de noviembre, según se difunde por Europa Press, el paciente evoluciona bien y se está incorporando a sus habituales rutinas diarias, aunque tendrá que seguir sometido a un proceso  de rehabilitación para mejorar la fuerza de su musculatura facial y el habla, y por supuesto, como la gran mayoría de los trasplantados, deberá estar sometido a terapia inmunosupresora de por vida, para que el trasplante no sea rechazado.


Según se refiere en la referida noticia de Europa Press (17-XI-2015), el paciente se muestra “profundamente agradecido al donante y a su familia”, manifestando a la vez “que me han dado más que una nueva cara, una nueva vida”.
BREVE HISTORIA DE LOS TRASPLANTES DE CARA
En 1954 se realizó el primer trasplante renal exitoso entre dos gemelos idénticos. Desde entonces se han realizado con éxito trasplantes de corazón, pulmones, hígado, páncreas,  intestino delgado, entre otros (1).
El primer trasplante de cara se realizó en noviembre de 2005 por un equipo médico del hospital de Amiens, en Francia. Hasta agosto de 2012 ya se habían realizado 23 trasplantes (2), y hasta junio de 2015, 31, en Francia, China, Estados Unidos, Bélgica, España, Polonia y Turquía  (3). Tres pacientes han fallecido como consecuencia del trasplante por rechazo del mismo o por infecciones, un 11.5% de los trasplantados (4).
OPINIONES ÉTICAS FAVORABLES Y CONTRARIAS
Las opiniones éticas favorables o no al trasplante de cara han variado sensiblemente con el tiempo. En el trabajo de Kiwanuka y col (2), los autores revisan 110 artículos en revistas sometidas a evaluación por pares, para valorar la eticidad del trasplante de cara, encontrando, que de forma teórica, antes de que se realizara el primer trasplante en 2005, la gran mayoría de las opiniones éticas eran contrarias al trasplante de cara. Sin embargo, a medida que se han ido practicando más trasplantes y dispuesto de datos más objetivos, esta opinión se ha ido modificando sustancialmente, y prácticamente después de 2010 no existen publicaciones que mantengan una opinión ética global contraria al trasplante de cara, lo que parece sugerir que a medida que se vayan teniendo más datos sobre los resultados de este tipo de intervención, se podrán ir definiendo mejor los criterios éticos que deben regir este tipo de trasplantes.
En la gran mayoría de los trabajos revisados por Kiwanuka y col (2) se consideran 15 ítems para realizar la valoración ética del trasplante de cara, entre ellos: identidad del paciente, cómo se selecciona el mismo, riesgos-beneficios de esta práctica, consentimiento informado, uso de terapia inmunosupresora, fallos del trasplante, importancia que tiene el cambio de cara en el ambiente social del paciente, mejoras en sus perspectivas de vida y de la calidad de la misma, intensidad de la desfiguración de la cara del paciente, como un dato crucial para recomendar la intervención, todo lo relativo a la opinión de los familiares del donante, y finalmente costes.  Estos criterios éticos son los que normalmente se tienen en cuenta para realizar una valoración ética sobre el trasplante de cara.
Indudablemente no podemos realizar aquí una evaluación pormenorizada de cada uno de ellos, sino únicamente referirlos para fundamentar aquello que, en general, debe ser tenido en consideración al llevar a cabo una valoración ética del trasplante de cara.
También Sarantopoulos (3) se refiere al tema, considerando los riesgos de la terapia inmunosupresora, las posibles infecciones, el desarrollo de tumores y la posible toxicidad del órgano trasplantado, lo que lleva a concluir que este tipo de trasplantes no sean aconsejables por razones meramente estéticas, pero sí cuando el paciente tiene dificultades objetivas para comer, respirar o hablar y para comunicarse con otras personas (5).
Coffman y col (4) centran los aspectos éticos a considerar en cinco ítems principales: a) el que la mortalidad sea de un 11.5% plantea la necesidad de valorar el riesgo-beneficio en este tipo de trasplantes; b) el que la supervivencia de los mismos sea del 3,85%; c) el que sea imprescindible tener datos más objetivos para determinar si los riesgos son mayores que los beneficios; d) el que haya pocos artículos que se refieran a los trastornos funcionales y problemas psicológicos unidos a los trasplantes de cara y e) finalmente el que existan escasos recursos materiales para este tipo de trasplantes en el mundo, lo que conlleva que el número de trasplantes no pueda ser muy elevado, lo que indudablemente puede suscitar en los potenciales pacientes, falsas esperanzas.
Un aspecto importante  de la evaluación ética que estamos considerando es, como ya se ha comentado, que a medida que vayan existiendo mayor número de trasplantes y la supervivencia de los pacientes sea mayor, se tendrán cada vez más datos objetivos para evaluar la eticidad del trasplante de cara de acuerdo a los criterios anteriormente referidos, pero  lo que sí podemos concluir es que desde un punto de vista ético hoy día la opinión mayoritaria, incluso casi total, es que no existen dificultades éticas para que los trasplantes de cara se realicen, siempre y cuando se tengan en cuenta los ítems anteriormente referidos y que exista proporcionalidad entre riesgos y beneficios.
Una circunstancia particular es considerar la posibilidad de trasplante de cara entre vivos.  Esta práctica que sí se realiza para trasplantes de pared abdominal, huesos, útero y otros órganos, no ha sido éticamente aprobada por la “United Network for Organ Sharing Board of Directors”, en su recomendación del pasado mes de junio de 2015, para trasplantes de cara y manos (6), lo que por otra parte parece lógico.
NUESTRA REFLEXIÓN ÉTICA FINAL
Indudablemente la valoración ética realizada en la gran mayoría de los trabajos, recogida por Kiwanuka y col (2), se basa en un juicio ético principialista, que, como se sabe, se basa fundamentalmente en la consideración cuatro principios: beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia, aunque Coffman y col (4) incluyen también entre ellos la desigualdad. Esta evaluación lleva normalmente a un juicio ético utilitarista, que puede ser adecuado en relación a algunos aspectos éticos, especialmente el que hace referencia al coste-beneficio, pero que en general, no considera el valor ontológico de la persona humana, por lo que nos parece que dicha valoración es limitada.
Por ello, somos de la opinión que desde una Bioética Personalista, el bien del paciente es lo que de forma prioritaria tiene que determinar el juicio ético que este tipo de trasplantes merezca, aunque a la luz de los resultados de los 31 trasplantes de cara hasta ahora realizados, y especialmente de los 23 evaluados en el trabajo de Kiwanuka y col (2), parece claro que el beneficio de los pacientes es objetivo, pues de tener una vida, no solamente carente de calidad, sino incluso con riesgo vital, pasan a ser personas que de nuevo pueden convivir con normalidad en el contexto de su familia y de la sociedad que les rodea. Esta valoración personalista, por supuesto teniendo en consideración la objetiva evaluación de los ítems a los que anteriormente nos hemos referido, nos parece que avala el que el trasplante de cara pueda ser valorado éticamente  de forma positiva.

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